VIOLETTA (PARTE II)
En 1954, Callas debuta en los Estados Unidos, concretamente en Chicago (ya hemos visto que su primera aparición fue en Norma). En esa misma temporada con la Lyric Opera, durante el mes de noviembre, aborda el papel de Violetta, con un elenco encabezado por Leopold Simoneau y Tito Gobbi (vaya combinación más extraña; de estos no se puede decir: de tal palo tal astilla), con Nicola Rescigno dirigiendo la orquesta.
El 28 de mayo de 1955 se produce uno de los hitos de la carrera de María Callas, y de la historia de la representación operística en el siglo XX. El Teatro alla Scala pone en escena La Traviata, en una nueva producción realizada por Luchino Visconti, con decorados pintados por Lila de Nobili, y un elenco encabezado por Callas, di Stefano y Bastianini, bajo la batuta del maestro Carlo Maria Giulini.
De esta producción se han escrito páginas y páginas. Visconti y sus colaboradores crearon una atmósfera que en el teatro debió haber sido increíble, porque las abundantes fotografías existentes lo dejan a uno con la boca abierta (en algunos de los youtubes que he colocado hay generosas y elocuentes selecciones).
La génesis de esta Traviata no fue sencilla. Desde que Callas entra con pie seguro en La Scala para abrir la temporada 1951-1952 (con Elena en I Vespri Siciliani), insistió una y otra vez en que su mayor deseo era cantar La Traviata. Quizás porque sabía que era un rol en el que era insuperable. Y tal vez porque quería hacerle una maldad a Renata Tebaldi, quien había sido la última Violetta milanesa, obteniendo un importante revés con ese rol en el teatro que había sido su casa y que la griega ahora venía a disputarle.
Después de muchas insistencias y pleitos con Ghiringhelli, quien temporada tras temporada prometía Traviata y al final no le montaba la ópera, Callas logró imponerse y el teatro accedió a que la puesta en escena estuviera a cargo de Visconti, con quien Callas ya había logrado grandes éxitos en el coliseo milanés.
Los ensayos fueron arduos, a veces surgieron tensiones entre Callas y Visconti (quienes pelearon especialmente por un sombrero que el director quería que la soprano usara en el último acto), pero el elemento más discordante de la producción fue di Stefano, quien se negaba a ensayar y aparentemente estaba celoso de la atención que se centraba en Callas. De hecho, el tenor cantaría únicamente en la premiere, puesto que luego abandonaría la producción y sería sustituido por Giacinto Prandelli.
Como es sobradamente conocido, se conserva en un registro de audio, de sonido mediocre, la noche inaugural de esta producción, con Callas en estado vocal inferior a sus Traviatas de 1951, 1952 y 1953, pero exhibiendo una comprensión del papel insuperable y una interpretación mucho más refinada. Di Stefano es di Stefano, y Bastianini exhibe su bellísimo timbre, sin ofrecer muchos matices (lo cual es una pena). La dirección de Giulini es estupenda.
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Esta producción fue repuesta entre enero y abril de 1956, con Callas, Gianni Raimondi y Ettore Bastianini (Protti y Tagliabue, éste último en su despedida de La Scala, también cantaron Germont). Se conserva (y no es muy conocida) la función del 19 de enero de 1956, con audio también defectuoso. Aquí Callas ofrece, si es que es posible, un todavía mayor dominio del papel, considerando que ya era una producción que había cantado el año anterior y en la que se sentiría más cómoda que en una noche inaugural. La reacción del público es de total delirio.
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Esta escenificación de Traviata llegó a estar tan asociada con Callas, que cuando en 1964 se intentó un revival de esta producción, los llamados “viudos de la Callas” masacraron a Mirella Freni (y luego a Anna Moffo), en noches de escándalo que hicieron que La Scala abandonara todo intento de montar esta ópera hasta 1990, cuando regresó a dicho teatro bajo la égida de Riccardo Muti y Liliana Cavani, con esa mala copia de la Callas que fue Tiziana Fabriccini.
Las siguientes Traviatas de Callas no vendrán sino hasta febrero de 1958, cuando se presenta con el rol ante el público del MET. Como Alfredo se alternan Daniele Barioni y Giuseppe Campora, Germont es Mario Zanasi y el director es Fausto Cleva.
De la primera función, el crítico Winthrop Sargeant, del New Yorker, escribiría lo siguiente:
“Last week, Miss Callas returned to the Metropolitan in a more congenial role, that of Violetta in "La Traviata"-and this time, I must say, she left me in complete agreement with the most fervent of her admirers, who bellowed and thundered their approval after every aria. Taken as a whole, her interpretation of the part was far and away the finest that I have encountered at the Metropolitan or anywhere else in all the years I have been listening to opera. The high notes again wobbled very slightly now and then, but I am beginning to accept the reedy tone quality as a characteristic of Miss Callas's vocal personality; when one has become used to it, it seem to add intensity to her singing. Hers in not a pure, innocent voice (pure, innocent voices are a dime a dozen) but a fiery conveyance for female passion, and it is used with amazing skill to underline each shifting mood of this extremely subtle role. What emerges is a highly personal interpretation of Violetta, in which it is impossible to disentangle the dramatic elements from the vocal ones. I might go on to say that Miss Callas's technique, marksmanship, feeling for musical emphasis, and so on, were as impeccable as usual, but in appraising these isolated ingredients of her singing (which can be objectively compared to similar ingredients in the work of other great singers) I would be missing the real crux of the matter, which lies in the way the ingredients are combined into total dramatic projection. I might also call attention to her acting, which-in this role, at least-would quality as extraordinarily perceptive and gripping even by the standards of the legitimate stage, but the fact remains that, in her approach to the role, to act is to sing and to sing is to act. The entire interpretation, from the aria "Sempre libera," in the first act to Violetta's death, just before the final curtain, was one of those electrifying fusions of music, theatre, and personality that operagoers are only occasionally privileged to witness, and are seldom able to forget”.
En marzo de 1958, Callas participa en dos funciones de Traviata en el Teatro San Carlos de Lisboa, que también han entrado en la leyenda. La acompañan un jovencísimo y extraordinario Alfredo Kraus, más el barítono Mario Sereni, dirigidos por Franco Ghione.
De la primera función, aparte de conservarse el audio que todos conocemos, se preservan algunos fragmentos en video que nos hacen tener la esperanza de que algún día saldrá, de los archivos de algún coleccionista poco generoso, el video completo (o alguna porción más sustancial) de esta Traviata.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=hUz5hPRqxig[/youtube]
En junio de 1958, Callas lleva su Violetta a otro de los escenarios donde era favorita: el Covent Garden londinense. Sus colegas son Cesare Valletti y Mario Zanasi, dirigidos por Nicola Rescigno, en una producción del famoso director teatral Tyrone Guthrie. En esta Traviata, igual que en la de Lisboa, Callas exhibe unos medios más frágiles, pero la introspección alcanzada al interpretar el papel es cada vez más notable. De una de las funciones se conserva lo que será el último audio disponible de la Violetta de nuestra soprano.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=s55I3RvADXA&NR=1[/youtube]
En octubre de 1958, Callas canta sus últimas Violettas, en Dallas, en un montaje hecho especialmente para ella por Franco Zeffirelli, con el tenor Nicola Filacuridi y Giuseppe Taddei, una vez más bajo la batuta de Rescigno.
Se suponía que en 1959 Callas cantaría sucesivamente Traviata y Macbeth en el MET, pero ocurrió el desacuerdo con Rudolf Bing, ya que Callas se negó a actuar con tan pocos días de separación entre uno y otro rol, y el contrato fue terminado (no volvería a actuar en Nueva York sino hasta las dos funciones de Tosca del año 65, de las que ya hemos hablado). Se habló en los años 60 de un regreso de Callas como Traviata, Zeffirelli quiso hacer una película (que finalmente haría con la Stratas en los años 80), pero ningún intento cristalizó.
Nos quedan, sin embargo, una grabación en estudio y cinco registros en vivo que dan testimonio de la que para este servidor –y sin negar la excelencia de otras exponentes- es la más grande Violetta de la que se tenga constancia.