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Diva consentida |
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Registrado: 10 Sep 2007 2:55 Mensajes: 3288 Ubicación: Up there
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Con el permiso de mitchum, ahora que se acaba el mes, les copio y pego (por fin con los ejemplos musicales que en aquella época no sabíamos colgar) la paranoia que me dio una vez con el dúo del Ballo in maschera, cuando yo era un joven felizmente friki, mucho antes de llamarme Peter Quint.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=RNqzin5Feb8&feature=PlayList&p=ED115426CC18D2C6&playnext_from=PL&playnext=1&index=24[/youtube]
Siempre he sentido una inclinación especial por el dúo de amor del Ballo. De chaval tuve una época de oírlo todos los días. He leído siempre cosas tremendamente positivas de este dúo ("el mejor dúo de amor verdiano con Otello", "una especie de Tristán e Isolda a la italiana, por la intensidad de los sentimientos y lo prohibido de las relaciones"), y con la curiosidad algo inocente de quien sabe leer música pero no sabe arquitectura musical, he intentado, partitura en mano, interiorizar la estructura y el juego de equilibrios y pretensiones de la pieza. No sé si lo he logrado o no, pero en las siguentes líneas intentaré explicar cómo creo yo que va la cosa.
En mi opinión, en este dúo es fundamental el contexto: l’orrido campo ove s'accoppia al delitto la morte, el lugar más inhóspito posible. En él, Amelia, resuelta a acabar con un afecto que es a un tiempo, su mayor dicha y su deshonra, ha mostrado en su aria una gran resolución para vencer ese amor, una lástima sincera por el incalculable vacío humano de perderlo y verdadero terror al advertir la presencia de alguien más; calmada, se encomienda con humildad religiosa a Dios (una constante en este personaje): “miserere d'un povero cor".
El dúo comienza con la cuerda haciendo diseños de semicorcheas entre do#, re y mi: un universo inquieto dentro de una tercera menor en crescendo (a la que podríamos llamar la “célula inquieta”) que finalmente hace unos diseños ascendentes hasta la entrada del tenor: "Teco io sto!"
Sorpresa, terror, conflicto, forzamiento de una situación indeseable a la vez que inevitable, un cara a cara decisivo. Frases muy cortas, alternancias rápidas, respiración entrecortada, en un pasaje en el que Amelia va huyendo, en un interesante recorrido armónico orquestal, del caótico acorde de séptima disminuida del inicio (do#-mi-sol-si b), hasta La menor, sobre un salto de octava ("Mi lasciate!", donde marca una especie de “techo” musical en el La4), a partir del cual comienza otra fase del dúo, de una dialéctica armónica del máximo interés.
Ambos han recobrado la respiración y explican sus ideas en frases completas al tiempo que la música se adapta genial a la expresividad de cada frase. Amelia comienza en el La menor en que ha resuelto, “Son la vittima che geme, il mio nome almen salvate…", todavía nervioso, pero eso no frena el ardor de Riccardo, que le responde también en modo menor (Re) pero sin embargo muy exaltado, pegando un salto de séptima ascendente en “di te l’affetto” para bajar de grado hasta la tónica. Asustada, Amelia toma su Re y huye al modo Mayor
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suplicando la piedad del noble. Pero el modo mayor es el mundo de Riccardo, de su luz y su amor, y la embelesadora frase de respuesta, que ataca igual que Amelia, cae sobre la mujer con la escala de Re Mayor descendente entera como un abrazo tiernísimo.
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Apresada por él, Amelia sólo puede romper el Re Mayor atacando el Fa natural en "Ma, Riccardo, io son d'altrui", seria, trascendente, alterada,
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y ya en Do Mayor, sin armadura, es meridiana: "Io son di lui che daria la vita a te", con categóricos y rotundos intervalos (el último, una quinta justa): esa atracción no puede llevar a nada, esa historia no puede ser. Riccardo, ardiente pero discursivamente pasivo hasta ese momento, toma la palabra.
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El bellísimo fragmento de Riccardo, en un Fa mayor (tonalidad ya usada por Amelia en su aria para referirse a este sentimiento que les une: "Che ti resta, perduto l'amor?") de gran simpleza expositiva, es una genial melodía de Verdi: suave pero concisa, transmite al mismo tiempo todo el cariño del noble por la señora y toda la melancolía de no poder materializar ese amor. Al principio, son los sentimientos más pesismistas ("il rimorso") los que predominan, pero a partir de "Quante notti ho vegliato anelante" el lirismo comienza a emerger, elevando la voz del tenor hasta una altura que será superada en las sigueintes frases, todavía más líricas y ascendentes (el corazón comienza a latirle más fuerte), "Quante volte dal cielo implorai", con expansiones que fomentan esta sensación
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hasta el clímax en que la voz hace la escala más amplia de todo el cantabile (hasta el Sib3) en "Ma per questo ho potuto un istante" para luego descender, suave y humilde, hasta el Fa2.
Aquí se produce un efecto armónico genial. Amelia toma ese Fa en octava aguda, pero no como tónica, sino como mediante de un arrebatador Re bemol mayor que se hace con la música y con el que vuelve a encomendarse a Dios:
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Es decir, Amelia ha escuchado a Riccardo, pero no puede ponerse en su plano. Sin embargo, la música comienza a delatarla: cuando se gire y mire a Riccardo, “E tu va”, el magnetismo de Riccardo la lleva a resolver… en Fa Mayor. Amelia ha quedado a merced de Riccardo, que le abre su corazón describiéndole musical y dinámicamente sus latidos (diseños ascendentes y descendentes que seguirán durante todo el pasaje): "La mia vita, l'universo", "L'universo per un detto".
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También oímos latir el corazón de Amelia:
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Los diseños son cada vez más pequeños y quedos, según el alma de Amelia va perdiendo fuerza de resistirse: es, como escribió algún crítico, como si los segundos fueran pasando cada vez más despacio hasta que tras "un sol detto, un sol detto", en el ataque de La Mayor, el tiempo se detiene por completo. Estamos en el momento clave de la ópera. Como un susurro absolutamente sensible, los chelos anticipan un diseño musical que Amelia seguirá a remolque. Es como si la cuerda nos hiciera oír lo que siente el corazón de esta mujer un instante antes de que ella lo diga en palabras: "Ebben, sì, t'amo".
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La alegría de Riccardo es automática, yendo al agudo ("M'ami, Amelia?"), pero respetuosa con el clima, que sólo terminará tras las tranquilas súplicas de Amelia, siguiendo de nuevo con esos diseños ascendentes y descendentes:
Bajo la última nota de la soprano, la cuerda hará dos veces más este diseño, pero no termina el segundo, que queda en suspenso. Silencio.
El tiempo detenido comienza a volver a correr a partir del recitativo mayormente a capella del tenor. "M'ami. M'ami!. Oh, sia distrutto…" La orquesta poco a poco se le adhiere hasta acompañarle al agudo: "Estinto tutto sia fuorchè l'amor", y ahí, una rápida resolución noslleva… a algo insólito y genial: precisamente el estado musical más puro, más natural, más sencillo posible, el arpegio de Do mayor, sobre el que se construye la bellísima melodía de la parte rápida: "Oh, qual soave brivido".
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Amelia repite la parte, ahora ya sí en el mundo de Riccardo, pero aún sin entregarse en entero: su texto para sí misma y su dinámica más suave indican aún algún nivel de introversión. Al término de la estrofa de Amelia, el tenor, ahora ya con su resistencia vencida, la lleva de nuevo a la expresión ya libre, avasalladora esta vez, de su amor: "Amelia, tú m'ami?", y ahora es ella la primera en ir al agudo: "Sì, t'amo", y él se le une al momento en la sensible (sol#) reforzando el modo Mayor: "Irradiami d'amor", para hacer un clímax vocal magnífico
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y volver a la base de su frase, el Mi que sirve de tónica.
Pero cuando Amelia se quede sola, aún suplicando defensa contra sus sentimientos que ya no oculta, insistiendo entre dominante y tónica del Mi mayor en que se desarrolla el pasaje ("tu me diffendi dal mio cor"), será Riccardo el que haga el mismo juego anterior de Amelia, le tome la tónica (Mi) y la use, precisamente, como mediante… de la repetición de la parte rápida en Do mayor. Amelia, en esta ocasión, después de la ardiente manifestación amorosa que acaba de hacer, no podría volver a decir su estrofa en piano. Así, permanece a la sombre del tenor, a cuya voz cantante le hace pequeños diseños y terceras inferiores. Pero para la segunda mitad de la estrofa, se abandona totalmente a él, acompañándole al La agudo (la nota clave de este dúo), e incluso haciendo alguna frase sola ("a lui versar quest'anima"), de tal forma que adquiere la voz cantante de la melodía y será el tenor el que empezará a hacer diseños sobre ella. En las repeticiones finales, él hace los juegos y ella se los imita, totalmente unida ya a su juego musical: "Irradiami d'amor", "o nella morte almen"… hasta la cadencia final y el agudo, un monumental Do, sólo escrito para ella, pero al que, tradicionalmente, se ha unido el tenor. Y es que esto no deja de ser ópera italiana...
_________________ Die Wahrheit ist bei mir, Mandryka.
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