Una película que siempre me deja sensaciones contrapuestas, tanto por su visión de la realidad como por su realización. Lo primero porque no cabe mayor amargura vital, rayando en el nihilismo, que la de presentar un mundo lleno de golfos y sinvergüenzas donde no cabe la ética ni la honradez. Mankiewicz es implacable y no deja títere con cabeza ("
Del Rey abajo, todos"
), y sólo muestra algo de humanidad con el chaval joven, aún sin contaminar, y con el que tiene el detalle de que nunca descubra al grandísimo hijo de puta que tenía como amigo.
Y sorprende en un hombre tan exquisito como Mankiewicz una realización llena de irregularidades, donde a momentos sutiles y virtuosísticos (con un simple gesto nos muestra la homosexualidad del carcelero; o ese inmenso
travelling que parte de un primer plano de Douglas hasta convertirse en un gran plano general con la visión de la prisión en medio de la nada), suceden otros desgarbados o directamente cutres (¡¡¡ese zoom para subrayar las cagadas de los caballos!!!...
). Sólo se me ocurre una doble explicación: que quisiera hacer una realización acorde con un argumento y unos personajes tan desagradables; o que, tras sus últimos fracasos, quisiera pasar por un director moderno en aquel tiempo, setentero en la peor acepción del término. En verdad, el abuso del zoom llega a hacerse insoportable.
Los actores, estupendos. Douglas, con esa proverbial donosura, consigue el milagro de que el espectador no deje de empatizar con semejante bicho. Y Henry Fonda (pocos actores han sabido escuchar como él) está majestuoso,
as usual.