Siendo asi, creo que si pudiera me iria inmediatamente a vivir a Buenos Aires

Madama Butterfly" impuso su misterio
LA NACION: ****
Drama lírico " Madama Butterfly ", de Giacomo Puccini. Libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, basado en un cuento de John Luther Long. Elenco: Patricia Gutiérrez (Cio-Cio-San), Juan Carlos Vasallo (Pinkerton), Gabriela Cipriani Zec (Suzuki), Celina Torres (Kate) Alberto Jáuregui Lorda (Sharpless), Carlos Iaquinta (Goro), Mirko Thomas (Yamadori), Oreste Chlopecki (Tío Bonzo), Fernando Alvar Núñez (Oficial del Registro). Escenografía: Marta Parga. Vestuario: Mónica Toschi. Regisseur: Daniel Helfgot. Coro Estable, preparado por Luis Clemente. Orquesta Estable. Director concertador: Mario Perusso.
Teatro Argentino de La Plata



La reposición de "Madama Butterfly", de Puccini, en el Teatro Argentino de La Plata, reiteró el poder de fascinación que invariablemente provoca su audición. Una vez más, y en contados instantes, la música y la situación que plantea el libreto ejercieron su misterioso embrujo. Entonces, una atmósfera de concentrada emotividad se generó en la gran sala, acompañada por un silencio profundo y una quietud total del público asistente. Es que el talento creador del autor apareció como el gran protagonista.

Pero esto no quiere significar que la soprano Patricia Gutiérrez no haya sido una excelente creadora de Cio-Cio-San. Todo lo contrario. Es que ella y todo el elenco de cantantes, los responsables de la puesta escénica y la dirección musical, transitaron el único camino de los artistas que se ponen al servicio de la obra con humildad, con pasión profesional, sencillez y dando todo lo que cada uno es capaz de ofrecer por respeto al autor. Y esto aconteció en La Plata.

El maestro Mario Perusso, al frente de un equipo idóneo, brindó una vez más su conocida versión de la obra. Con ese fraseo sumamente refinado pero visceral, con toda su mesura rítmica para manejar las dinámicas y obtener la mayor emoción de las frases melódicas, tan bellas y conmovedoras que aseguran la inmortalidad de la obra. Y esa expresión tan honda y cargada de emoción de la música se fue agigantando al compás del drama, hasta alcanzar en el final el impacto tan esperado por todos, pero a la vez tan diferente según la sensibilidad de cada artista.

Al mismo tiempo provocó deleite estético escuchar tan hermoso equilibrio entre foso orquestal y voces en el escenario. Hasta algunas pequeñas fallas de lectura o distracciones en la precisión de los pasajes rítmicos por parte de algunos instrumentistas no alcanzaron a desteñir un resultado artístico de mérito, en el que tuvo intervención positiva el excelente coro preparado por Luis Clemente.

Ya se dijo que Patricia Gutiérrez fue una creadora del personaje central. Y así fue, porque hubo nobleza y sobriedad en su trabajo, porque fue hábil para no forzar su voz en los pasajes más comprometidos y, sencillamente, porque antes de hacer un alarde de potencia vocal prefirió hacer música, acentuando el valor de la intencionalidad de las palabras, todo ello con una actuación templada y contenida.

Por su parte, el tenor Juan Carlos Vasallo aportó su segura musicalidad, su grato timbre y su buen gusto en el fraseo, aunque el trazado de su personaje desde el punto de vista de la personalidad que muestra Pinkerton fue algo equivocado en el primer acto y excelente en el tercero, un asunto en el que el artista seguramente no es totalmente responsable.

No agradó ver tanta adicción al whisky aun después de brindar con Sharplees y menos esa rusticidad al mostrarse en camiseta cuando llega Cio-Cio-San en ese pasaje de inspiración y delicadeza pucciniana del mejor cuño y cuando está por llevarse a cabo una ceremonia japonesa de la que seguramente el oficial de la marina tenía noticia, dos detalles que pueden evitarse en un soplo.

Así como fue seguro el canto del tenor, el barítono Alberto Jáuregui Lorda, compuso un cónsul norteamericano, impecable en su naturalidad como actor, emotivo en la forma de decir, conmovedor en la escena de la carta y en el final y medido en el canto. La mezzosoprano Gabriela Cipriani Zec trazó una muy buena Suzuki, segura, de buena voz y muy atinada para transmitir ese dolor del personaje que presiente el trágico destino. El tenor Carlos Iaquinta fue un Goro correcto en el decir y vivaz en sus desplazamientos y actitudes, en tanto que la mezzosoprano Celina Torres fue una excelente Kate. Los otros personajes episódicos merecieron voces de mayor calidad y sonoridad que las escuchadas.

Con nada todo

Una escenografía sintética en sus líneas y tan delicada como un ikebana, diseñada por Marta Parga, enaltecida por la muy buena iluminación aportada por Raúl Bongiorno y Daniel Helfgot, permitió a este último ofrecer una versión visual atractiva con detalles de refinado buen gusto y exhibiendo el tino de un régisseur que no pretendió ser el dueño exclusivo del espectáculo, sino el recreador de una acción teatral perfectamente establecida por sus autores, pero además, con la habilidad de haber logrado un grato espectáculo con muy poco, pero con mucho talento.

El público ofreció un largo y prolongado aplauso, que seguramente se ha de repetir en las próximas funciones del viernes y del martes 30, a las 20.30, y el domingo 28, a las 17.

Juan Carlos Montero

"Aida", en Paraná y al aire libre
La famosa ópera de Verdi se representó en el parque Urquiza



PARANA.- La representación de la ópera "Aida" al aire libre, junto a la ribera del Paraná, un sitio excepcional de esta bella ciudad, con la asistencia de varios miles de espectadores, marcó un hito histórico en la vida artística y cultural de la capital entrerriana.

"Aida", una de las óperas más populares de Giuseppe Verdi, contó con la participación de 350 artistas en escena, entre cantantes, músicos, bailarines y figurantes locales, a los que se sumaron figuras de relieve de la lírica, pertenecientes al Teatro Colón. Constituyó un acontecimiento que será recordado por la aceptación masiva de la población paranaense y de otros sitios del país, presentes desde hora temprana en las barrancas del parque Urquiza.

La función ofrecida fue la primera de una serie programada para los años próximos y pertenece al proyecto Opera en Paraná, auspiciado por el gobierno de la provincia y la Municipalidad de la ciudad, con el aporte de Fundamús (Fundación para la Música) que, además de crear un espacio cultural con participación de la población, aspira a movilizar a cuerpos técnicos y artísticos locales.

Ni la noche destemplada ni los inconvenientes surgidos para que el público multitudinario accediese a los lugares prefijados frente al escenario -lo que demoró una hora el comienzo de la representación- afectaron el lucimiento de este espectáculo, que se prolongó hasta la madrugada. Hubo coloridos intervalos en los que egipcios y etíopes (enemigos en escena) confraternizaban animadamente en las inmediaciones, y las bailarinas tomaban café para reparar fuerzas.

Un espectáculo atrayente

Al genio lírico-dramático de Verdi se sumó una eficaz sonorización de las voces sin distorsiones, adecuada iluminación escénica y una pantalla gigante al lado del escenario que posibilitó una mejor lectura expresiva de los gestos, además de la necesaria traducción de los textos cantados. El resto fue el fervor lírico conjunto que pusieron sus intérpretes en este espectáculo majestuoso. Los conflictos personales y políticos que combina el libreto original de Camille Du Locle, adaptado al verso italiano por Antonio Ghislanzoni, con intervención del propio Verdi, desencadenó pasiones en las voces de Vera Golob (Aída) y María Luján Mirabelli (Amneris) por el amor de un mismo hombre, Radamés (Carlos Duarte) en un triángulo de creciente intensidad expresiva hasta el trágico final.

Ideal para la imaginación

El amplio escenario, flanqueado por palmeras, con plataformas escalonadas que enmarcaron la acción en el palacio de Menfis, con la geometría de las pirámides al fondo, fueron fáciles vías para la imaginación; así, el Paraná fue el Nilo, y Radamés entró en escena con sones marciales después de haber vencido a los invasores. Duarte animó el personaje con autoridad, excelente emisión vocal, vibrante y generosa, y su "Celeste Aída" tuvo emotiva expresión. También Golob y Mirabelli dieron lo mejor de sí, con expresivos acentos en su composición psicológica (la primera, unida a una muy buena línea de canto, y la segunda, a una conmovedora acción dramática junto a un atrayente color vocal). El bajo Juan Barrile fue muy convincente en su Ramfis y el barítono Enrique Gibert Mella (Amonasro) cumplió una lucida labor. Fue eficaz Orestes Klopecki (Rey de Egipto) y expresiva la soprano Susana Caligaris, como la sacerdotisa Shapenupet (esta vez, expuesto al público).

Sin duda, la responsabilidad y eficacia con las que encaró el director de escena Eduardo Casullo el desafío de esta primera representación ha de quedar como un jalón en su carrera. También la Sinfónica de Entre Ríos, con la autorizada conducción de Reinaldo Zemba contribuyó al éxito, junto con las masas corales intervinientes (el Coro de Fundamús de Buenos Aires, el Coro Pía Malaglori de Rosario y el Coro Opera de Paraná).

La intervención del cuerpo de baile fue otro de los atractivos de esta representación, cuya escenografía cumplió un elogiable cometido. Otra colaboración sumamente eficaz fue la de la Banda Militar del Comando de la Brigada Blindada II y la de la Policía de Entre Ríos, lo cual lleva a la reflexión de que la conjunción de esfuerzos conducidos con probidad y entusiasmo creativo suele ser coronado por el éxito.

Héctor Coda

Versión cuyo único triunfador fue Puccini

Drama lírico “Manon Lescaut”, de Giacomo Puccini.
Libreto de Domenico Oliva y Luigi Illica, basado en la novela “Le histoire du chevalier des Grieux et de Manon Lescaut”, de Antoine François Prévost. Elenco: Inés Salazar, Carlos Scibelli, Gustavo Gibert, Hernán Iturralde, Gabriel Renaud, Alejandra Malvino, Pablo Pollitzer, Juan Barrile, Mario Solomonoff y Alejandro Di Nardo, Nahuel Di Pierro, Omar Di Stefano. Coro y Orquesta Estables. Escenografía: Sergio Massa. Elección de vestuario: Alicia Gumá. Iluminación: Rubén Conde. Régie: Matías Cambiasso. Director de coro: Alberto Balzanelli. Dirección musical: György Györiványi Ráth. Teatro Colón.

El hecho de destacar la excelencia del barítono Hernán Iturralde como la mejor voz del elenco, en un personaje creíble desde el punto de vista teatral, el del Geronte de Revoir que no es un protagónico, dice con claridad que la versión careció de los elementos básicos reclamados por el estilo pucciniano.

Una de esas ausencias fue la sonoridad vocal en Manon, justamente el personaje central de presencia en cada cuadro,

(....) - ASÍ QUEDAN TODOS CONTENTOS -


Entonces nos sorprendió la poca prestancia vocal de la soprano venezolana Inés Salazar de tan destacada carrera internacional: bien en general en la zona aguda, pero desanimada y descolorida en las frases centrales, por momentos tan tenues que fueron cubiertas por la orquesta.

Claro que otro de sus problemas fue el desequilibrio entre foso y escenario, que en general se mantuvo a lo largo de toda la representación, producto de la concepción errónea del maestro húngaro Gyorgy Györiványi Rath, apreciado por el público local en temporadas anteriores.

Es que en su versión encontramos un criterio marcadamente verista, correcto por la época de composición ya influida por el estreno de "Cavalleria rusticana", de Mascagni, pero que en la pluma de Puccini adquiere otros matices, otra poesía y atmósfera que de alguna manera lo eleva a un alto plano estético musical. De ahí que fuera excesiva la dinámica y el colorido orquestal del primer acto, los efectos de percusión tan ostensibles y más tarde la ausencia de una línea refinada y un canto instrumental de los temas y frases de infinita belleza melódica y emotividad expresiva.

El tenor Carlo Scibelli, que hizo su debut en Buenos Aires como el caballero Des Grieux, cantó con solvencia los momentos más comprometidos en cuanto al fraseo, luciendo un timbre cálido y un decir muy personal, con el que acertó en la faz expresiva. Sin embargo fue la forma de emitir las notas altas, con cierta pérdida de su color, donde dio una sensación de pasajes algo gritados que deslucían en parte su actuación. Por otra parte, fueron correctas las intervenciones de Gustavo Gibert, como Lescaut; de la mezzosoprano Alejandra Malvino en el delicado y sencillo madrigal, aunque con alguna inseguridad en la afinación; de Pablo Pollitzer y de Nahuel Di Pierro, muy bien como sereno y comandante del barco que lleva a las desterradas.

El resto del elenco fue eficiente; el coro del teatro en el mismo nivel de los últimos tiempos y la orquesta con un sonido de menor calidad de sus mejores momentos.

A propósito de esas mujeres de la vida que presenta el libreto, la régie las exageró gratuitamente en el tercer acto, con actitudes que para Puccini hubieran sido una ofensa, porque más allá de la crudeza de la promiscuidad de sus respectivas vidas, ahí, en ese momento, son seres humanos desnutridos y separados por una sociedad igualmente licenciosa como se pinta en los personajes de Geronte de Revoir y del primo Lescaut, ruines y tramposos.

Y una vez más el criterio escenográfico de utilizar elementos fijos creó esa inevitable sensación de monotonía que desvirtúa el lugar de la acción, tal como ocurre inevitablemente en el final, con un desierto en el que existen columnatas y cortinados destruidos de un palacio de París. Claro que siempre queda el artilugio de decir que es la imagen que recuerda "Manon Lescaut" unos instantes antes de la muerte. La iluminación no tuvo nada de artístico y el vestuario fue el resultado de la ya inaceptable costumbre de bucear en los archivos de la magnífica sastrería del Colón.

Al final el público tributó un buen aplauso negado durante la representación. Esto quiso decir que el gran triunfador fue Puccini.

Juan Carlos Montero

A modo de estadística de la Temporada 2004 de ópera en la Argentina
La cantidad de óperas representadas completas y con orquesta en la Argentina ha superado nuevamente los guarismos anteriores ya que el año 2004 trajo un nuevo record con ochenta y cuatro títulos.
Este crecimiento de la ópera en la Argentina se verifica desde finales de la década del noventa y continúa en forma ascendente a pesar de la crisis. En el año 2003 se registraron setenta obras, en el 2002 se ofrecieron sesenta y seis y en el 2001 cincuenta.

Así como la mayoría de la actividad cultural se concentra en la Capital Federal también en el rubro lírico se observa el mismo fenómeno con la más de la mitad de la oferta (cuarenta y siete títulos).

El Teatro Colón sigue siendo el más importante escenario de ópera de la Argentina con la mayor cantidad de espectáculos líricos (diecinueve títulos), con una Temporada que fue irregular, con mayores logros en el repertorio del siglo XX (en especial en la versión de Diálogos de Carmelitas de Poulenc) y muy pobre en la ópera tradicional, con poca coherencia y sin ninguna figura internacional en un Teatro que aún presume de su fama y prestigio.

Se acentuó el fortalecimiento de la ópera independiente de la ciudad de Buenos Aires con 26 títulos, que supera la cantidad ofrecida por el Colón y por toda la provincia de Buenos Aires.

El Teatro Avenida fue el más elegido por las compañías independientes para presentar sus espectáculos y con 15 obras se convirtió en el segundo teatro lírico de la Capital Federal.

La Asociación Buenos Aires Lírica nuevamente se colocó por encima del resto de las asociaciones que hacen ópera por fuera de los teatros y subsidios oficiales con su coherencia artística y su calidad de producción. Según el repaso a la Temporada 2004, efectuado por los dos diarios argentinos de mayor circulación, el mejor espectáculo de la misma se debe a esta Asociación (Ariadna en Naxos), afirmación que también podemos hacer sin temor a equivocarnos.

En la provincia de Buenos Aires se presentaron 24 títulos llevando la delantera el Teatro Roma con ocho propuestas, luego el Teatro Argentino con siete, tres en el Centro Cultural York de Vicente López, dos producciones independientes llevadas desde la Capital Federal a San Nicolás, y una en La Plata, Bahía Blanca, San Justo y Azul respectivamente.

Cuatro óperas se presentaron en Rosario, tres en el Teatro del Libertador de Córdoba, dos títulos en las ciudades de Paraná y Salta y una en Mendoza y Santiago del Estero respectivamente. Lo que totaliza sólo trece obras en el interior del país.

Algunas consideraciones

Lamentablemente son muy pocos los casos en los cuales una producción viaja por el país y así encontramos cinco propuestas distintas de La Traviata o de Dido y Eneas con diferentes producciones en diversos lugares de la República.

Pero lo que resulta más alarmante es la reiteración abusiva de ciertos títulos por diversas compañías en los mismos lugares y para el mismo público. Valgan como ejemplo las dos propuestas distintas de El Barbero de Sevilla o de Carmen para la Capital Federal o las inexplicables dos producciones de un título menor como Elisabetta Regina d’Inghilterra de Rossini también en Buenos Aires.

El crecimiento demuestra el interés por el género por parte del público y la posibilidad de los artistas de ofrecer las obras. Los grandes temas a revisar serán la variedad del repertorio, la calidad, la difusión y el financiamiento. Un reagrupamiento de instituciones tanto públicas como privadas con perfiles similares además de la coproducción de espectáculos quizás sea una forma de buscar solución a estos temas.

Otro hecho lamentable es la cancelación de espectáculos anunciados con anterioridad. Esto no sólo ocurrió con la denominada Ópera Independiente sino también con obras programadas por la Ópera de Cámara del Teatro Colón.

Así la pequeña Compañía de Ópera Cómica (PECO O PECO) debió cancelar tres títulos (Così fan Tutte, Don Pasquale y La Italiana en Argel), la Ópera del Buen Ayre no ofreció el estreno argentino de Rusalka de Dvorak previsto para diciembre, no se cantó en febrero el Dido y Eneas programado para el parque Centenario y sorpresivamente luego de la primera representación se cancelaron las funciones de Carmen ofrecida en castellano en el Teatro Lola Menbrives.

Mientras que la ópera de cámara del Colón, por razones presupuestarias, tuvo que levantar sus producciones anunciadas de Renard y El retablo de las maravillas.

A modo de Estadística

La temporada se extendió desde el 24 de febrero (Carmen en el Colón) al 19 de diciembre (Tosca en el Roma de Avellaneda), inexplicablemente no hay verdadera temporada de verano con obras al aire libre en los meses de enero y febrero.

En la Capital Federal subieron a escena cuarenta y siete espectáculos, de los cuales veintiuno fueron en entes estatales y veintiséis en emprendimientos privados.

En el Teatro Colón se representaron diecinueve óperas, quince en la Sala Principal (de las cuales nueve subieron a escena en la Temporada Oficial) y cuatro en el Centro de Experimentación.

El desglose es el siguiente

Temporada de Verano (Carmen de Bizet), Ópera para Niños (Hänsel y Gretel de Humperdink), Ópera de Cámara (El Emperador de la Atlántida de Ullmann e I due timidi de Rota), Instituto Superior de Arte (Dido y Eneas de Purcell y Gianni Schichi de Puccini’) y Temporada Oficial (La Flauta Mágica de Mozart; Don Carlo de Verdi; el estreno mundial de Fuego en Casabindo del argentino Virtú Maragno; El Oro del Rhin de Wagner, Ubu Rey de Penderecki, Diálogos de Carmelitas de Poulenc; Elisabetta, Regina D'inghilterra de Rossini; Muerte en Venecia de Britten y Manon Lescaut de Puccini).

El Centro de Experimentación estrenó tres obras: Anna O de Marcelo Delgado, Geschichte / la historia de Oscar Strasnoy y Jacob Lenz de Wolfgang Rihm. Además de ofrecer en conjunto con el Instituto Superior de Arte del Colón Le Convenienze ed Inconvenienze Teatrali de Donizetti.

En el Teatro Avenida de Buenos Aires se dieron cita cuatro instituciones que ofrecieron un total de quince títulos igualando a los ofrecidos en el Colón en su Sala Principal.

Buenos Aires Lírica presentó cinco títulos (Macbeth de Verdi; El barbero de Sevilla de Rossini, Werther de Massenet, el estreno sudamericano de Agrippina de Händel y Ariadna en Naxos de Strauss); Juventus Lyrica cuatro espectáculos con un total de cinco obras (Don Giovanni de Mozart, La Mano de Bridge de Barber; La Médium de Menotti; El Murciélago de Strauss y La Traviata de Verdi); la empresa Matt Hungo Producciones ofreció tres zarzuelas y una opereta (La Corte de Faraón de Vicente Lleo, La Verbena de la Paloma de Bretón, La del Soto del Parral de Soutullo y Vert y La Viuda Alegre de Lehar) y La Casa de la Ópera de Buenos Aires su producción del Nabucco verdiano.

En otros espacios de la Capital Federal como el Auditorio de Belgrano, el Teatro Presidente Alvear, el Museo de Arte Decorativo, los Teatros Gargantúa, Lola Membrives, Astral, Santa María, Xirgu y los espacios alternativos la Manufactura Papelera y Apacheta se ofrecieron un total de trece óperas (El Castillo de Barbazul de Bela Bartok, La Ópera de Tres Centavos de Weill, Ami, El Niño de las Estrellas de Ricardo Ayas, Armide de Lully, la versión castellana de Carmen de Bizet, El Barbero de Sevilla de Rossini, Día de Fiesta del argentino Francisco Vázquez, Dido y Eneas de Purcell, la versión escénica de The Fairy Queen también de Purcell, Elisabetta, Regina D'inghilterra de Rossini, La Serva Padrona de Pergolesi, La Traviata de Verdi e Il Segreto di Susana de Wolf-Ferrari). Dos corresponden a emprendimientos oficiales y el resto a privados (La Casa de la Ópera de Buenos Aires, PECO O PECO, Academia Bach, FUNDAMÚS, Ensamble Lírico Orquestal, Ópera de Cámara de Buenos Aires, Lysios Ensamble y El Arte x el Arte, entre otros).

En la provincia de Buenos Aires se presentaron 24 títulos que se desglosan de la siguiente manera:

En La Plata (la capital provincial) se ofrecieron ocho títulos. Siete en el Centro de las Artes Teatro Argentino (Aida de Verdi, Romeo y Julieta de Gounod, La del Soto del Parral de Soutullo y Vert, I Pagliacci de Leoncavallo junto a La Voz Humana de Poulenc, el estreno mundial de Sonata de Primavera del argentino Jorge Fontenla y Madama Butterfly de Puccini) y el Dido y Eneas ofrecido por el Conservatorio Gilardo Gilardi en marzo.

El Teatro Roma de la ciudad de Avellaneda con ocho propuestas demostró que con ideas, trabajo y buena dirección puede convertirse en el teatro estatal de alternativa que la ópera necesita. En esta sala subieron a escena tres co-producciones (La Flauta Mágica en versión para niños auspiciada por la Fundación Konex, Las Bodas de Fígaro de Mozart junto al Conservatorio Julián Aguirre de Banfield y Dido y Eneas con el coro y la orquesta de la Universidad de Buenos Aires) y cinco obras con la orquesta Municipal de Avellaneda y producción propia (La Hija Del Regimiento de Donizetti, El Empresario Teatral de Mozart, L'elixir D'amore de Donizetti, Rigoletto de Verdi y Tosca de Puccini).

En la localidad de Vicente López el Centro Cultural York presentó en marzo Bastian y Bastiana de Mozart con la orquesta sinfónica municipal de Vicente López y un doble programa en octubre efectuado en conjunto con el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón (el estreno mundial de Il Sogno D'ulysse; de Bruno D'astoli y La Dirindina de Scarlatti), totalizando tres títulos.

En la ciudad de San Nicolás se ofrecieron dos espectáculos en el Teatro Rafael de Aguiar llevados por compañías independientes desde la Capital Federal. Juventus Lyrica presentó en mayo su Don Giovanni y la pequeña Compañía de Ópera Cómica (PECO O PECO) llevó su Barbero de Sevilla en el mes de octubre.

Gran importancia adquirió la vuelta de la ópera a la localidad de Azul de la mano del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón que llevó su producción de Le Convenienze ed Inconvenienze Teatrali de Donizetti al Teatro Español el 3 de diciembre.

En Bahía Blanca se cantaron dos funciones de La Traviata de Verdi en agosto y la siempre presente Dido y Eneas se ofreció en San Justo en el mismo mes.

El interior de la Argentina

Pobre ha sido la estadística del resto de las provincias. Es lamentable que varias de ellas que en los últimos años habían ofrecido espectáculos en este año reseñado no tuvieran actividad como San Juan, Neuquen, Chaco, Corrientes y Tucumán que inexplicablemente no presentó óperas en su tradicional ‘Septiembre Musical’.

En Rosario (provincia de Santa Fe) se cantaron cuatro títulos. Dos en la Fundación Astengo (L'occasione Fa Il Ladro de Rossini en co-producción con La Ópera de Cámara del Colón y La Viuda Alegre de Lehar) y otros dos en el Teatro El Círculo que conmemoró su Centenario (Otello de Verdi y El Barbero de Sevilla de Rossini).

De a poco el Teatro del Libertador de Córdoba parece retomar el rumbo y en esta Temporada ofreció tres títulos: la ópera para niños El Arcón de Sancho Panza de Oscar Escalada, los estrenos locales de Don Giovanni de Mozart y El Emperador de La Atlántida de Viktor Ullmann (en co-producción con la activa Ópera de Cámara del Colón).

Muy importante ha sido el Festival ‘Ópera en Paraná’, organizado por FUNDAMÚS, que presentó en dicha ciudad de la provincia de Entre Ríos diversas obras al piano y talleres además de una multitudinaria Aida en las barrancas del Parque Urquiza e Il Segreto di Susanna en el teatro 3 de febrero.

En la Casa de la Cultura de Salta se produjo el estreno mundial de Putzi del argentino Eduardo Alonso Crespo y se presentó La Verbena de la Paloma de Bretón.

En Mendoza la compañía Sleme Opera Star presentó tres funciones de La Traviata de Vedi en el mes de octubre en el Teatro Municipal Mendoza.

Por tercera vez en la historia de una de las capitales de provincia más antigua de la Argentina la ópera volvió a Santiago del Estero con una producción de La Traviata con elenco de artistas locales y tucumanos. Se presentaron dos funciones los días 6 y 11 de noviembre en el Teatro 25 de mayo que fue remozado para la ocasión incluyendo la recuperación del foso. Las dos óperas anteriores en subir a escena en esa provincia fueron Aida el 25 de mayo de 1910 para la inauguración del teatro y El barbero de Sevilla en 1979.


04.02.2005

Realmente impresionante la cantidad de operas que se dan, sobre todo en el area de Buenos Aires...

...haciendo un chiste malo, Buenas Arias...