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Por si no os habéis enterado todavía, Maria Maddalena Olivero cumplirá 100 años el día 25 del presente mes. Habría sido una lástima desaprovechar esta oportunidad para indagar, aunque sea poco, sobre esta leyenda viva y afortunadamente lúcida de la historia de la lírica. Espero que lo que aquí se comente sea de vuestro interés.

Como sabéis, no soy el más indicado para conduciros por este paseo sobre la vida, la voz y el arte de esta gran señora. No sólo por la magnitud de la figura, o por el repertorio que se extiende hasta obras contemporáneas por mí ignoradas, sino por un hecho que a muchos no os pasará desapercibido: no tengo ni idea de sopranos.

Bien, es cierto. Entonces, ¿qué es lo que me llama la atención de la Olivero como para haberme metido en la boca del lobo? ¿Por qué me interesa más que otras sopranos ilustres, tanto anteriores a ella como, sobre todo, posteriores?

La respuesta es larga de argumentar. Como veremos a lo largo de este mes, Magda Olivero es una cantante excepcional, podría decirse incluso que extraña, en muy diversos sentidos:

Lo primero que llama la atención es su carrera misma: ocho años (1933-1941) de rapidísimo ascenso que concluyen en una retirada prematura, diez años de ausencia de la escena, y vuelta los teatros a los 41 años (1951), para permanecer allí durante treinta años más. Como resultado de esta peculiar distribución de etapas, Olivero debutó buena parte de los papeles que más éxito le reportaron a una edad en la que la mayoría piensan ya en retirarse, o en cualquier caso tienen poco nuevo que añadir.

No menos singular que su carrera es su voz, inconfundible incluso para los que no tenemos hábito de escuchar sopranos. Dotada de un instrumento de limitadas capacidades naturales, el estudio constante le permitió alcanzar una agilidad propia de una soprano de coloratura y una técnica respiratoria absolutamente perfecta. Pero la trémula voz, que parecía destinada a personajes como Lucia o Gilda, se desarrolló hasta el punto de afrontar algunos de los papeles más representativos del repertorio spinto. A juzgar por la longevidad y por el éxito obtenido, no podemos decir que equivocase el camino.

Es también singular su arte, indisolublemente ligado a una técnica vocal que, en opinión de Celletti, fue “la más evolucionada que se escuchase entre las sopranos y mezzosopranos anteriores a la aparición de la Callas”. Su grado de identificación con los personajes que abordaba se deja ver es estas palabras que ella misma pronunció:



Y, por último, aunque será de lo que menos se hable aquí, Magda Olivero fue y es un singular personaje. Una mujer culta y educada, no precisamente humilde pero tampoco endiosada, cuya biografía ha de ser interesante a fuerza de años de carrera y de artistas conocidos a lo largo de la misma.

Para no volverme ni volveros locos, tengo pensado ir intercalando audiciones comentadas, citas y episodios de su carrera en este mismo hilo, todo ello en orden más o menos cronológico.

Por supuesto, cuento con vuestra colaboración, vuestros oídos y vuestras bases de datos mentales.

Esto tiene muy buena pinta, señor Dengakuman. Seguiré el hilo con atención.

Magnífica declaración de intenciones, DengaQ. Con esa trayectoria, Magda Olivero es un personaje realmente atractivo. Que pueda celebrar sus 100 años el día 25, y que todos lo celebremos con ella.

Me sumo a lo dicho por Maese Carestini...y añado que seguiré con mucho interés a todo lo que pongas sobre LA SIGNORA.

Bien sabes que en cierto modo ahondé más en ella gracias a ti.

Lo seguiré como y cuando pueda, me interesa mucho

Estupendo arranque, Dengaku. Seguiremos atentos.

Desde luego el inicio de este hilo es muy sugerente y provoca muchísimo interés. Magda Olivero es una de mis sopranos favoritas, para mí es Fedora, una óperas que desde siempre me conmueve y que me escucho a menudo. Gracias y seguiré con mucha atención el desarrollo de esta cantante del mes

Grande, grande la Olivero.

Todo mi apoyo a este hilo y que la sublime centenaria siga cumpliendo años.

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1910-1933

De la cuna al escenario </center>

Maria Maddalena Olivero nació en Saluzzo el 25 de marzo de 1910, pero a los pocos años se trasladó a la cercana ciudad de Turín, donde pasó su infancia y adolescencia. Su padre, Federico, era un gran aficionado a la lírica: de hecho, había fantaseado con la carrera de tenor en su juventud, aunque finalmente se dedicó a la magistratura. Su madre, Adele Ravarono, era una mujer culta y sensible: su actitud liberal resultó decisiva a la hora de que sus dos hijas emprendieran carreras artísticas: la primogénita, Teresa, ingresó en la Facultad de Bellas Artes de Turín, aunque no concluyó sus estudios.

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La ciudad de Saluzzo</center>
Desde muy pequeña, Magda demostró un interés sobresaliente hacia el canto. Su ilusión por la música se hizo célebre muy pronto entre las amistades de la familia; a su vez el padre, dilettante radical, comenzó a llevarla al teatro a la tierna edad de 8 años, además de promocionarla para que cantase de solista en la iglesia.

Sin embargo, esto no quiere decir que se la considerase una niña prodigio, ni mucho menos. En el colegio obtuvo calificaciones brillantes en lengua italiana así como en otras asignaturas, pero en canto, en cierta ocasión, hubo de conformarse con un aprobado. Cuando el padre, contrariado, pidió cuentas a la profesora, ésta se escudó en decir que “cuando la clase entera intentaba cantar, solo se escuchaba su voz”. No podemos suponer que fuese excesivamente grata.

Su carácter era esquivo y solitario, teniendo más bien pocas amigas. Se limitaba a cantar, estudiar y coser, sin confesar a nadie sus aspiraciones ni sus preocupaciones juveniles.

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A los catorce años, toda una mujer.</center>
Al tiempo que cursaba la enseñanza media, estudió piano, armonía y contrapunto con un profesor particular contratado por su madre. Aunque no se tratase de una familia de artistas ni nada parecido, la muchacha casi parecía destinada a ser soprano: de hecho, cuando años más tarde, finalizada la enseñanza media, la joven Magda quiso emprender estudios superiores de piano en el conservatorio, fue su padre quien la exhortó a que se inclinase por el canto.

En aquellos tiempos, la enseñanza de canto lírico más prestigiosa de Turín se impartía en el EIAR (Ente Italiano per le Audizioni Radiofoniche). Olivero decidió intentar el ingreso en esta escuela, para lo cual tuvo hasta tres maestras preparatorias que se sucedieron en breve tiempo. La enseñanza recibida no debió cuajar, a juzgar por la opinión del director Ugo Tansini tras escucharla en su primera audición para el EIAR: “Esta muchacha no tiene ni voz, ni musicalidad, ni personalidad. No tiene nada.”

Ante tan duras palabras no se arredró la Olivero, sino que se empeñó por conseguir una segunda audición. Tansini seguía presidiendo el jurado, pero en esta ocasión estaba también invitado el maestro Luigi Gerussi. Éste sí quedó satisfecho, hasta el punto de enfrentarse al presidente del jurado: “En mi opinión, os equivocáis: esta muchacha posee tanto voz como personalidad, y habéis estado a punto de frustrar la aparición de ambas cosas.” Tansini replicó: “Gigino, ¿vas a ocuparte tú de ella? Si quieres perder el tiempo, eres libre de hacerlo.”

Dicho y hecho: Magda comenzó de inmediato a estudiar con el maestro Gerussi. Merece la pena señalar que Luigi Gerussi había sido profesor acompañante de Cotogni durante sus últimos años en Santa Cecilia, de modo que por su clase habían pasado también muchos de los más grandes cantantes de la época. Además, Gerussi nos sirve de puente a la hora de entender la pureza técnica de la Olivero, que remite al ideal de la escuela de canto decimonónica.

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El gran barítono y maestro Antonio Cotogni</center>
Junto a su nuevo maestro, la joven soprano escuchó por primera vez de la importancia de la respiración, del diafragma y del sostegno. Sus anteriores maestras se habían limitado a hacerla ejercitar la glotis a fin de alcanzar la agilidad, la coloratura, mediante ejercicios en ocasiones perniciosos. Era la primera vez que se le hacía ver la importancia del fiato y del empleo, no solo de todo el cuerpo, sino de toda la persona, que el canto requiere.

Los primeros seis meses de enseñanza fueron, por lo que parece, especialmente duros. Pese a sus denodados esfuerzos y a su capacidad torácica normal, o incluso mejor de lo normal, la joven no era capaz de vocalizar más de cinco o seis notas de seguido. Pero pasados estos seis meses de intensa gimnasia respiratoria, la voz cambió a tal punto que el maestro la volvió a presentar ante el tribunal del EIAR. En esta ocasión tuvo que retractarse Ugo Tasini de su anterior juicio.

Además de ser el responsable de su perfecta técnica respiratoria, Gerussi también le inculcó los preceptos digamos morales o filosóficos de la escuela de Cotogni, de los cuales el mayor es: observar, tanto en la vida como en el arte, la máxima humildad y modestia. Siguiendo esta enseñanza, Olivero dice que siempre ha concebido el arte como una misión. Es curioso que los cantantes en los que más influyó esta visión de un tanto salvífica -y que en realidad nada tiene de humilde-, fueron tal vez los que menos trataron a Cotogni: Lauri-Volpi, que apenas pudo aprovechar su estancia en Santa Cecilia durante los meses previos a la I Guerra Mundial, y Magda Olivero, que ni siquiera le conoció.

Falta señalar que, al tiempo que aprendía canto, siguió durante algo más de un año un curso de danza de acuerdo al método eurítmico de Dalcroze. Este método consiste en la enseñanza de una gimnasia rítmica que sirve, en teoría, para establecer una correcta relación entre cuerpo y movimiento sobre el escenario, englobando la música, la danza y la mímica en una visión teatral única.

Para finales de 1932, Gerussi consideró a su discípula preparada para el debut radiofónico. El 2 de diciembre de ese año cantó la pieza sacra I misteri dolorosi de Ninno Castozzi en la radio turinense. En enero del año siguiente comienza su andadura teatral, pero eso lo veremos en la próxima entrega.

Antes de empezar a escucharla, os propongo ver esta entrevista, que puede servir como resumen de todo lo antedicho (y de otras cosas que se dirán después). Podéis comprobar al paso la envidiable vitalidad y lucidez de las que hacía gala en su 99 cumpleaños:

<center>[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=UbCJV2eDdR4[/youtube]

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=Ag4BH72mbEU&feature=related[/youtube]</center>

Jo, qué historia más interesante.
Gracias por descubrirme estos grandes desconocidos, al menos para mí.

Un placer seguir tu relato.

A los grandes más grandes de todas las disciplinas siempre les han dicho que no valían para nada, como le pasó a Olivero. Y ahí la tienen :

Una de las más grandes sopranos no sólo de la historia del siglo XX, sino de toda la historia del canto, porque de una voz humilde (que supongo que en vivo debía ser un poco tapada por la orquesta) se creó una técnica impresionante (fruto de un trabajo incansable) que le ha permitido conservar su voz hasta hoy. Ahí tenemos, y espero que los coloques, denga, los youtubes de una Olivero octogenaria y nonagenaria que le da treinta vueltas a muchas jóvenes de hoy...

Ese tipo de cantantes son los que sientan cátedra, y hacen historia del canto.

En el libro de Jerome Hines, "Great singers on great singing", Magda Olivero cuenta esto sobre Luigi Gerussi:

Me abrió los ojos. Por fin entendí cuál era la técnica. Nadie me había hablado del diafragma... Sostener el sonido... ¡Nada! Tenía tanta energía: cerraba los puños bajo mi cara y gritaba: "Apoyo, apoyo".
Un día le dije: "Maestro, no puedo hacerlo. Me agota usar todos esos músculos que nunca había empleado." - Me contestó - "Ésta es la última vez que dices que no puedes. ¡Esas palabras no deben existir! Si hace falta he de verte muerta para que lo consigas. ¡Muérete después si quieres, pero harás lo que quiero!"

Un figura.

Si interesa, la entrevista dura varias páginas.

mu bien, DengaQ, realmente interesante!

Estare muy atento, todo lo expuesto es sumamente interesante Que ganas tenia ya de Magda.

Creía que el cantante del mes iba a ser Leonard Warren, que dentro de dos días (4 de marzo) se cumplen 50 años de su sorprendente muerte en el escenario del Met mientras interpretaba La Forza del destino (ópera del mes pasado).
Pero, desde luego, cumplir 100 años también es algo excepcional y más tratándose de una magnífica soprano, que cantó hasta una edad hoy casi impensable. No sabía que estaba viva y no sé por qué me hacía la idea de que era brasileña.
Buena elección, sin duda, Dengakuman. Mejor honrar a los vivos que homenajearlos ya fallecidos.