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Mario Basiola[/align]
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Vida y carrera: Nacido en Annico (Cremona, 1892) en una familia muy humilde, empezó a estudiar con Cotogni mientras hacía el servicio militar en Roma. Llegó a ser uno de los discípulos predilectos del legendario maestro. A pesar de un temprano debut en el papel de Alfonso XI (1915) su carrera sólo arrancó definitivamente en 1919 como Riccardo de "I Puritani" (en ambas ocasiones en Viterbo). Se sucedieron Rigoletto, Renato, Germont y Fígaro. Tras el correspondiente período en provincias, debutó en el MET (1925-26) donde continuó trabajando sin interrupción hasta 1932. Allí compitió de tú a tú con los grandes nombres de la década. De vuelta a Italia, actuó durante seis temporadas en la Ópera de Roma ("Otello", "Il Pirata" y "L'Arlesiana" entre otras). De 1932 data también la presentación en La Scala ("Una partita" de Zandonai) adonde volvería en unas pocas ocasiones hasta 1940 ("Rigoletto", "Linda di Chamounix", "La Straniera"). En Europa frecuentó Barcelona, Berlín y Londres. A mediados de los cuarenta viajó a Australia de gira con una compañía italiana. Allí permaneció enseñando canto hasta su retirada en 1951. Anteriormente había tenido como alumno a Aldo Protti. Desde los años sesenta su hijo Mario Basiola Jr. hizo una discreta carrera documentada en disco.
La voz, el cantante: Desde cualquier punto de vista que se considere, Basiola fue el último representante de la escuela de Cotogni, con quien preparó cuidadosamente sus primeros papeles. Dueño de una voz que aunaba amplitud y calidez lírica, había asimilado una técnica de primer rango que se manifestaba con sólo abrir la boca: dicción inmejorable, perfecta soldadura entre registros, timbre mórbido y registro agudo fácil, expansivo y
squillante. Presumía además de medias voces y
pianissimi auténticos y era tan efectivo en el canto ligado y recogido como en el vigoroso. Contrariamente a la mayoría de sus coetáneos no rompió con el repertorio belcantista, cuyos mejores recursos técnicos dominaba. Sin embargo fue capaz de poner al día sus directrices, limpiando los arcaísmos y arbitrariedades. De la nueva escuela tomó la inmediatez expresiva y la cordialidad, pero no la sordidez ni los clisés ilegítimos. Siempre puso el canto clásico al servicio de una forma de frasear y hacer música de sorprendente actualidad. Según Celletti, que lo escuchó en el teatro repetidas veces, sólo le faltó una personalidad más autoritaria. Según Lauri-Volpi, esto fue debido a que le faltó voluntad para interpretar sin la referencia de las enseñanzas de Cotogni.
http://www.divshare.com/folder/826029-3d6 Entre las audiciones propuestas, destacan las de Massenet. En esta ocasión la finura del canto hace que se supere la barrera del idioma italiano, que a menudo exhibe tonos demasiado abiertos para el estilo francés. Sin embargo la afinidad hacia el repertorio verista no es, ni mucho menos, menor. El aria de "L'arlesiana" es una maravilla de emotividad y sencillez. Para terminar la demostración de su versatilidad, un registro de "A tanto amor" de "La Favorita" digno de estar junto a los más grandes del primer cuarto de siglo. Basta con escuchar las arias de "Il Trovatore" y "Fausto" para disipar cualquier duda que pudiera existir sobre su técnica: legato finísimo y medias voces estupendas. Las dificultades de tesitura, inclemente, es como si no existieran. Todo es fluidez y elegancia. El resto las proponemos para el desafío.[/align]