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NotaPublicado: 17 Dic 2004 13:31 
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Pues yo también lo leo, aunque no escriba nada..... :wink:

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Cleo


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NotaPublicado: 19 Dic 2004 10:10 
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La crítica de LNE por Cosme Marina ( artículo completo en LNE )


«Lucrezia Borgia» es ópera importante, de relieve. Tanto por sus notables calidades musicales como por la peculiaridad de su estructura formal y por ser además ejemplo para otros creadores posteriores. Con este título Donizetti y su libretista Felice Romani sortearon la censura y, con el drama de Víctor Hugo como telón de fondo, construyeron una ácida crítica a una nobleza ya de usos y costumbres decrépitos. Por eso la trama, de principio a fin, es de gran crudeza y los breves respiros de las fiestas no son más que antesalas del horror, de la tragedia. Esta visión la capta, elabora, disecciona y muestra Emilio Sagi en una producción diseñada para la temporada de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera en 2001, en la que sólo de modo conceptual se acude a la convención renacentista. Sagi arriesgó hace tres años y su visión de la obra es de futuro. La dramaturgia resulta descarnada, áspera incluso, y el discurrir de la acción también duro y cortante. La escenografía -Llorenç Corbella siempre asombra por su calidad creativa- enfatizó esto y combinó funcionalidad en los cambios de escena con alguna pretendida pesantez en determinados cuadros. Contribuyó a que el planteamiento de la dirección de escena llegase a su plenitud una iluminación magistral de Eduardo Bravo desplegando toda su perspicacia e inventiva mediante un cromatismo que oscilaba entre tonos fríos las más de las veces, cálidos otras, pero siempre misterioso. Y, por supuesto, el diseño de vestuario en el que Pepa Ojanguren hizo gala de una inventiva desbordante. La relectura de los figurines con texturas plásticas se complementó con un cuidado exquisito en los roles principales, rozando el preciosismo en el caso de la soprano, del negro al rojo -peculiares ambos vestidos en el acertado efecto que la iluminación ejercía sobre ellos-. Con este equipo Sagi edificó su visión y logró pasajes magistrales en el inicio empleando un gran espejo cenital que anticipaba la acción -aunque la fiesta estuviese un tanto apretada-, el gabinete de Don Alfonso -con ese regusto a «Matrix» que transpira todo el planteamiento-, y las escenas finales de compleja resolución dramática. Los sicarios, el espionaje, la delación a través de las cortinas de plástico -ejemplar el coro en su trabajo escénico-, o la explicación inicial del drama con la joven Lucrezia oscurecida ya por el destino, compartieron protagonismo con la «levitación» de Gennaro en el inicio del segundo acto -suspendido en el aire y, como diría Alaska, «viendo la vida pasar»-, la explícita relación sentimental de Orsini con el propio Gennaro y la violencia nocturna a la luz de las linternas. O lo que es lo mismo, una sucesión constante de sugerencias y matices que deja ver a un creador en su plenitud, maduro y de formidable talento como es Emilio Sagi. Fuera de programa, y anecdótico, las dificultades de la Devia cuando casi se le desprende la falda en la última escena. Lo solventó a la mínima.

Teniendo el apartado escénico a pleno rendimiento el musical no se quedó atrás. El Campoamor inició un vínculo, espero que duradero, con un director musical de talla. Paolo Arrivabeni sabe lo que se trae entre manos cuando de bel canto se habla. Por fin pudimos escuchar una obra donizettina interpretada de forma limpia, sin adherencias y con trabajo previo de gran seriedad, buceando en las fuentes para buscar un resultado coherente y no el manido acompañamiento desvaído y ruidoso tan al uso en otros colegas suyos. Donizetti fue autor de enorme rapidez de escritura. Por ello no siempre encontramos la orquestación todo lo cuidada que debiera. Pero, insisto, esto ya no cuela para tratar de vender el camelo, que el público aguantamos durante décadas, de que la orquesta ha de tener un carácter secundario. Arrivabeni y la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias demostraron que su papel es protagónico. El director, por su cuidado equilibrio, atención y la riqueza expresiva, y la orquesta por la precisión y ajuste.

Y si una ópera comienza y termina en el foso -esto no debe olvidarse nunca- es sobre la escena donde todo transcurre y el milagro de la voz humana encandila o irrita -esto ya depende de cómo salgan las tornas- al respetable. La primera dificultad que un programador tiene para sacar adelante «Lucrezia Borgia» reside en la necesidad de contar con un reparto extenso que de mediocridades admite las justas. Por eso adquiere especial brillo el rotundo resultado de conjunto -salvo alguna pequeña cuestión que no merece la pena comentar- en el que los «divos», que tanto nos gustan a todos, compartieron escena con profesionales de calidad, perfectamente adaptados a sus cometidos. Muchos de ellos son conocidos por el público al ser habituales del Campoamor y otros merecen cuidadosa atención en el futuro como el tenor José Luis Sola que destacó como Liverotto. Francisco Santiago, Ernesto Morillo, Mikeldi Atxalandabaso, José Manuel Díaz, Ángel Rodríguez o Celestino Varela han de tenerse en cuenta por su trabajo honesto y buenos resultados vocal y escénicamente, fruto de una seriedad que aportó, sumó y engrandeció el reparto. Junto a ellos, el Coro de Amigos de la Ópera, bajo la dirección experta de Elena Herrera, derrochó pasión y entrega y mantuvo su paulatina línea ascendente.

He dejado para el final, de forma premeditada, al cuarteto protagonista. Sobre ellos recae el peso de la obra y de manera categórica en la soprano. No voy a descubrir a estas alturas la casta de una cantante como Mariella Devia, y menos en Oviedo, donde tanto y tan bien ha trabajado. Sí llama la atención un aspecto en el que debieran mirarse los jóvenes intérpretes.

El tiempo pasa y la Devia mantiene intactas las cualidades vocales que la han hecho célebre. Esto algo querrá decir. Reina ahora en el bel canto y lo hace con un dominio de cada personaje que interpreta asentado en la experiencia, el estudio constante y la voluntad de ir más allá y no acomodarse. De Lucrezia se pueden esperar aproximaciones más pesantes vocalmente pero la hoja de ruta de la Devia es otra. Es consciente de su potencial y también de sus limitaciones -ahí está la clave de su grandeza- y rescata una Lucrezia más ligera y también más fiel al origen porque la depura de adherencias. Su extenso fiato, el fraseo y la dicción ejemplares, llevan a que su lección de canto sea constante. Escuchar a la Devia es una invitación a disfrutar de todos los recursos belcantistas sin forzar, con naturalidad, brillo y espectacularidad. Ante una cantante de estas características, el reto para los demás era enorme. Y, sin embargo, salieron del mismo con holgura. José Bros, al que por tantos y tan justificados motivos adoramos en esta ciudad, quiso debutar aquí a Gennaro, rol ingrato e implacable. La perfección en el canto señalada para la Devia perfectamente sirve para describir al tenor catalán. Bros sigue creciendo vocalmente, va siempre hacia arriba y cada actuación suya descubre nuevas aristas de una voz cincelada a fuego, de valor enorme. Su Gennaro respira vida mediante una emisión cuidada que va al agudo con valentía, sin la más mínima merma, incluso en pasajes de dificultad extrema como «T'amo cual s'ama un angelo», disfrutando del canto, con frases antológicas. Si Bros ha cantado este papel por vez primera a este nivel debe imaginarse lo que puede conseguir a medio plazo.

La entidad de un bajo como Giorgio Surjan se percibe de inmediato, nada más salir a escena. Es el cantante croata intérprete serio, seguro, de los que no escatiman ni un ápice buscando en la fidelidad estilística su principal baza. A su Don Alfonso no le faltó ni sobró nada, ni en volumen, extensión o peso dramático. Todo en su sitio. Y, sin duda, la mayor sorpresa llegó con el doble debut -del personaje y escénico en España- de la mezzo puertorriqueña Jossie Pérez. El suyo fue un Maffio Orsini convincente, con una prestación que fue de menos a más y tuvo su cima en «Il segreto per esser felici». En ella se aprecian posibilidades muy relevantes ante una carrera que, necesariamente tiene que apuntar alto. Le acompaña un físico espectacular, buenas aptitudes dramáticas y una vocalidad bien trabajada desde el punto de vista técnico. En fin, una muy especial noche de ópera, ponderada y expuesta con un rigor que encendió la hermosa llama del bel canto donizettiano en brillo similar a la febriles agilidades de la «cabaletta» con las que Mariella Devia cerró la velada.


Y unas fotos de la producción:
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NotaPublicado: 20 Dic 2004 8:31 
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Parte de la crítica de LVdA:

Si bien hay que decir que respecto del reparto vocal se ha logrado una gran versión de la ópera, en lo que se refiere a lo material la producción es bastante ajustada de medios, teniendo que recurrir tan a menudo a los mismos elementos escénicos, que aquí se consiguen manipular de manera inteligente y expresiva. Lucrecia Borgia es una obra en la que se revela una dirección de escena difícil, que no ofrece grandes posibilidades, pero que Emilio Sagi intenta enriquecer potenciando los aspectos expresivos de la obra y las (en algún caso sugerentes) posibilidades dramáticas.

Mariella Devia es una maravillosa soprano que ha ofrecido una versión de Lucrezia contenida, sin la energía desbordante que pudieran ofrecer otras intérpretes con un físico y voz más contundente, como el caso de Ana María Sánchez. El personaje se adecua a las característica de una spinto-coloratura, aunque en el caso de la Devia, su tesitura es algo más lírica, con menos empuje, ofreciendo una versión más delicada. Mariella Devia ofrece un refinamiento en el canto cuidadoso con el trato de la línea melódica, con una interpretación que garantiza lo que en ocasiones hemos echado de menos en el Campoamor, una intérprete adecuada al estilo. Su participación en la obra se puede calificar de magistral desde el punto de vista técnico, como en el caso de la difícil cabaletta del final de la ópera.


JOSE BROSfue otro de los triunfadores de la noche. Su voz de tenor lírico encaja bien con el personaje de Gennaro. Algo contenido escénicamente, mostró buenas aptitudes vocales en volumen sonoro, saliendo bien parado en los momentos más difíciles de la partitura, con pasajes en un registro agudísimo que afrontó con valentía y aplomo.

A juzgar por los aplausos finales es fácil ver el aprecio que se ha granjeado entre la afición ovetense. Giorgio Surjan interpretó a Don Alfonso. Su contundente voz de bajo tiende a resaltar sin fisuras el registro grave de sus interpretaciones. Se trata de un cantante de calidad contrastada que no necesita rebuscar interpretaciones arriesgadas en el agudo, sino que ofrece un brillante acomodo vocal a la intensidad dramática de su personaje.


DEL CUARTETO solista hay que destacar desde el punto de vista escénico el trabajo de Jossie Pérez, que interpretaba a Maffio Orsini. Es evidente que se trata de una intérprete que cuenta con un físico atractivo para la escena, que ella rodea de un buena capacidad interpretativa que marca la diferencia con el resto de compañeros. Dicha interpretación, llena de energía, se vio acompañada de unos buenos resultados vocales. Dada su juventud y sus interesantes aptitudes, se le puede augurar una excelente trayectoria artística.

El resto del elenco estuvo conformado por un grupo de cantantes con parecida importancia vocal y escénica, siendo el resultado bastante parejo. José Luis Sola, Francisco Santiago, Ernesto Morillo, Mikeldi Atxalandabaso, José Manuel Díaz, Angel Rodríguez y Celestino Varela completaron certeramente un reparto que hizo las delicias del público. Buenos resultados escénicos y vocales obtenidos por el Coro de la AO.

La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias estuvo bien, sin desajustes de cara al espectador, y brillantemente llevada por Paolo Arrivabeni, que dirigió con un bello gesto, suave, elegante y eficaz. Su versión musical fue magnífica, respetuosa con la voz, y acompañando acertadamente a los intérpretes en un estilo en el que siempre hay tiranteces de tempo, que él supo llevar con elegancia y eficacia.


La otra mitad de la crítica es sobre la escenografía, si la queréis ver completa


Yo aún estoy en el séptimo cielo para poder opinar, creo que debo hasta haber soñado con esta L.B. Imagen

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NotaPublicado: 20 Dic 2004 11:27 
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he ahí un trabajo que parece interesante.... :P y que me gustaría ver cómo funciona a nivel dramático :wink:

beshos

simon :smoking:


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NotaPublicado: 20 Dic 2004 15:18 
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Mulero (arrieritos somos...)
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Para mí, funciona. Y muy bien. ¿Y por qué? Porque lo que dice el libreto está ahí. Todo.

Si el libreto dice que hay una pared con el escudo de los Borgia, el escenógrafo se ha tomado la molestia de buscar el toro familiar de don Rodrigo y colocarlo. Y cuando Gennaro arranca con su puñal la B, la arranca: no se tira un pedo ni mea. Hace lo que dice ahí.

Y lo mismo para el resto de situaciones. La explicación en el preludio está muy bien traída, pero subir a Bros en una silla colgante a 5 metros de altura me parece una chorrada. Pocos tenores buenos hay como para andar matándolos en accidentes laborales. ¿El toque gay de Orsini? El director sabrá porque lo ha puesto.

Por la tarde me extenderé con más detalle sobre el asunto, que ahora hace hambre.


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NotaPublicado: 21 Dic 2004 8:16 
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Gonzalo Alonso, en "La razón" presenció la 2ª función y opinó aquí. Entre otras cosas:

G.Alonso escribió:
Mariella Devía no posee, como Tebaldi, una voz cuya característica principal sea la belleza tímbrica, o al menos no ya en las proximidades de los 60 años. Tampoco exhibe el fuelle preciso para alguno de los momentos más dramáticos de la partitura, como es el dúo con su marido D.Alfonso. En estos mismos días cantaba en Madrid quien, con belleza y fuelle, mejor ha cantado el personaje de Lucrecia en las últimas décadas, Montserrat Caballé. Pero Devía, sin poder alcanzar aquel nivel, se defiende muy bien gracias a una musicalidad intachable y al dominio del estilo belcantista. Estuvo magnífica en el aria inicial y en la aún más endiablada cabaleta final. José Bros debutaba en el papel de Genaro con la partitura todavía no completamente en «gola», como pudo apreciarse en la tirantez de la difícil y poco agradecida aria. Brilló en el resto, luciéndose en esas frases líricas llenas de aliento que tanto abundan en esta obra minusvalorada. Ambos cosecharon un gran triunfo muy merecidamente. Los recuerdos ya son inalcanzables y sus realidades son de lo mejor de hoy día.
Giorgio Surjan fue de menos a más porque fue de más a menos. Porque fue aparcando una tendencia excesiva a dramatizar que casi convirtió su primer aria en una pieza verdiana y es que es cierto que en ella ya despunta el barítono verdiano, pero no tan exageradamente. Triunfó también la mezzo Jossie Pérez, ejemplo de artista perfecta para los tiempos que corren. Buena presencia, excelente actriz y aceptable voz, convierte Orsini en un espectáculo visual y auditivo, aunque si se cierran los ojos no es oro todo lo que reluce

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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com