LA NACION | 20.05.2007 | Página 9 | Espectáculos escribió:
Pobre versión de una cumbre de Verdi
La traviata , de Giuseppe Verdi. Libreto de Francesco María Piave, basado en la piaza teatral La dama de las camelias (1852), de Alejandro Dumas (h), extraída de su propia novela. Elenco: Natalia Ushakova (Violetta Valery), José Luis Duval (Alfredo), Víctor Torres (Germont), Mónica Sardi (Flora), Vanesa Mautner (Annina), en los principales personajes. Eric Vigié (régie) , Enrique Bordolini (escenografía), Imme Müller (vestuario), Diana Theocharidis (coreografía). Coro y Orquesta estables del Teatro Colón. Salvatore Caputo (director de coro). Dirección musical: Guillermo Brizzio. Teatro Coliseo. Nuestra opinión: malo La traviata , de Verdi, es uno de los contados ejemplos de una obra del teatro cantado, directamente extraída de una obra contemporánea del autor. De ahí que no sea extraño que para algunos estudiosos sea una creación que prefigura el estilo realista posterior. Al mismo tiempo, la partitura es un ejemplo claro del Verdi que buscó una íntima eficacia dramática de la música para crear con ella un correlato perfecto de cada detalle de la acción dramática. Pero la música va acompañada de novedades, pasmosas en el plano armónico, melódico y rítmico, hasta el punto de concretar un hallazgo que de algún modo significó un avance trascendente.
El preludio, por ejemplo, describe con el sonido y la expresión el drama de una vida, y no sólo eso ya que se apresura a marcar su desolada conclusión. Pero de pronto, con un ritmo vertiginoso, evoca la atmósfera baladí e indolente de la protagonista y de todos sus allegados de vida fácil por su cómoda condición económica no adquirida, por cierto, con el trabajo y el sacrificio. Y casi sin pausa se escuchan los temas del amor y de la muerte presentados con líneas melódicas de gran nobleza e inspiración.
Por su parte, el canto se manifiesta con melodías de profunda belleza y lirismo apasionado, de pronto mórbido y cargado de premoniciones trágicas. Sin embargo, el embrujo básico de La traviata , en el que se sustenta en gran medida su perennidad, es la enorme fuerza del personaje central, cargado de virtuosismo vocal y protagonismo permanente, porque sin abandonar la escena, salvo en contados instantes, nunca deja de ser el centro de la atención, tanto del público como de los personajes que la rodean.
Desde el punto de vista musical, eje vital del arte lírico, la batuta de Guillermo Brizzio no pudo evitar una sonoridad rústica de la orquesta, ni pudo lograr felizmente pasajes de lirismo apasionado. Como el coro fue reducido por razones visuales, tampoco alcanzó vibración en el concertante del tercer acto, ni mayores tensiones dramáticas en la escena final. Llamó la atención que un músico de tanto conocimiento del mundo lírico hubiera tolerado ruidos agregados de sonidos extraños al compás, silencios que no fueron marcados por el autor, y una más que pobre calidad y cantidad de ensayos de orquesta.
De las figuras protagónicas, sólo Víctor Torres cantó con seguridad musical, aunque para nada dio con los rasgos vocales que pide el personaje. Por otra parte, resultó sorprendente que el tenor José Luis Duval, de ascendente carrera pese a su limitado caudal sonoro, no pudiera sostener la buena impresión de su buen fraseo inicial, el que fue perdiendo seguridad a lo largo de las intervenciones de los dos últimos actos.
La soprano Natalia Ushakova, como protagonista, no mostró mayores dotes de actriz, aunque cabe reconocer su disciplina para contribuir a plasmar un personaje arbitrariamente modificado por las ideas escénicas. Desde el punto de vista sonoro, su voz sonó destemplada, con serios problemas de emisión, y carente de toda emotividad expresiva. Un detalle que ratifica la impresión recibida es que a los personajes de flanco se los escuchó con voces bien emitidas en sus cortas intervenciones.
La puesta fue una demostración más de las experiencias que se hacen por el mundo para tratar de provocar una renovación del universo de la ópera. Pero esta vez lo que se vio sobre un diseño de Enrique Bordolini fue poco grato, con detalles burdos y sin valor estético. El diseño del vestuario fue poco sentador en especial para la protagonista y las ideas del director de escena Eric Vigié no tuvieron la naturalidad de gestos y desplazamientos. Pobre y desaliñada fue la coreografía de Diana Theocharidis.
En definitiva, una visión plagada de golpes bajos, provocadores de un estado de amargura, indigno de una producción del Colón.
Juan Carlos Montero 20.05.2007 | Clarin.com | Espectáculos escribió:
MUSICA | CRITICA - "LA TRAVIATA", EN EL COLISEO DE BUENOS AIRES Y EN EL ARGENTINO DE LA PLATA
Un poco de amor francés
Con grandes actuaciones, la puesta de Eric Vigié incorpora el erotismo en la loca París de los años 20.
Federico Monjeau
La realización escénica de Eric Vigié no introduce mayores innovaciones desde el punto de vista de la interpretación del drama, pero de todas formas podría decirse que lleva las cosas a un extremo. La acción está desplazada a la París de los años ''20, lo que es también un desplazamiento a una situación más abiertamente erótica. Al menos en el primer acto, la performance de Violetta parece más inspirada en Lulú, la heroína de Berg, que en lo que tradicionalmente se hace con la heroína verdiana, lo que por otro lado aquí está habilitado por la voluptuosidad y la desenvoltura escénica de la cantante protagónica: la soprano rusa Natalia Ushakova, cuyo primer desvanecimiento depués de la escena del brindis parece más el efecto de una hermosa borrachera que de una penosa tisis.
Ese desplazamiento a un mundo más vicioso no está mal, y corrige en los hechos una tendencia generalizada en la representación de La traviata, que es la caracterización de la protagonista como un ser angelical de punta a punta, sin que la escena misma ofrezca ninguna pista sobre una vida extraviada. Pero el logro de esta puesta no se limita a la concepción general sino que llega a la calidad de las actuaciones. La escena se desarrolla sin vacíos y todos los conflictos están intensamente representados, muy especialmente el de Alfredo con su padre.
Natalia Ushakova tiene notables recursos físicos y también vocales. Esto últimos deberá trabajarlos más. Es entonada, tiene volumen, pero su línea de canto no es muy fina. Un vibrato mal administrado le resta claridad y distinción. De todas maneras, después de un comienzo más bien flojo, se afirmó a partir del segundo acto. El tenor mexicano José Luis Duval (Alfredo) representa un caso muy distinto: sabe administrar sus no excesivos recursos con gran estilo (conserva, de alguna manera, cierto tono sentimental de los antiguos tenores italianos, que hoy se oye más en discos que en salas de ópera). Más allá de uno o dos pasajes ligeramente fallidos, Duval tuvo un muy buen desempeño. El barítono Víctor Torres (Germont) fue la gran figura del reparto, tanto por su nobleza vocal como por su exactitud dramática.
El director Guillermo Brizzio obtuvo un alto rendimiento general y la Orquesta Estable mostró una cuerda calibradísima. El Coro tuvo una actuación irreprochable.
LA NACION | 19.05.2007 | Página 12 | Espectáculos escribió:
La traviata, en su mejor expresión Presentación de La traviata , melodrama en tres actos, con música de Giuseppe Verdi, y libreto de Francesco Maria Piave sobre la novela y drama La dame aux camélias , de Alejandro Dumas (h), por el Coro (dirigido por Sergio Giai), integrantes del Ballet y de la Orquesta Estable del Teatro Argentino con la dirección general de Dante Anzolini. Dirección escénica: Oscar Barney Finn. Diseño escenográfico: María Julia Bertotto. Vestuario: Eduardo Lerchundi. Iluminación: Roberto Traferri. Cantantes: Paula Almerares, Carlos Vittori, Luis Gaeta, Vanesa Tomas, Arnaldo Quiroga, Mauricio Thibaud; Alberto Jáuregui Lorda, Mario De Salvo, Shirley Ocampos, Carlos Iaquinta, Leonardo Palma y Marcos Nicastro. En la Sala Alberto Ginastera del Teatro Argentino de La Plata. Nuestra opinión: Excelente Tiene la representación que acaba de ofrecerse en el Teatro Argentino el incuestionable mérito de haber alcanzado en nuestro medio, con artistas locales, la expresión integral más cabal de la ópera de Verdi, con niveles memorables por la conjunción armónica de sus voces protagónicas, una orquesta que literalmente encarnó el verbo musical del compositor, gracias a la batuta de Dante Anzolini -artífice de una noche de excepción-, y una dirección escénica que se amalgamó a la perfección con los recursos escenográficos, de sobria suntuosidad y elegancia desplegados a lo largo de los tres actos.
Muy pocas veces fue dable apreciar una realización tan cuidada de la esencia dramática distintiva de La traviata , que requiere de la protagonista un progresivo ahondamiento de su propio drama personal para insertarlo en una unidad ininterrumpida, desde el carácter inicial lírico, ligero, de su vocalidad hasta el acentuado dramatismo de los siguientes actos y el desenlace final. Con metódico realismo, la dirección escénica llevó la acción hacia momentos culminantes en los que la fugacidad de los vínculos sentimentales son llevados a una dimensión atemporal por la música. La acción, entonces, parece detenerse en el mutuo descubrimiento de Violetta y Alfredo en medio del clima festivo que da lugar a la escena del brindis ofrecido por éste (Carlos Vittori). La prestancia escénica y buena voz del tenor fueron correspondidos por una Paula Almerares que hizo gala de genuino virtuosismo vocal, con fáciles coloraturas y un protagonismo que dominó la escena, con penetración psicológica, que mostró en sus movimientos y gestos el perfil exacto de Violetta, de bella presencia, dubitativa en el umbral de su azoramiento sentimental primero, y decidida luego en su "Sempre libera".
Su depurada emisión pulsaría la riqueza melódica de Verdi, con cuidada preparación de la dinámica en cada frase, finos matices de color y sinceros acentos expresivos que se tornarían luego apasionado intimismo en su dúo con Alfredo. Este tuvo, asimismo, convincente expresión dramática.
Por supuesto, el drama verdiano requería contar con una tercera voz que la veteranía, el buen timbre y la sólida línea de canto del barítono Luis Gaeta (Giorgio Germont) aportaría sin fisuras, en un papel que cubrió con ajustados tonos actorales, para el que tuvo acentos dominantes, y también matices de hondo dramatismo en su desgarrante diálogo con Violetta, así como de comprensiva ternura hacia ella ("Piange...") y hacia Alfredo ("Di Provenza, il mar, il suol").
Realismo El colorido y el brillo de la escena, con improvisados toreros y bailaoras, campeó asimismo en el segundo acto en la casa de Flora Bervoix (Vanesa Tomás), quien exhibió desenvoltura y agradable voz. Las escenas del juego y la afrenta que sufre Violetta tuvieron acusado realismo, y éste fue más patético aún en el tercero, donde se creó la elocuente escena del despojo y el trágico desenlace. Todo ello fue precedido por un preludio orquestal concebido con maestría y ejecutado por la Estable de manera ejemplar, como lo había sido la obertura. Fue eficaz el coro en todo momento y también los papeles secundarios, entre los que se destacaron Mauricio Thibaud (Barón Douphol), Arnaldo Quiroga (Gastón) y Alberto Jáuregui Lorda (Marqués d Obigny). El resto del elenco cumplió con corrección.
Héctor Coda 20.05.2007 | Clarin.com | Espectáculos escribió:
MUSICA | CRITICA - "LA TRAVIATA", EN EL COLISEO DE BUENOS AIRES Y EN EL ARGENTINO DE LA PLATA
El brillo de una soprano
Expresiva puesta de Oscar Barney Finn en el Argentino y una notable performance de Paula Almerares.
F. M.
A diferencia de otras realizaciones operísticas de Oscar Barney Finn, como La Bohème "filmada" que hizo en el Avenida para Juventus Lyrica, en esta puesta de La traviata para el Argentino de La Plata el oficio cinematográfico del regisseur no se representa de manera tan referencial, aunque es probable que ese oficio se manifieste en la composición de los cuadros, precisa y casi pictórica.
Podría citarse, entre otros, el detalle del final del segundo acto. El telón cae mientras Violetta se retira desesperada de la escena, y vuelve a subir de inmediato para mostrar un conjunto congelado; Violetta ya se ha ido; la escena congelada subraya expresivamente el vacío que ha dejado su violenta retirada.
La puesta trabaja sobre una atractiva escenografía de María Julia Bertoto, una estructura que con variantes se mantiene a lo largo de los tres actos y cuya abertura central ofrece una elegante simetría; todos los movimientos de entrada y salida transcurren por el centro de la escena.
La ambientación no introduce grandes variantes, aunque hay una llamativa personificación de la muerte; sin guadaña, simplemente bajo la forma de un enigmático personaje de traje gris que se aproxima fugaz a Violetta en el segundo y el tercer acto, para llevársela definitivamente en el final de la ópera. La variante "fáustica" resulta un tanto forzada; sin nada que la convoque, sobresale en su inexpresividad y en su carácter de ocurrencia, como un kitsch involuntario.
La realización cuenta con una protagonista excepcional: la soprano Paula Almerares, perfecta en su desarrollo dramático y vocal, en la gracia de sus movimientos y en la perfección de su línea de canto, en la calidad de su coloratura. Almerares no sacrifica la claridad y la belleza de la línea melódica ni siquiera en los momentos de mayor desesperación. Su brillante actuación deja al resto del reparto un poco atrás, aunque hay que decir que el tenor Carlos Vittori tiene un digno desempeño y que el barítono Luis Gaeta suple con su proverbial prestancia escénica cierta merma de cualidades vocales.
La orquesta se luce en manos del titular Dante Anzolini, mientras que el Coro debe corregir un poco ciertos pronunciamientos estentóreos.
La Prensa escribió:
LA OPERA DE VERDI SE DIO EN EL ARGENTINO DE LA PLATA
Vigente carisma de "La traviata"
"La traviata", ópera en tres actos. Libreto: Francesco Maria Piave. Música: Giuseppe Verdi. Director de orquesta: Dante Anzolini. Director del coro: Sergio Giai. Régisseur: Oscar Barney Finn. Escenografía: Maria Julia Bertotto. Vestuario: Eduardo Lerchundi. Cantantes: Paula Almerares, Carlos Vittori, Luis Gaeta, Vanesa Tomas, Arnaldo Quiroga y otros. Orquesta y coro estables del teatro Argentino de La Plata, el jueves 17.
Es una de las óperas mas frecuentadas del repertorio de los teatros líricos, que superó los avatares de su inesperado fracaso inicial. Así fue como Giuseppe Verdi, a los cuarenta años, vivió esta experiencia al presentar "La traviata" (La extraviada) en el teatro La Fenice de Venecia en 1853. Una temática que junto con su libretista Francesco Maria Piave había extraído de la exitosa obra "La dama de las camelias" de Alejandro Dumas, hijo.
Tras el estreno escribió lacónicamente Verdi: ""La traviata" anoche fue un fracaso... El tiempo lo dirá"". Y efectivamente, enseguida demostró ser esa obra maestra y favorita del publico, que llegó mucho mas allá, al cine y tantos otros ámbitos.
Su argumento constituía un desafió social: Violeta Valery, belleza del ambiente cortesano del París de mediados del siglo XIX, enferma de tuberculosis, inicia un romance con Alfredo, cuyo padre no acepta esa vinculación. El presionará a la mujer a abandonarlo y ella sacrificará su amor, lo que origina el repudio público de Alfredo, quien se arrepiente tardíamente, asistiendo con angustia a su muerte.
BELLEZA MELODICA
Bellas arias , "duetti", concertantes y melodías del mejor cuño verdiano, se encadenan en esta admirable partitura, siempre recurrente en su largo siglo y medio de vida. Y el teatro Argentino de La Plata también la programó en esta temporada sobre la base de la versión efectuada hace un par de años.
Se repuso en tal sentido la producción escénica de Oscar Barney Finn con escenografía de Maria Julia Bertotto y vestuario de Eduardo Lerchundi que, como se asentó entonces en estas columnas, responden a una tipología tradicional de "mise en scéne" para esta ópera y que muestra innegable eficacia en el manejo de escenas, con algún detalle agregado a la acción teatral con cierto simbolismo..También la iluminación de Roberto Traferri contribuyó a la eficaz visualidad de la acción.
En el escenario, un amplio lucimiento recayó en su protagonista, la soprano platense Paula Almerares, que mostró su crecimiento en la composición del papel de Violeta, expuesto con bella voz y seductores filados, y una sensible expresividad que desde el aria del acto primero y su vibrante "caballetta" "Sempre libera" con lucido manejo de la coloratura, hasta las frases sensibles como "Dite alla giovine" o "Amami, Alfredo", en el segundo acto y un cautivante "Addio del passato" en el final, resumen una trabajo de notable solidez y virtuosismo vocal. El público adhirió con su entusiasmo y aplauso reiteradas veces.
DOMINIO DE GERMONT
También el barítono Luis Gaeta mostró su experiencia y dominio de la parte de Germont padre, con línea verdiana sólida y dominio del personaje, luciéndose ampliamente en la célebre romanza "Di provenza il mar", en tanto el tenor Carlos Vittori, en empeñoso cometido, trazó un correcto Alfredo, aunque su linea emisiva apareció algo comprometida en pasajes de exigencia como el final de la escena de Alfredo "Lunge da Lei...". Actoralmente tuvo presencia y dignidad, lo mismo que los restantes personajes, como Vanesa Tomas como una efectiva Flora, Arnaldo Quiroga, Mauricio Thibaud, Alberto Jáuregui Lorda, Mario de Salvo y Shirley Ocampos entre otros, en una labor de equipo consistente.
Desde el podio la dirección de Dante Anzolini, maestro distinguido recientemente por la Asociación de Críticos Musicales, fue un pilar de la representación, que a partir de los compases iniciales del preludio expuso el lenguaje verdiano con una solvente respuesta de la orquesta estable del Argentino, en tanto el coro preparado por Sergio Giai cumplió un logrado cometido en sus intervenciones. Eficaz tarea también la del Ballet estable .en una coreografía de Claudio González algo desarticulada en el contexto tradicional de la puesta.
En suma, el vigente carisma de esta bella ópera verdiana volvió reanudar con lucimiento, su convocante relación con el público
Néstor Echevarría
Pese a lo que puede llegar a parecer a primerísima vista, no es una traviata con tantas reseñas y críticas... se trata de que en el colón y en el argentino de la plata, los dos teatros de ópera más importantes de la argentina, se está haciendo
al mismo tiempo la misma ópera...
(a 60 kms de distancia una de la otra) .....
... cose del mondo....
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