La Feria me ha destrozado, pero un compromiso es un compromiso
Muerte en Venecia: Prosa, poesía y música.
Hace mucho tiempo, existía un blog que se dedicaba, entre otras cosas, a mostrarnos las diversas conexiones que existen entre mundos artísticos aparentemente alejados. De ese magnifico blog, hoy muerto, tomé yo la costumbre de relacionar esas cosas. Y Muerte en Venecia es para mi un caso paradigmático de interrelación entre diversos mundos artísticos.
Quisiera empezar con unos versos que siempre me parecieron escritos por Gustav von Aschenbach, pero que fueron escritos por
Rainer Maria Rilke. Es el comienzo de la
primera Elegía del Duino
¿Quién, si yo gritara, me escucharía entre las órdenes
angélicas? Y aun si de repente algún ángel
me apretara contra su corazón, me suprimiría
su existencia más fuerte. Pues
la belleza no es nada
sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces
de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente
desdeña destrozarnos. Todo ángel es terrible.
Wer, wenn ich schriee, hörte mich denn aus der Engel
Ordnungen? und gesetzt selbst, es nähme
einer mich plötzlich ans Herz: ich verginge von seinem
stärkeren Dasein. Denn
das Schöne ist nichts
als des Schrecklichen Anfang, den wir noch grade ertragen,
und wir bewundern es so, weil es gelassen verschmäht,
uns zu zerstören. Ein jeder Engel ist schrecklich.
La negrita es muy interesante, porque, para mi, incide en una forma de contemplación del arte y la bellleza que se halla presente en ambas Muertes en Venecia: Mann y Britten. Esa idea de lo bello como participación en la divinidad, que tanto nos recuerda a los teólogos medievales, pero tamizada por un sutil erotismo; que tanto nos recuerda a viejos mitos griegos de mujeres muriendo por la exposición a un dios en toda su gloria; es elemental en el planteamiento de Mann y en el planteamiento de Britten. Ahora bien, el tratamiento de este eje en el que difieren, desde mi punto de vista, Mann y Britten.
No soy un experto en ninguno de los dos (conozco mejor a Mann que a Britten, por filias culturales sobre todo) pero la lectura del relato y la audición de la obra siempre me han provocado sensaciones distintas, a veces incluso encontradas. Britten es un maestro en dar realidad lo que otros sólo insinuan, en tomar partido por las opciones que da un texto literario y mostrarnos el desarrollo de esa opción. Ya lo hizo con la Vuelta de Tuerca, pero aquí va a ser distinto.
La sensación que me ha producido siempre la obra de Mann es la asfixia por la belleza, algo que tiene mucho que ver con lo anteriormente comentado de Rilke. Es algo tan bello que resulta terrible, casi asfixiante. Me parece que el logro de Mann es retratar Venecia, mientras que el logro de Britten es retratar a Aschenbach y su mundo interior. Es curioso, pero el caso de las dos Muertes en Venecia, siempre me ha parecido (aunque sea una herejía) que el relato, por su propio formato, ofrece una mayor limitación expositiva que la ópera. Britten se aprovecha de poder añadir a un texto música, y poder mostrar con esa música cosas que en el relato no están explícitas, sino que son decisión del lector. Esto puede verse como una ventaja o como un inconveniente. El relato de Mann profundiza ampliamente en algo, que obviamente, la ópera por su formato no puede hacer: el ambiente. Mann recrea un ambiente, como ya he dicho, asfixiante y sensual, cargado de reflexiones acerca de la belleza. Es una Venecia onírica y algo extraña.
Britten, por el contrario, nos enseña las pulsiones de Aschenbach, luchando por salir a la luz. Ya me referí en su momento a la idea de la "llamada de la selva", que tan bien tratada musicalmente está, como Sid ha puesto de manifiesto. Este es, para mi, el gran acierto de Britten. Desde la primera nota a la última, asistimos a un retrato de la tensión emocional del protagonista. Para mi, no hay nada en la ópera que no se pueda relacionar con eso directamente. Así, el Aschenbach de Britten se nos hace más comprensible a veces, se nos hace más humano, porque la música nos dice lo que está sintiendo, si es que siente algo un ser como él, y eso sería tema para otro debate.
En definitiva, Britten aprovecha lo que en Mann es opciones al lector, libertad de sentir e interpretar el relato, y nos ofrece, para mí, una versión más acabada del mismo.
Y ahora, si me disculpan, me voy a dormir, que la Feria es mucha Feria. Siento haberos dado el latazo (y siento que se me quedan muchas cosas en el tintero...)