A mí, en línea de principio, sí me parece esencial el hecho de que el firmante de una producción participe personalmente o no en el trabajo que conduce a las representaciones. Se trataría, más o menos, de la misma diferencia que puede existir entre que a uno le haga el traje personalmente el Sr. Lagerfeld o bien uno de sus asistentes a partir de unas notas del Sr. Lagerfeld; o en que a uno le haga la cena personalmente el Sr. Arguiñano o bien uno de sus asistentes a partir de su libro de recetas; o, incluso, en que empuñe la batuta el Sr. Bychkov o bien uno de sus asistentes a partir de una partitura anotada por este. Incluso en el caso del director de orquesta la diferencia no sería en muchos casos tan importante porque, según el caso de cada maestro, lo esencial del trabajo de preparación para la función se habrá desarrollado a lo largo de los ensayos y no durante la propia representación.
La escenografía, la iluminación, el vestuario y el concepto general de la producción son efectivamente los ideados en su momento por Guth, pero todo eso no es más que el esqueleto de lo que se ve, esqueleto que precisa rellenarse con el músculo y la carne que da la actuación de los cantantes, única en cada uno de los casos, y merecedora por tanto de un trabajo renovado en cada uno de los casos, cuando menos en el plano de lo que debería ser. El director de escena interviene en ese aspecto y también podría decidir cambios respecto de aquellos elementos visuales que ideó hace varios años para unos cantantes parcialmente distintos, o que al menos cantaban hace varios años.
Lo que sucede es que hay múltiples maneras de disfrutar la ópera (y de consumirla), y en el caso de los teatros de repertorio a la alemana todo ese trabajo no puede darse más que en las cinco o seis premieres que se presentan cada temporada. Para las demás funciones, o bien se aprovecha la experiencia del estreno unos meses antes, o bien se trata de producciones muy abiertas, que permiten el lucimiento individual de los intérpretes. Obviamente, el Sr. Zeffirelli no supervisa cada una de las funciones de su Bohème en Viena, y no por ello deja de ser la Bohème de Zeffirelli.
La actual fórmula del Real (y del Liceu) no es la de un teatro de repertorio de verdad, porque se limitan a presentar unos diez títulos al año, pero tampoco es la de un teatro de stagione como por ejemplo el Theater an der Wien, Amsterdam o (en teoría) La Scala, en los que se trabaje de manera individual cada aspecto (por tanto, incluyendo el teatral) de cada uno de los títulos que se van presentando. En lugar de ello, se trata de teatros de alquileres o de franquicias o de refritos, en los que se renuncia de antemano a realizar desde su inicio el proceso de creación de una representación operística (i.e., a hacer nuevas producciones) y simplemente se van presentando producciones ya vistas en otros teatros que a menudo tienen unas dimensiones y características muy diferentes, supongo que en la esperanza de que gusten o funcionen, y supongo que con un trabajo de preparación musical más o menos plausible según los casos. Por seguir con el símil anterior, nosotros no llevamos ropa hecha a medida por un sastre que nos haya tomado las medidas, sino que la compramos por internet, en la idea de que nos quedará bien. También es más barato, claro.
Ahora bien, dicho todo esto, no me sumo en esta ocasión a la petición de dimisión que formula el Sr. Zacarías. Una vez dentro de esa triste formula del teatro de alquileres, que el Sr. Guth venga personalmente durante dos días a Madrid o no me parece no ya anecdótico, sino directamente insignificante. Ni por un segundo pensé, cuando se anunció la temporada, que el Sr. Guth fuera estar varias semanas en Madrid preparando las representaciones con el equipo de cantantes y con el director musical. Igual que no creo que el Sr. Vogt ensaye durante demasiado tiempo para las tres funciones que tiene previsto cantar. La producción del Sr. Guth, por otra parte, es espléndida y bastará con el trabajo de su asistente para que cobre vida ante los ojos del público madrileño; será disfrutable o directamente conmovedora, según los gustos. El problema en mi opinión no es que el Sr. Guth venga o no a Madrid en este caso, sino la manera general de concebir la temporada.
_________________ À partir d´un certain âge, la vie devient administrative - surtout (Houellebecq)
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