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 Asunto: Aida en Oviedo.
NotaPublicado: 13 Ene 2005 17:04 
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La prensa local ya ha iniciado sus entrevistas a protagonistas de las funciones de Aida de este mes en el Campoamor.
Aquí van las primeras:

Felipe Bou en La Voz de Asturias http://www.lavozdeasturias.com/noticias ... kid=175837
-- Qué cambios percibe entre el hacer de entonces y el que ahora se prodiga en Oviedo?

-- Este equipo tiene un estilo muy distinto, que promueve una mayor normalidad, menos afectación. La ópera es un trabajo artístico que tiene sus idiosincracias y, por tanto, una manifestación cultural, no está para mostrar los visones, no es para presumir. Hay temporadas en España que utilizan a la ópera para la ostentación, para el bien propio.


-- Es esta la línea mayoritariamente seguida por todos teatros?

-- Digo que depende. Por ejemplo, la transformación más grande que ha habido en los últimos años es la del Teatro Real. La dirección anterior hizo un teatro para la corte. Se trataba de un teatro para presumir que le ha dado mala fama, cosa que ha cambiado con los nuevos tiempos, aunque aún pesa parte del periodo anterior.


-- Cómo afectan estas cuestiones a los intérpretes?

-- Entre los cantantes se reflejan mucho los planteamientos de la dirección. Si vas a un teatro en el que predomina la pedantería, por decirlo de alguna manera, no acaba de cuajar todo tan bien, los éxitos son más limitados. No acabo de estar tan cómodo como si el tratamiento fuera más franco.

-- Su visión es muy interesante porque cumple once años como profesional en el panorama lírico actual. En qué momento de su carrera se encuentra hoy?

-- Tengo 37 años y como bajo, hasta hace un tiempo, me consideraban demasiado joven. Hoy ya nadie se atreve a decirlo aunque sí estoy en el cambio que me lleve hacia esa madurez que los bajos conquistamos tardíamente.


-- Se le ha de notar en la interpretación de este papel. Cómo se encuentra en él?

-- Debuté con el Rey de Egipto hace cuatro años en Roma, esta es la cuarta vez que represento este papel, la última vez en Limoges en el mes de octubre. Es un rol que no tiene dificultad alguna, pero sí es Verdi, es decir, tiene una presencia muy marcada en algunos momentos que no puede resolver cualquiera, no da igual la voz. Esa presencia vertebra el segundo finale y entonces hay que estar ahí, tienes que tener la voz redonda, proyectada y cumplir bien.


-- Es grato?

-- Es muy cómodo. Tampoco es un protagonista con el que te vayas a lucir muchísimo. Al primer bajo de la obra, Ramfis, le ocurre lo mismo en ese sentido, no llega a lucir tanto como lo hacen otros protagonistas en el resto de títulos verdianos. Otra cosa es que guste, por lo que me dicen, lo hago bien.


-- Cómo se lleva un bajo con la música de Verdi?

-- Lo que pasa es que para cantar un Verdi tienes tienes que tener la voz muy madura. Casi todas sus arias requieren toda la tesitura de la voz manteniendo la columna de aire necesaria. Luego, está la caracterización escénica. Normalmente los bajos somos los padres y los maridos celosos viejos.


Y el director, Ranzani, en La Nueva España http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp ... emplar=788
-¿Qué valores encierra un título como «Aida» de Verdi, que siempre concita tanta expectación?

-Verdi pudo escribir esta obra de forma muy libre, algo que se plasma en el resultado final de la misma. Sin problemas políticos y modificando el texto en función de la música consiguió pasajes de tal intimidad y naturalidad que salen del alma. El público capta de inmediato esta belleza, de una pureza similar a un cuarteto de Beethoven. Y junto a ello está el compositor maduro, con un concepto plenamente interiorizado de la «gran ópera» después de haber pasado por París. Así, el ballet se incluye en el momento adecuado, avanzando lo que llega después y convertido en un remanso. Crea escenas como la del triunfo, una marcha militar de gran nobleza y dignidad; para entendernos, como si llegara el Rey Juan Carlos.

-A veces escuchamos un Verdi demasiado apabullante.

-En las orquestas alemanas se tiende a interpretar su música con acentos muy duros y es un error. Verdi dormía con los «Cuartetos de Mozart» en la mesita de noche y quien piense que es un compositor de mucho ruido y alarde no lo ha entendido en absoluto. Es un Bellini desarrollado porque en el bel canto está su base. Sólo hay que ver el primer acto de «La traviata». También bebe de la orquestación donizettiana. Hay que tener una visión horizontal de la partitura, con el fin de buscar un «legato» musical. Aquí en el Campoamor tenemos el problema del foso, que se nos queda pequeño y no permite incluir toda la cuerda que sería preciso para hacer de forma adecuada el balance. Por eso hay que trabajar de forma intensa para encontrar el sonido operístico adecuado. En esta ópera la orquesta ha de ser tratada como si fuese un personaje más de la obra.


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NotaPublicado: 16 Ene 2005 10:06 
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S.Ranzani en LVdA
http://www.lavozdeasturias.es/noticias/ ... kid=176505
-- Cómo se enfrenta a un título como Aida?

--Con una orquesta como ésta, bien. Vengo a Oviedo cada dos o tres años y me encuentro muy cómodo con los músicos. Existe un entendimiento muy bueno y disfrutamos con nuestro trabajo.


-- Cómo favorece ese entendimiento a la producción?

--Lo que se necesita para llevar a cabo una Aida es un clima luminoso, de entendimiento. Aún así, Aida es tela marinera. Es muy difícil para todos. Cuando se mira bien, y uno se fija en todas los detalles de la partitura, la obra es transparente como los Cuartetos de Mozart. Verdi, para la inauguración del Teatro Nuevo, buscaba un texto relacionado con Egipto pero lo que encontró fue un libreto abierto en el que pudo cambiar palabras. Se trataba de un texto tan libre, que Verdi pude aportar variaciones de su propia mano. Todo lo que se canta es la idea musical del autor, sin ninguna presión del texto.


--Parte de los estudiosos sostienen que tuvo esa libertad en las dos últimas obras de su carrera.

--Ya en Aida consiguió la libertad que ansiaba. Me preguntan muchas veces por qué gusta tanto este título. Creo que el público no sólo va a entender la grandiosidad de la escena, sino el esquema musical sencillo de cada papel y el sonido puro de la pluma de Verdi.


-- Llegará a ese sueño en Oviedo?

--Un director de orquesta tiene que ser fiel a la partitura, tiene que hacer todo lo posible por el autor. Cuando escribían, los compositores no podían cambiar las notas en el ordenador, después de que imprimían las partituras ya no había cambios posibles. Por eso los compositores escuchaban los ensayos durante meses para hacer cambios en su propia música. Y como esos cambios no se recogían en una nueva versión de las partituras, surgió lo que conocemos como tradición. Hoy cuidamos el trabajo del compositor pero respetando las tradiciones del creador mismo.

-- Cómo interactúan el respeto al trabajo de Verdi y las obligaciones de cada producción concreta?

--En Oviedo existe una modificación natural porque en el foso no caben más que diez violines primeros. En Italia, nunca se representaría con menos de catorce. En el trabajo tienes que compensar ese sonido porque si todos tocan fortísimo lo que suenan son los metales, porque las cuerdas están reducidas pero los metales están todos. Así ocurrió en Tosca . El trabajo radica en hacer modificaciones para respetar la sonoridad de la partitura, no la del teatro.


--Además de esta labor, se ocupa de comprobar cómo respira cada intérprete. Cómo ve al conjunto?

--Las últimas palabras de Amneris en la obra son: "Pace, pace". Tenemos un tenor canadiense, un barítono norteamericano, una Amneris rusa, una Aida italiana y un coro de Oviedo pero un poco vasco, un director italiano pero que está siempre en el mundo. Hay muchas diferencias en nuestras personalidades. Quizá esto pueda servir como mensaje, el mundo necesita paz. En la producción, los dos protagonistas mueren pero, más que una muerte, se representa la ascensión del alma al cielo y lo que yo quisiera es poder entrar en los corazones del público a través del mensaje de esta obra. El ser humano está destruyendo el mundo y el lenguaje musical es el único universal. El sonido permanece y el hombre necesita más música y menos armas.


-- Cómo se lleva un director musical con la crítica?

--Debería llevarse bien. El papel del crítico es fundamental. Plasma su opinión y debe ser aceptada. Lo que pasa muchas veces es que cuando habla bien se acepta y cuando no, se le toma por tonto. No; si se le cree en una ocasión, se le deberá tomar por válido también en otras. El crítico puede hablar al público como lo haría el director y eso es un trabajo difícil. Y hay que tener en cuenta que el crítico habla después de la función. Cada uno debe sacar sus propias conclusiones.


--Tiene una presencia regular en varias temporadas españolas.

--A mí me gusta mucho España, entre otros motivos, porque en los últimos ha iniciado un buen camino y no como ocurre en Italia. Si tuviera que vivir en otro país que no fuera el mío, sería aquí donde me quedase. Me gusta venir aquí. Pero no a trabajar, porque en cuanto pronuncias esa palabra, algo va mal. Si venir a Oviedo resultara un trabajo, sería malo. Cuando se dirige una orquesta nadie te tiene que decir "haz esto o lo otro". Lo haces por la música, porque es divertido. Si no es así, es mejor no ir


Larissa Diadkova en LNE
http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp ... emplar=791

-Es la primera vez que trabaja en Oviedo, ¿está satisfecha de cómo transcurren los ensayos?

-Efectivamente, es la primera vez que canto en el Campoamor y estoy muy contenta del equipo que está en este proyecto, de la organización, que es perfecta, y del óptimo ritmo de trabajo. Se realiza una puesta en escena tradicional que cuadra muy bien con este título. El interés musical de «Aida» es tan alto que incluso si sólo se realizase una versión musical ya tendría gran atractivo. Si a ello añadimos todo lo que supone este trabajo escénico, la predisposición del público ha de ser muy buena. He trabajado con algunos de mis compañeros, como Richard Margisson, en San Francisco y en el Metropolitan de Nueva York, y con Micaela Carosi, en la Arena de Verona. Este conocimiento previo ayuda y facilita el trabajo con el elenco.

-¿Dónde están las mayores dificultades de un personaje de la dureza de Amneris?

-Es uno de mis roles favoritos. Es una mujer muy fuerte, cuyo destino y vida son desafortunados, como suele ocurrir con las personas que tienen tanto poder, la fortuna no les acompaña en la vida personal. Es Amneris uno de los personajes verdianos más dramáticos. La situación tan dura que se genera es muy atractiva dramáticamente y Verdi escribió con naturalidad el personaje. Me gusta subrayar la capacidad de sacrificio y de darlo todo por Radamés, luchando hasta el último momento. A veces se la interpreta con maldad, pero yo no estoy de acuerdo con realizar así esta heroína.

-Inició su carrera en la compañía del mítico teatro Marinsky, ¿qué significa una oportunidad así?

-La tradición musical del Marinsky es enorme. Ha pasado por diversas etapas, como la propia Rusia, pero ahora los cantantes jóvenes tienen la gran oportunidad de prepararse y hacer carrera. No era tan fácil cuando yo inicié mi trayectoria porque el repertorio se hacía en ruso. Con Gergiev se trabaja con personal especializado en cada repertorio y ha llevado al teatro a los grandes directores de escena. De esta forma, los jóvenes ven todo el gran repertorio y van encontrando el que ha de ser su camino.

-¿Es el Marinsky el gran embajador de la música rusa?

-Sí, pero también otros músicos, como Rostropovich, e intérpretes de otros ámbitos. Primero se conocía a Rusia por los instrumentistas, luego por los directores de orquesta. Pero, sin duda, un nombre como Gergiev es muy conocido como director sinfónico además de en ópera.

-¿Percibe aún muchas diferencias de calidad entre los teatros de distintos países?

-El estilo de trabajo cambia en cada teatro. En Viena se trabaja con un elenco de fuera, pocos ensayos... y los milagros no existen, aunque hay un nivel general bueno; en el Metropolitan es muy alto en determinadas producciones, aunque en otras baja, y curiosamente, en teatros que no son tan famosos, con un buen equipo, tienes oportunidad de lograr resultados fabulosos. En Rusia hay calidad, conviviendo con trabajos mediocres. El Marinsky está, sin duda, a la cabeza.

-¿Ha tenido problemas por excesos del director de escena?

-Lo que he tenido es suerte. He estado en producciones modernas y, algunas de ellas, muy interesantes. Recientemente interpreté «Rusalka» en París, con una versión escénica muy moderna de Robert Carsen y disfruté mucho haciéndola porque iba a la esencia de la obra sin caer en la vulgaridad.


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NotaPublicado: 18 Ene 2005 8:16 
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Stefano Palatchi http://www.lavozdeasturias.es/noticias/noticia.asp?pkid=176933
El bajo barcelonés Stefano Palatchi atesora una amplia experiencia como cantante y ha conocido los mejores teatros del mundo en sus veinte años de carrera profesional. Su instrumento vocal atraviesa un momento de plenitud que es valorado por los aficionados desde mucho antes de alcanzar la madurez hace unos años. Interpretará el papel del sacerdote Ramfis en Aida , ópera que cierra la LVII temporada de ópera ovetense el próximo 24 de enero.


-- Usted ha participado en las dos representaciones que de esta Aida se realizaron en el Liceo.

-- Así es, y de ello se cumplen ya cinco años. Es una producción preciosa del maestro Mestres Cabanes, un genio de la perspectiva. Creo que el Liceo hizo muy bien en recuperar estos telones, Mestres necesitó nueve años para pintarlos. La gente puede pensar que se trata de algo antiguo, de otros tiempos, pero no, dan el pego y queda precioso con la iluminación.


-- Cuando menos se trata de una escenografía diferente.

-- Está pensado para las dimensiones concretas del Liceo. Sin embargo, la tarde pasada he visto el ensayo de una escena y queda igual que en Barcelona. Precioso. Saldrán ganando los del gallinero porque serán los que puedan disfrutar de la plenitud de esta puesta en escena.


-- Con siete participaciones en siete temporadas casi se puede decir que conoce la Opera de Oviedo a la perfección.

-- Pues sí, y puede decir que cuenta con el público más elegante, además de entendido, porque aquí hay una gran tradición operística.


-- El más elegante?

-- Sí, sí. Las señoras vienen guapísimas, sacan sus mejores trajes. Esto es algo que cada vez se da menos, tanto en España, como en el resto del mundo. Veo bien que se conserve esa forma de participar en el espectáculo, vengo del mundo de la moda y aprecio la elegancia de la gente. Lo encuentro magnífico; eso sí, igual que si vienen en tejanos.


-- Interpreta uno de los papeles más hermosos escrito por Verdi para la voz de un bajo.

-- Es el quinto en importancia dentro de los roles de Aida , aunque yo me encuentro muy cómodo con él por sus características para bajo cantante. Lo he hecho muchas veces y me siento identificado con él. Hace de malo y a mí me gusta.


-- Si está contento en Oviedo y satisfecho con su personaje, tiene que sentirse a gusto con Verdi.

-- Magníficamente. Sus personajes se acomodan mucho a mi vocalidad y me manejo muy bien, tanto con el Verdi más joven, como con el más maduro. Mi rol preferido es Felipe II, tuve el placer de cantarlo en Oviedo en al temporada 98 junto a un reparto excelente, es más importante que Ramfis. Me considero un todoterreno. De hecho, debuté con Wagner hace 20 años.


-- Qué entiende por todoterreno?

-- Que me acoplo a casi todo que esté dentro de mis posibilidades vocales. He cantado belcanto pero no me considero un especialista. Normalmente, como los bajos no tenemos los papeles más importantes, nos tenemos que adaptar a las necesidades de la obra.


-- Mientras que evoluciona su voz.

-- Yo le pregunté una vez al maestro Simon Estes cómo conseguía cantar de una determinada forma y él me dijo que lo iba a descubrir a partir de los 40 años, él se encontraba en su mejor momento. A mí me ha ocurrido lo mismo.


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NotaPublicado: 18 Ene 2005 11:26 
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A veces escuchamos un Verdi demasiado apabullante.

-En las orquestas alemanas se tiende a interpretar su música con acentos muy duros y es un error. Verdi dormía con los «Cuartetos de Mozart» en la mesita de noche y quien piense que es un compositor de mucho ruido y alarde no lo ha entendido en absoluto. Es un Bellini desarrollado porque en el bel canto está su base. Sólo hay que ver el primer acto de «La traviata». También bebe de la orquestación donizettiana. Hay que tener una visión horizontal de la partitura, con el fin de buscar un «legato» musical. Aquí en el Campoamor tenemos el problema del foso, que se nos queda pequeño y no permite incluir toda la cuerda que sería preciso para hacer de forma adecuada el balance. Por eso hay que trabajar de forma intensa para encontrar el sonido operístico adecuado. En esta ópera la orquesta ha de ser tratada como si fuese un personaje más de la obra.



Esto es lo que yo siempre quiero decir sobre Verdi y que mi nula formación musical seguro no me permite expresar correctamente. Un Verdi mal interpretado es como meter un elefante en una cacharrería. Por contra, bien interpretado está lleno de matices y elementos que a mí, personalmente, me vuelven loco. (Esto vale también por el canto verdiano y añado..... por eso me encanta Bergonzi)


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NotaPublicado: 26 Ene 2005 19:31 
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Las críticas locales:

http://www.lavozdeasturias.es/noticias/ ... kid=178651
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No podía ser de otra forma. La excelente temporada operística vivida en el Campoamor este año sólo podía terminar con otro acierto. En este caso doblemente meritorio ya que se trata de una de las obras del repertorio más conocidas y difíciles de producir.

Aida , de Verdi, es una ópera que se puede encuadrar genéricamente en la variante italiana de la grand opéra francesa. A pesar de las reticencias del propio Verdi por la concepción operística del país galo, a menudo rayana en el efectismo gratuito, Aida responde a la mayoría de las características de esta variante estilística del género lírico: grandes masas corales en el escenario, un importante cuerpo de baile, ampulosos decorados y una gran orquesta acorde con el tamaño de la función son sólo algunos de los aspectos que dificultan muchísimo la puesta en escena. Si además añadimos que se necesitan voces excepcionales para conseguir una gran versión, es fácil observar el compromiso que supone poner en pie esta gran ópera.

Con todas estas premisas, se puede decir que la ópera de Oviedo ha salido bien parada del envite artístico. La versión del Campoamor se basa en planteamientos estéticos historicistas, casi obligados por la poderosa influencia de la escenografía, basada en las bellísimas pinturas que Josep Mestres Cabanes hizo para el Teatro del Liceo en una producción de 1945, y que fueron recuperadas por Jordi Castells.


SI BIEN la obra comienza algo dubitativa, debido quizás a las difíciles partes que desde el principio tienen que afrontar sus intérpretes, es en el tercer acto en donde arranca de verdad, no decayendo el nivel de la representación hasta el final, obteniéndose los mejores resultados, no en las partes individuales sino en los concertantes, más efectistas, que arrancaron los mayores aplausos del público.

Micaela Carosi sustituyó a Norma Fantini en el papel de Aida. Fue la más aplaudida del reparto. Su voz posee un timbre muy brillante que se potencia en el agudo, lo que contribuye a reforzar el carácter de la esclava etíope. Con un sonido ligeramente nasalizado y una dicción regular, ofreció una gran interpretación de su rol, haciendo de su sobresaliente volumen lírico su mayor virtud, aunque sin llegar a aplicarlo con solución de continuidad en fragmentos de registros alejados: Per voi pavento (sol#2 la2-la3 sol#3 ). Su mejor momento llegó en el tercer acto, siendo recompensada con numerosos bravos y aplausos del público. Richard Margison encarnó a Radamés con suficientes garantías vocales, yendo a más a medida que avanzaba la obra. Su voz de tenor lírico spinto afrontó con valentía la dificilísima aria Celeste Aida , con un registro que llega a un sib sobreagudo final y un complicado fraseo en metro binario compuesto que no pudo recrear sin alguna incomodidad. Hay que alabar el resultado final de su participación, que dio la medida del resto del reparto, si bien hay que decir que quizás se esperaba más de su Radamés.

La voz de la mezzo Larissa Diadkova refleja brillantemente los aspectos más dramáticos del personaje de Amneris. Podemos poner como ejemplo las repetidas Pietá! Pietá! del cuarto acto, tan expresivas y sugerentes en su contexto. Afrontó con total seguridad y libertad de medios todos los aspectos de su registro más grave, impresionante y bellísimo a la vez. Diferente en su vertiente aguda, donde su voz sonaba algo tensa. Su caracterización escénica fue excelente. Donnie Ray Albert, como Amonasro, fue el cantante que más destacó escénicamente consiguiendo trasladar la fortaleza de su expresión física a su interpretación vocal. Su voz de barítono dotó de una sobresaliente veracidad a su personaje, el poderoso y grave rey etíope, aunque algo falta en redondez y proyección.


GUSTO TAMBIEN el trabajo de los dos bajos, Stefano Palatchi y Felipe Bou, el primero en el papel de Ramfis, maravillosamente encarnado por su cavernosa y personal voz y con una notable presencia escénica. El segundo como el noble rey de Egipto, ofreció parejos resultados de calidad. Quizás fue por la brevedad de su papel por lo que la soprano moscona Paula Lueje cuidó tanto su exhortación como sacerdotisa. Su proyección fue perfecta, su timbre precioso y su interpretación exquisita. Josep Fadó tuvo otro papel pequeño, ofreciendo a un mensajero consistente, con unas cualidades técnicas quizás demasiado vibradas.

Buen trabajo el realizado por el cuerpo de baile, conformado por diez bailarines de alto nivel técnico, que desarrollaron sobre el escenario toda una imaginería de movimientos inspirados en los relieves egipcios. La coreografía, un trabajo de Ramón Oller para el Teatro del Liceo, se adecuó aquí con algunos problemas de espacio debido a la escenografía. Viene a cuento comentar lo sintomático del mal estado de la danza en Asturias después de que se haya tenido que acudir a bailarines de fuera de la región tras un casting realizado en el Campoamor para proveer dicho ballet, con el consiguiente incremento del gasto.


PARA OTRO momento dejamos el tema del agravio comparativo respecto a la remuneración ofrecida a los bailarines asturianos y la mayor cuantía que se ofreció a los foráneos, que entendemos como una falta de respeto para los de la región. El Coro de la Asociación de Amigos de la Opera, algo ampliado, solventó con plenas garantías las exigencias de una ópera donde es una parte importantísima, y que su directora, Elena Herrera, preparó bien. El trabajo en escena realizado por José Antonio Gutiérrez ha logrado conjugar de manera brillante y efectiva la difícil adecuación al complicado entorno escenográfico.

Stefano Ranzani se convirtió en otro de los puntos de interés de la función. Su entusiasta manera de dirigir se pone de relieve con expresivos y enérgicos gestos técnicos de cara a los músicos y cantantes, ofreciendo una magnífica versión de la obra. Si bien la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) respondió bien a la estupenda propuesta de Ranzani, se echaron de menos --ya desde la obertura, con la cuerda en divisi -- una mayor densidad en los violines, que fueron una de las secciones que mejor funcionaron. Hubo algunas imprecisiones en el segundo acto, donde los trompetistas tienen que pasar por el mal trago de enfrentarse en escena con la conocida marcha triunfal en lab de las trompetas, donde se notó alguna imprecisión en un registro agudo re-mib para el instrumento. Hechos puntuales al margen, la participación de la OSPA gustó, más en los dos últimos actos.

Si bien esta producción no pasará a la historia por una extraordinaria versión vocal y musical, a buen seguro que se recordará por la belleza y el alto nivel general de la producción en su conjunto. Bravo a quien haya sido el responsable de traer esta producción tan bella!, gritó un aficionado con criterio y decisión en un momento de la función donde la frase no molestaba. La enhorabuena, a la que me sumo, debe ir para la dirección artística, y a todos los elementos de la producción de la obra, que han convertido esta función en un auténtico broche de oro para clausurar la temporada.



http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp ... emplar=801
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Tras asistir a la que, a buen seguro, será considerada como una de las grandes noches de ópera que el Campoamor ha vivido en su historia, la primera reflexión obligada es la limitación escénica del buque insignia teatral asturiano. En las dos últimas décadas se han realizado reformas, la primera de ellas de la sala, y la segunda que amplió camerinos, sala de ensayo y otras dependencias, que pusieron al día aspectos que estaban ciertamente abandonados. Pero, en el fondo, no han sido más que parches para ir tirando. El Campoamor, por su historia, es un teatro de carácter nacional y ya va siendo hora de que las administraciones municipal, autonómica y estatal sean capaces de coordinar una reforma escénica en profundidad de un escenario que no permite acoger la mayoría de los montajes que actualmente se realizan en los circuitos operísticos. La dificultad de encajar esta producción de «Aida» ha sido monumental y eso que estamos hablando de un montaje de 1945. Es ahora el momento de pedir a nuestros políticos coraje para afrontar una obra que ha de resultar polémica, pero que es necesaria si Asturias quiere seguir teniendo en el futuro una de las mejores temporadas de ópera de España.

El ciclo que ahora se cierra no ha tenido fisuras. Su calidad ha sido reconocida por la crítica nacional y, por vez primera, por la internacional. La ópera es la primera empresa cultural de Asturias, que da trabajo a centenares de personas durante cinco meses y sólo hay que esperar que las mismas instituciones sean capaces de aportar más recursos para que se pueda ir a los seis títulos a corto plazo. Ante la demanda espectacular del público asturiano no caben miserias, ni los habituales racaneos y estrecheces que ajustan nuestra ópera, mientras se prima a otras autonomías con menor tradición y empuje lírico. La reivindicación es un clamor y como tal debe ser entendido por una clase política que ha de ver en la ópera uno de los más importantes emblemas culturales del Principado.

Los espectadores que asistimos al estreno, y los que lo hagan en las dos funciones que restan, disfrutamos de un espectáculo excepcional planteado con un criterio artístico de enorme solvencia, que no sólo salió indemne del enorme reto que supone sacar adelante «Aida», sino que, cuando se bajó el telón, los resultados obtenidos fueron la evidencia de una calidad homogénea que es tan infrecuente en un título de estas características que se entiende la enorme emoción que anteanoche inundó la sala del Campoamor. La satisfacción fue expresada con aplausos y bravos, con pasión de ópera histórica como es la temporada ovetense, y a voz en grito cuando un espectador, al inicio del cuarto acto, gritó: «¡Bravo para quien ha conseguido traer a Oviedo esta producción tan bella!». Es bueno reconocer el éxito de quien ha estado detrás de este clamor generalizado, el director artístico de la Ópera de Oviedo, Javier Menéndez, y una junta directiva entusiasta que está empujando una enorme renovación de la ópera en una fascinante aventura que, ante el adelanto de la programación del próximo año que este diario realizó el pasado domingo, aún ha de deparar muchas y relevantes sorpresas.

Se entiende el entusiasmo del público ante la producción que el Liceo recuperó en colaboración con el Festival Internacional de Santander. Los decorados que Mestres Cabanes diseñó en la década de los cuarenta son una obra maestra de la perspectiva arquitectónica escénica. El empleo del trampantojo es perfecto, y la ilusión del teatro, por tanto, vuela alto y engancha al espectador. A ello contribuye la iluminación de Albert Faura, con los cambios de cuadro en una luz azulada que devolvía la ilusión a la realidad. El Egipto fantástico de Mestres Cabanes -con un cierto toque decó- tan bien restaurado por Jordi Castells está repleto de iconos bellísimos, de postales melancólicas que tienen una garra teatral incuestionable. Los templos, la falúa, los carros, el minucioso y preciosista atrezzo, el deslumbrante vestuario de Franca Squarciapino -ganadora de un «Oscar» de Hollywood por «Cyrano de Bergerac» y decenas más de galardones- se concitaron con una dirección de escena opulenta, uno de los mejores trabajos de José Antonio Gutiérrez, creativo sin dejar de ser respetuoso con la dramaturgia tradicional de la obra. Imaginación en todo el trazo y trabajo de orfebre en la monumental «escena del triunfo», que siempre acaba resultando grotesca y que aquí funcionó a la perfección con cerca de doscientas personas en escena entre figurantes y coro. Un prodigio. Como el resto de los cuadros, los más íntimos, desarrollados con un cuidado emotivo, y los movimientos del coro muy «Walk like an egyptian» que hace años cantaban «The Bangles». Cuando al final Gutiérrez saludó con todos los técnicos, justa fue la gran ovación que recibieron, al realizar un trabajo antológico del que todos deben sentirse orgullosos. Asimismo, debe mencionarse el ballet, aplaudido por su calidad, con coreografías bien resueltas, aunque Ramón Oller debió ajustar los efectivos en la coreografía del «triunfo».

Con el empuje de la producción, no podía fallar el ámbito musical. Y no lo hizo. Stefano Ranzani no se limitó a cuadrar, que en este caso ya es para nota, sino que sacó adelante su versión, caracterizada por una fuerte tensión dinámica, un entusiasmo verdiano traducido en el color orquestal, en el ajuste perfecto y en la búsqueda del matiz lírico en los pasajes que así lo requerían. Ranzani fue el motor principal del éxito desde el conocimiento de la partitura y con la complicidad de una Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias en estado de gracia pese a los problemas que acucian a la formación. La orquesta se crece en la adversidad y, de nuevo, demostró su ductilidad y que es una de las mejores formaciones nacionales que trabajan en ópera. Sólo se echó de menos mayor rigor en los trompetistas, no miembros de la orquesta, en el escenario. El Coro de la Asociación Asturiana de Amigos de la Ópera cantó en condiciones, convenientemente reforzado, y sacó adelante un título en el que coros de grandes teatros se atascan. Su dedicación se vio recompensada con una gran noche.

El reparto, brillante y homogéneo -característica común a cada título de esta temporada que ahora termina-, fue el otro factor clave para el gran empuje de la velada. La asturiana Paula Lueje fue una sacerdotisa ejemplar en su cometido breve pero esencial, y Josep Fadó, un mensajero de lujo. Stefano Palatchi, tan querido en Oviedo, trazó un Ramfis rotundo en lo escénico y convincente en lo vocal, aunque su actuación no fuese todo lo perfecta que acostumbra. Efectivísimo resultó el rey de Felipe Bou, en un papel en el que demuestra cualidades y calidades para mayores compromisos. Con medios adecuados, aunque algo ajustados, interpretó Donnie Ray Albert a un Amonasro escénicamente bien trabajado y al que le faltó un poco de volumen y una emisión de carácter más verdiano.

Arrojo y valentía derrochó el Radamés de Richard Margison, que superó con perfección técnica el endiablado «Celeste Aida» inicial -cada nota, incluso el si bemol agudo, en su sitio- para desarrollar una actuación impecable. Es la suya una voz «a la americana», con emisión peculiar, tampoco estrictamente verdiana, pero que acaba convenciendo porque no se arredra ante las dificultades vocales del personaje. Las hace suyas y las ejecuta de forma precisa, aunque, a veces, algo fría.

Mucho se esperaba, y no defraudó, de la Amneris de Larissa Diadkova. La mezzosoprano rusa aportó una visión del personaje distinta a la que se suele ver más usualmente. No fue una Amneris diabólica, sino enamorada y con cierto poso melancólico en la construcción del papel. Diadkova exhibió un registro central y grave opulentamente ruso y envuelto en una emisión, a la vez, verdiana. A veces el agudo resulta un tanto forzado, pero esto no merma una actuación antológica, llena de recursos expresivos y armónicos que brillaron con plenitud en los sucesivos dúos y tríos en los que es pieza clave sobre la que se articula la obra.

Y la sorpresa llegó de la mano de Micaela Carosi. La soprano se recreó en el pesonaje de Aida, que le viene a la perfección a una realidad vocal que tiene en el sobreagudo firme pilar. Sorprende que una emisión tan potente como la que demuestra tenga su contrapunto en el refinamiento expresivo con el que cantó ese hermoso tapiz melódico que es el «Qui Radamés verrà... Oh patria mia», sugerente y bellísima romanza evocativa que requiere una delicadeza rotunda en la expresión, lo cual realizó Carosi con mayúscula eficiencia. Fascinante.

Con estos ingredientes vocales movidos por un concepto de conjunto firme y no por rivalidades se fraguó el éxito que sale de la pasión verdiana que enciende al público ovetense. A la salida, veteranos y expertos operófilos no escondían la emoción que el espectáculo les había producido. Al terminar una temporada más -en la que, por fortuna, se volvió a utilizar el telón americano del teatro- y por ese fervor del público de siempre que es el de hoy y del que se va haciendo para el futuro, no me queda más que seguir reivindicando recursos económicos y la máxima ayuda posible para que el mayor número posible de asturianos tenga acceso a disfrutar el esplendor de ese arte total que es la ópera.

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...la scena a' miei tempi era altra cosa.


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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com