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1910-1933
De la cuna al escenario </center>
Maria Maddalena Olivero nació en Saluzzo el
25 de marzo de 1910, pero a los pocos años se trasladó a la cercana ciudad de Turín, donde pasó su infancia y adolescencia. Su padre,
Federico, era un gran aficionado a la lírica: de hecho, había fantaseado con la carrera de tenor en su juventud, aunque finalmente se dedicó a la magistratura. Su madre,
Adele Ravarono, era una mujer culta y sensible: su actitud liberal resultó decisiva a la hora de que sus dos hijas emprendieran carreras artísticas: la primogénita, Teresa, ingresó en la Facultad de Bellas Artes de Turín, aunque no concluyó sus estudios.
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La ciudad de Saluzzo</center>
Desde muy pequeña, Magda demostró un interés sobresaliente hacia el canto. Su ilusión por la música se hizo célebre muy pronto entre las amistades de la familia; a su vez el padre, dilettante radical, comenzó a llevarla al teatro a la tierna edad de 8 años, además de promocionarla para que cantase de solista en la iglesia.
Sin embargo, esto no quiere decir que se la considerase una niña prodigio, ni mucho menos. En el colegio obtuvo calificaciones brillantes en lengua italiana así como en otras asignaturas, pero en canto, en cierta ocasión, hubo de conformarse con un aprobado. Cuando el padre, contrariado, pidió cuentas a la profesora, ésta se escudó en decir que “cuando la clase entera intentaba cantar, solo se escuchaba su voz”. No podemos suponer que fuese excesivamente grata.
Su carácter era esquivo y solitario, teniendo más bien pocas amigas. Se limitaba a cantar, estudiar y coser, sin confesar a nadie sus aspiraciones ni sus preocupaciones juveniles.
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A los catorce años, toda una mujer.</center>
Al tiempo que cursaba la enseñanza media, estudió
piano,
armonía y
contrapunto con un profesor particular contratado por su madre. Aunque no se tratase de una familia de artistas ni nada parecido, la muchacha casi parecía destinada a ser soprano: de hecho, cuando años más tarde, finalizada la enseñanza media, la joven Magda quiso emprender estudios superiores de piano en el conservatorio, fue su padre quien la exhortó a que se inclinase por el canto.
En aquellos tiempos, la enseñanza de canto lírico más prestigiosa de Turín se impartía en el
EIAR (Ente Italiano per le Audizioni Radiofoniche). Olivero decidió intentar el ingreso en esta escuela, para lo cual tuvo hasta tres maestras preparatorias que se sucedieron en breve tiempo. La enseñanza recibida no debió cuajar, a juzgar por la opinión del director Ugo Tansini tras escucharla en su primera audición para el EIAR: “Esta muchacha no tiene ni voz, ni musicalidad, ni personalidad. No tiene nada.”
Ante tan duras palabras no se arredró la Olivero, sino que se empeñó por conseguir una segunda audición. Tansini seguía presidiendo el jurado, pero en esta ocasión estaba también invitado el maestro
Luigi Gerussi. Éste sí quedó satisfecho, hasta el punto de enfrentarse al presidente del jurado: “En mi opinión, os equivocáis: esta muchacha posee tanto voz como personalidad, y habéis estado a punto de frustrar la aparición de ambas cosas.” Tansini replicó: “Gigino, ¿vas a ocuparte tú de ella? Si quieres perder el tiempo, eres libre de hacerlo.”
Dicho y hecho: Magda comenzó de inmediato a estudiar con el maestro Gerussi. Merece la pena señalar que Luigi Gerussi había sido profesor acompañante de
Cotogni durante sus últimos años en
Santa Cecilia, de modo que por su clase habían pasado también muchos de los más grandes cantantes de la época. Además, Gerussi nos sirve de puente a la hora de entender la pureza técnica de la Olivero, que remite al ideal de la
escuela de canto decimonónica.
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El gran barítono y maestro Antonio Cotogni</center>
Junto a su nuevo maestro, la joven soprano escuchó por primera vez de la importancia de la
respiración, del diafragma y del
sostegno. Sus anteriores maestras se habían limitado a hacerla ejercitar la glotis a fin de alcanzar la agilidad, la
coloratura, mediante ejercicios en ocasiones perniciosos. Era la primera vez que se le hacía ver la importancia del
fiato y del empleo, no solo de todo el cuerpo, sino de
toda la persona, que el canto requiere.
Los primeros seis meses de enseñanza fueron, por lo que parece, especialmente duros. Pese a sus denodados esfuerzos y a su capacidad torácica normal, o incluso mejor de lo normal, la joven no era capaz de vocalizar más de cinco o seis notas de seguido. Pero pasados estos seis meses de intensa gimnasia respiratoria, la voz cambió a tal punto que el maestro la volvió a presentar ante el tribunal del EIAR. En esta ocasión tuvo que retractarse Ugo Tasini de su anterior juicio.
Además de ser el responsable de su perfecta técnica respiratoria, Gerussi también le inculcó los preceptos digamos morales o filosóficos de la escuela de Cotogni, de los cuales el mayor es:
observar, tanto en la vida como en el arte, la máxima humildad y modestia. Siguiendo esta enseñanza, Olivero dice que siempre ha concebido el arte como una
misión. Es curioso que los cantantes en los que más influyó esta visión de un tanto salvífica -y que en realidad nada tiene de humilde-, fueron tal vez los que menos trataron a Cotogni: Lauri-Volpi, que apenas pudo aprovechar su estancia en Santa Cecilia durante los meses previos a la I Guerra Mundial, y Magda Olivero, que ni siquiera le conoció.
Falta señalar que, al tiempo que aprendía canto, siguió durante algo más de un año un curso de danza de acuerdo al método
eurítmico de
Dalcroze. Este método consiste en la enseñanza de una gimnasia rítmica que sirve, en teoría, para establecer una correcta relación entre cuerpo y movimiento sobre el escenario, englobando la música, la danza y la mímica en una visión teatral única.
Para finales de
1932, Gerussi consideró a su discípula preparada para el
debut radiofónico. El 2 de diciembre de ese año cantó la pieza sacra
I misteri dolorosi de Ninno Castozzi en la radio turinense. En enero del año siguiente comienza su andadura teatral, pero eso lo veremos en la próxima entrega.
Antes de empezar a escucharla, os propongo ver esta entrevista, que puede servir como resumen de todo lo antedicho (y de otras cosas que se dirán después). Podéis comprobar al paso la envidiable vitalidad y lucidez de las que hacía gala en su 99 cumpleaños:
<center>[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=UbCJV2eDdR4[/youtube]
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=Ag4BH72mbEU&feature=related[/youtube]</center>