(Deduzco que el sitio es este, antes que le pequeño hilo de crónicas o la apertura de un hilo ad hoc)
Quinta y última función de La Llama de Usandizaga en el Baluarte de Pamplona, y una gran satisfacción y buen ambiente entre orquesta, coro, batuta y solistas, con fotos, felicitaciones y abrazos. Francamente, lo ha valido: la obra ha ido creciendo entre los intérpretes según iba estando más rodada, y la progresión desde el timorato debut en Vitoria (y la segunda en Bilbao, que me sigue pareciendo un lugar bastante inhóspito para la música vocal) ha sido espectacular, con una función para el recuerdo (la segunda de San Sebastián) y un broche inevitablemente algo anticlimático, pero digno, en Pamplona.
La Llama es un obrón, y Usandizaga un músico prodigioso. No exactamente un dramaturgo musical (el infame libreto no hay por dónde cogerlo, pero además, es palmario que los te quiero te odio me engañas te mato me muero le inspiran poco; solo las últimas frases de desesperanza de Tamar adquieren verdadera tensión dramática), pero en cuanto la situación teatral permite el despliegue melódico, el genio de Usandizaga proporciona momentos excepcionalmente bellos, prácticamente en cada aria, dúo o número orquestal: el aria de salida de Tamar, el solo del espíritu del agua, la hermosísima La tierra donde he nacido (el momento en que, tras construir una atmósfera mágica en Sol b Mayor, el tema reaparece, con el cambio de tiempo, en un desgarrado Si M me erizaba los pelos en cada concierto), los dos dúos de amor, los efectos del ruiseñor y los ecos de las odaliscas del anochecido del tercer acto, el excepcional interludio entre los dos cuadros del acto III, etc.
Pero que Usandizaga fue un singularísimo melodista no es ninguna novedad. Lo que sí lo ha sido, para mí (por mi desconocimiento en profundidad de la obra del compositor donostiarra) son, por un lado, sus dotes de orquestador (y su amor por el clarinete, el oboe y las trompas) y por otro, sobre todo, la tremenda sagacidad en el empleo del Leitmotiv, nunca meramente recordatorio o recapitulador sino siempre exponiendo al oyente a significados nuevos: uno de los temas del Prólogo (un intervalo de quinta ascendente seguida de otro de tercera menor y una figura descendente) reapareciendo con enorme significación en el acto III (anunciando que todo está escrito desde que la Narradora ha tratado de viy el inexorable destino va a cumplirse), Adrián que al aceptar la pasión de Aisa esboza el que será el tema de su radiante dúo con Tamar (y que representa brillantemente que, aunque el despecho lo llevó a otra persona, su inconsciente nunca había dejado de amarla), el conmovedor tema del Interludio del acto III como marcha fúnebre prematura que sigue llorando a Adrián en la escena final pese a que el coro se la apropie para juzgar sumarísimamente a Tamar, y varios más. Impresionante coherencia y sutileza la que otorga así Usandizaga a una historia que, como dije, no va más allá.
En cuanto a la ejecución de la obra, espléndido el talentoso Juanjo Ocón (ama la obra, ama la profesión y quiere y cuida a los que hacen ópera con él) pero bastante menos espléndida la Orquesta Sinfónica de Euskadi, que se ha enamorado de la obra bastante tarde. Sabina Puértolas a mí me ha gustado mucho. Sorprende una voz con ese relativo cuerpo (quizá también algo velada) en una soprano que ha hecho un repertorio tan cercano a la lírico-ligera, pero quizá por eso mismo su asunción de Tamar, que exige sin duda una lírica plena, ha sido afortunado, gracias a la aguerrida defensa de sus medios, la técnica en regla y algunas delicatessen vocales (como un Reb5 respetablemente filado, noche tras noche, al final de La tierra donde he nacido). Mikeldi Atxalandabaso tiene una técnica absolutamente profesional (la resolución de la melodía principal de su escena de la cárcel, La noche nos prometía, , todo en piano sobre el pasaje, así lo exige) y el agudo giradísimo y brillantísimo (bastante más que el resto de la gama), pero el instrumento no es el de un tenor romántico, lo que hace que su Adrián eluda el acento heroico en busca del intimista. Fogosa y resuelta la Aisa de Maite Maruri y sugerentísima la Narradora de Miren Urbieta.
Muy emocionado por que las circunstancias me hayan permitido hacer ópera con mi padre en 4 ciudades distintas. Un amigo cabrón (imposible, ninguno lo es) me preguntó la semana pasada si me sentía más como John Huston o como Anjelica Huston. Respondí que como Vanessa Redgrave, pero en realidad, me sentía miembro de un proyecto en un sentido mucho más rossiniano.
_________________ Die Wahrheit ist bei mir, Mandryka.
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