Lo que he cometido en los últimos meses es la lectura de todo Dickens, al que tenía bastante abandonado desde hacía tiempo, salvo Grandes Esperanzas y alguna otra cosa.
Para mi sorpresa, Little Dorrit casi se me cae de las manos (casi, porque, con esos pesos base de papel que se gastaba el cisne de Portsmouth en cada novela, no se puede uno jugar los pies por un gesto oratorio de los que despreciaba Quintiliano, no sin razón). No es sólo que la novela sea triste, es que el autor se muestra triste. Our Mutual Friend, Hard Times y Dombey nunca me han gustado mucho, y siguen así. Drood es caso aparte, porque no vale como novela, aunque en algunos momentos parece que se recobra el viejo espíritu.
Pero, Pickwick (la más grande novela de humor de la historia), Nickleby, Chuzzlewit, Twist, Barnaby, Copperfield, Expectations y Bleak, son maravillas. Curiosity Shop tiene sus momentos a la altura de lo mejor. Two Cities está bien, pero mucho mejor es Rudge, que es más fresca y tiene menos momentos "artísticos". Sus dos libros de viaje, a USA e Italia, son fantásticos, y en sus cuentos y bocetos humorísticos hay de todo, (bueno y entretenido, sin más) y para qué entrar en detalles.
Sorpresa mayúscula la de Barnaby Rudge. La única novela de Dickens que no había leído hasta ahora, porque me daba tanta pereza, y resulta ser una delicia colosal. Yo quiero un Grip en mi vida, que bastante Barnaby estoy hecho. Y no es tan ingenua, en absoluto, la descripción que hace Dickens del nacimiento, evolución y muerte de los motines callejeros.