Maria Cebotari (1910 - 1949)
Maria Cebotaru nació en Chisineu (actual Rumanía, entonces Rusia). Creció hablando rumano y ruso y cantó en el coro de la iglesia local desde los cuatro años. Se incorporó como actriz a una compañía teatral itinerante dirigida por un cierto Conde Virubov, con quien se casó más adelante. En Berlín aprendió alemán y estudió canto en la Escuela de Música durante un período asombrosamente breve de tres meses. Inmediatamente (1931) Walter y Busch le ofrecen sendos contratos en Salzburgo y Dresde (donde debuta en "La Bohème"). Antes de la Guerra ya era una cantante famosa, protagonizando varias películas junto a Beniamino Gigli - era, además, una mujer preciosa. Apareció en escenarios como Viena, Zúrich, Milán y Roma, aunque el teatro que tuvo más importancia en su carrera fue la
Staatsoper de Viena: en 1934 le fue concedido el galardón de
Kammesängerin. Durante su carrera abarcó un amplio espectro vocal, desde la
soubrette de carácter hasta la soprano de empuje (Salomé y Butterfly fueron sus papeles más célebres y llegó a cantar Turandot) moviéndose con igual comodidad por el repertorio de agilidad, el verismo, Mozart y Strauss (de quien estrenó el personaje de Aminta). Durante la posguerra se estableció en Viena junto a su segundo esposo, el actor Gustav Diessl. Él murió en 1948 y a ella se le diagnosticó un cáncer que terminó matándola en 1949. Grabó varios recitales y entre sus registros verdianos destacan sendas ediciones completas de "La Traviata" y una infrecuente - entonces - "Luisa Miller".
Cebotari poseía una voz de soprano lírica con la flexibilidad de una cantante más ligera, extensa, clara y delicada. Sin embargo, el timbre era también pleno e intenso de vibraciones en toda la tesitura. En el extremo agudo adquiría además un penetrante
squillo que le permitió afrontar cómodamente papeles de mayor peso. En cuanto a la emisión, asegurada la homogeneidad entre registros sin fracturas ni zonas frágiles, sólo parecía menos segura en la habilidad para adelgazar el sonido. Era una artista de una modernidad expresiva sorprendente, atenta a la relación entre palabra y música, capaz de sugerir la psicología de un personaje a través de los matices del canto y el acento. Musicalísima y preparada, podía pasar fácilmente de Mimí a Salomé, de Zerlina a Doña Anna o de Carmen a Tatiana.
Su relación con Verdi está ampliamente documentada desde sus comienzos como soprano ligera en los años treinta. En su registro de Violetta Cebotari demostró ser una más que hábil soprano de agilidad, superando con nota las exigencias que plantea el primer Acto. Responde a Alfredo ("Un dì, felice") con cierta chispa de opereta, pero es capaz de afrontar las vertiginosas escalas de la
cabaletta con una voz siempre plena y nítida, dándoles además el frenético sentido que pretendía Verdi. El registro agudo es seguro y
squillante, aunque en torno al do#5 se percibe menos ajustado. Por el virtuosismo, las virtudes vocales y la agitación del fraseo, se puede decir que antes de Callas sólo Magda Olivero se compara a la soprano rumana. El personaje también adquiere un insólito relieve gracias a al sinceridad y variedad del acento, como se escucha en el recitativo "È strano" y el
cantabile (pese a algunas respiraciones a destiempo). Queda claro desde la exaltada efusión de "Di quell'amor" que estamos ante la voz llena y vibrante que sólo puede hacer justicia al papel, pero en el famoso
cri de coeur ("Amami Alfredo") han de admirarse la expansión, la amplitud y la intensidad con que recorre la extenuante frase, sin un solo pasaje débil aun en los comprometidos intervalos descendentes (cruz de las voces que no valen para Violetta). El dúo con Germont es un monumento al drama sicológico verdiano, con una Violeta frágil y femenina que canta ensimismada su "Dite alla giovine". A su lado, el veterano Schlusnus es un Germont de incomparable elegancia. Magistral, sencillamente soberano como vocalista (atiéndase al
legato y a los
dolcissimi) además la beatitud - casi hipócrita - de su canto plasma de una vez al ambiguo personaje. Rosvaenge, por su parte, sabe por supuesto cantar con dulzura cuando corresponde, pero en voz plena resulta algo pesante y enfático.
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