GHENA DIMITROVA
(en La Gioconda)
Ghena nació en Bulgaria, en Beglej el 6 de Mayo de 1941. Comenzó a estudiar canto con el maestro Christo Brambarov en el Conservatorio de Sofía, donde se graduó. Su debut oficial en ópera lo hizo en Sofía el 27 de Diciembre de 1967, y fue un debut por casualidad, debido a la caída de dos primadonnas, que llegaron exhaustas y fuera de condiciones para abarcar el rol de Abigail en Nabucco. Ghena, con solo 26 años, aceptó el rol de Abigail, con la inconciencia típica de la juventud, y triunfó. Este triunfo obtenido en el rol de la cruel reina hizo que Abigail se convirtiera en uno de los roles característicos de la cantante. En 1970 Ghena Dimitrova ganó una beca, que le permitió estudios de perfeccionamiento en Italia, algo que siempre había deseado. Llegó a la escuela de la Scala, donde estudió con Renato Pastorino, Enza Ferrari y Renata Carosio.
Durante los años de 1971/72 interpretó el rol de Leonora en La Forza del Destino, por toda Francia. En 1972 ganó el concurso de Treviso, interpretando a Amelia en Un Ballo in Maschera, lo que inmediatamente le abrió las puertas del teatro Regio de Parma, donde interpretó la misma ópera con José Carreras y Pierro Cappucilli, y luego (en 1973), las de la Scala, donde interpretó la misma obra con Plácido Domingo.
Sin embargo, aunque la carrera de Ghena había comenzado de forma internacional, esto no se sucedió del todo de la forma que ella hubiera esperado. Interpretó los roles que toda soprano sueña (y teme), como los protagónicos en Aída, Il Trovatore, Tosca, Andrea Chènier, Turandot, Hernán, Caballería Rusticana, Manon Lescaut, La Fanciulla de West, Macbeth, Otello…. Pero esto osucedía fundamentalmente (entre 1974 y 1979), en los principales teatros de Sud América (tuvimos la suerte, bah, TUVIERON la suerte, de escucharla mucho en el colón por aquellos años
), España, russia, Alemania, Austria, Checoslovaquia y Hungría. Pero aparentemente, aún le esperarían dificultades para poder integrarse al círculo de primerísimos cantantes que su voz (tan única y especial), merecía.
En 1980 la carrera de Dimitrova tuvo una cita que le daría finalmente el lugar entre las grandes voces de la post guerra que se merecía. En la Arena de Verona, interpretó junto con Luciano Pavarotti, La Gioconda (en el mismo teatro y con el mismo título que catapultó en su momento a Callas
en 1947), y fue un triunfo completo. La Arena de Verona la adoptó, e interpretó allí Nabucco (1981), Macbeth (1982), y desde 1983, Turandot en prácticamente todas las reposiciones de la obra, Caballería Rusticana (1993), y Aída (1993) para regresar por última vez en 1996, para la Amneris en Aída.
Ghena Dimitrova estaba ya acreditada como una de las grandes voces del momento a nivel mundial. La Scalla le confió la apertura de su temporada en tres oportunidades: con Turandot (1983, bajo la dirección de Lorin Maazel, y con la producción de Franco Zefirelli), Aída (alternando los roles de Amneris y Aída, junto a Pavarotti), y Nabucco (1986, en el debut de Ricardo Muti como director musical de la Scala).
Además, interpretó en La Scala I lombarda alla prima Crociata (1984), Macbeth (dirigida por Abbado con la dirección escénica de Giorgio Strehler), Cavalleria Rusticana (1988) y Tosca (1989), pero mientras tanto en el resto de los teatros Italianos, desde Parma hasta Florencia, desde Roma a Nápoles, abrieron sus puertas al encanto y la ductilidad de su voz sin igual.
Salzburgo la llamó para su festival en dos años consecutivos (1984 y 85) con Macbeth mientras que sus apariciones en la Viena Staatsoper fueron casi un contrato fijo. En 1987 después de haberse presentado en Houston, Nápoles y Frankfurt, ganó un importante compromiso para interpretar Norma en la Opera de París.
En ese mismo año, finalmente llegó al Metropolitan Opera House de New York, interpretando su caballito de batalla: Turandot, por 10 temporadas dos de las cuales con Pavarotti y Levine, y regresando para La Gioconda, Caballería Rusticana, Tosca y La Fanciulla del West.
Quien escucha la voz de Dimitrova atentamente, aún en sus grabaciones, fuera de cualquier impresión obvia sobre un instrumento de excepcional fuerza, no puede permanecer insensible frente al esfuerzo de la cantante por hacer su voz siempre más liviana, por darle siempre un color expresivo e intensidad interna al sonido. Su Abigail en la Scala, bajo la dirección de Muti, es un ejemplo magistral de cómo ese rol debería ser interpretado; con toda la arrogancia e insolencia vocal que requiere, pero con una cuota de suavidad, con todo el dolor escondido de un alma que se volvió rígida por la falta de afecto. La increíble extensión de su voz y su color, tan parejo y firme en todo el registro, le permitieron alternar entre roles de soprano y mezzo incluso en las mismas óperas, como Aída y Amneris, o Elisabeth y Éboli en Don Carlo, un rol, el último , debutado en Estados Unidos.
Dimitrova construyó una carrera estoica, durante 35 años, que la dejó ligada inevitablemente a roles como los de Abigaile, Lady Macbeth y sobretodo Turandot, convirtiendose en una cantante de referencia absoluta de su época.
Quizás la voz de Dimitrova no tuviera la belleza vocal de una Marton en sus inicios, pero seguramente fue más apropiada para los roles más pesados del repertorio dramático, y pudo mantenerla con calidad durante muchos más años….. Quizás no tuviera la presición de una Nilsson, pero su sonido era mucho más oscuro y al menos, tan penetrante como el de ella.
No deja de sorprender que una voz de estas características, no haya incursionado por los roles alemanes… Wagner y Strauss… Pero su técnica y características vocales, estaban perfectamente adaptadas al repertorio dramático italiano, con un sonido oscuro y voluptuoso, de gran squilo y mordente, que solo hacia los últimos años desarrolló un vibrato no del todo bueno. Sin dudas, una voz impresionante, de las que ya no hay…. Y si bien uno puede pensar que fue una verdadera pena los años que pasó alejada de los principales circuitos operísticos, eso le dio el tiempo que hoy tanta falta hace (y que es la base fundamental de la destrucción de tantas voces nuevas), para madurar sus roles más dramáticos, y darle a un instrumento tan particular, el tiempo y madurez que necesitaba.
Dimitrova falleció a la edad de 64 años, el 11 de junio de 2005, a las 7:30 a.m. en Milán, Italia; según trascendió, víctima de un tumor cerebral, luego de estar hospitalizada una semana.
Su última presentación en una ópera completa fue el 10 de junio de 2001, en Un ballo in Maschera, junto con Krasimir Dinev, Niko Isakov y Emilia Boteva, dirigidos por Kuzman Popov, aunque luego, el 6 de marzo de 2002 hizo todavía una aparición especial en un concierto en la Ópera de Montecarlo en un concierto de Grandes Coros de Opera, con la dirección musical de Paolo A. Rossini.
En sus 35 años de carrera, interpretó 31 roles de ópera (incluyendo algunos sorprendentemente pequeños, como Mercedes de carmen y la primera dama
de la flauta mágica, pero fundamentalmente protagónicos), entre 1967 y 2002
beshos
simon