Peter Quint escribió:
Por eso considero que el Rigoletto de De Luca, como después el de MacNeil, el de DFD o el de Bruson, hablan del alma de una persona herida no desde la cobardía, sino desde el valor de llorar en público, con una humanidad tal que me hace pensar que, de haberme ocurrido cosas parecidas, yo podría haber sido esa persona. El de Stracciari es un Rigoletto fantástico, instrumental y estilísticamente quizá el ideal, pero no estoy tan seguro de que hable de mí.
Ante una declaración de principios tan honesta poco puedo añadir
Tenemos dos escenas. En una Rigoletto está solo y es sincero consigo mismo, o al menos todo lo que puede serlo. En la otra Rigoletto clama contra los cortesanos y luego intenta darles pena. En la primera hay introspección y la segunda es una puesta en escena (que Rigoletto tanto domina) desesperada para conseguir a su hija. Cuando dice
vegliardo no está siendo sincero y conmiserativo consigo mismo sino que se trata de un intento demagógico de convencerles. Su llanto no es un momento de introspección, de reconocimiento de su debilidad, sino casi un chantaje emocional (en
Le Roi s'amuse es aún más claro, ya que el pasaje es más largo).
Y resulta que en el momento de introspección Stracciari me suena más creíble que De Luca, sin caer en la autocompasión excesiva. Está atemorizado, pero no vencido, y es capaz de reaccionar con ira a la amenaza. Y, en contra de toda lógica, en el llanto público De Luca se muestra más natural y humano que en el privado, mientras que Stracciari exagera demagógicamente. Y aunque éste se acerca más a lo que para mí significa esa escena, es De Luca el que me conmueve (con un impecabilísimo canto legato).
Son dos
conceptos tan complejos y personales que, escuchando los dos fragmentos en global, casi no puedo elegir. Me quedo en el Pari siamo con Stracciari y en el Cortiggiani con De Luca, a pesar de la diferencia de material y medios, que nunca me obsesiona y menos hablando de estos dos cracks