Estoy leyendo poemas de Billy Collins, el poeta más popular de los EEUU, que tiene la rara cualidad de sacar dinero (del de verdad, del que cambia la vida) simplemente escribiendo y leyendo su poesía. Es claro y tiene gracia; pero sólo eso no explica su éxito (supongo; si no, ya tenemos la receta de la piedra filosofal para poetas).
Me había resistido a leerlo por ese esnobismo intelectual que nos acompaña a todos los lectores, a veces con resultados benéficos, a veces de forma inoportuna. Pero vi en youtube alguno de sus recitales y me resultó atractivo.
Incluyo uno de sus poemas más célebres. Otro que recomiendo es The Lanyard, muy divertido y curiosamente conmovedor. He apañado una versión rapidita al español de Forgetfulness (que coloco bajo la versión en inglés, con la modestia que me caracteriza y me hace ornato del foro), por la que me disculpo porque me he permitido alguna pequeña libertad (es que, si no, qué rollo).
Forgetfulness Billy Collins The name of the author is the first to go followed obediently by the title, the plot, the heartbreaking conclusion, the entire novel which suddenly becomes one you have never read, never even heard of,
as if, one by one, the memories you used to harbor decided to retire to the southern hemisphere of the brain, to a little fishing village where there are no phones.
Long ago you kissed the names of the nine muses goodbye and watched the quadratic equation pack its bag, and even now as you memorize the order of the planets,
something else is slipping away, a state flower perhaps, the address of an uncle, the capital of Paraguay.
Whatever it is you are struggling to remember, it is not poised on the tip of your tongue or even lurking in some obscure corner of your spleen.
It has floated away down a dark mythological river whose name begins with an L as far as you can recall
well on your own way to oblivion where you will join those who have even forgotten how to swim and how to ride a bicycle.
No wonder you rise in the middle of the night to look up the date of a famous battle in a book on war. No wonder the moon in the window seems to have drifted out of a love poem that you used to know by heart.
Olvido El nombre del autor es lo primero que desaparece, seguido, obedientemente, por el título, la trama, ese final que te rompe el corazón, toda la novela, que, de repente, nunca has leído, de la que no has oído ni hablar,
como si, uno a uno, los recuerdos que solías acoger hubieran emprendido el retiro en el hemisferio sur del cerebro, en una aldehuela de pescadores a la que no llega el teléfono.
Hace mucho tiempo, les diste a los nombres de las nueve musas un beso de despedida, y viste alejarse a las ecuaciones de segundo grado con la mochila a la espalda; y, en este mismo instante, mientras memorizas el orden de los planetas, hay otra cosa que se te escapa; la flor emblema de un estado, quizás, las señas de uno de tus tíos, la capital del Paraguay.
Sea lo que sea que estás intentando recordar, no se está asomando a la punta de la lengua, y ni siquiera merodea en algún rincón oscuro del bazo.
Se ha alejado en la corriente de un oscuro río mitológico cuyo nombre, te parece recordar, empieza con L, avanzando en tu propio camino hacia el olvido, donde te reunirás con los que ya ni se acuerdan de cómo se nada o se monta en bicicleta.
No es de extrañar que te levantes, en medio de la noche, para consultar la fecha de una batalla famosa en un libro sobre la guerra. No es de extrañar que la luna, en la ventana, parezca haberse escapado, errante, de un poema de amor que te conocías de memoria.
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