Pues hablando de Buyo quizás procedería evocar a su predecesor en el Sevilla; Francisco Ruiz Brenes, "Paco"… o como se le conocía a mitad de los 70; “Superpaco” de quien los que, como yo, ya estéis en él “cinquecento” probablemente guardéis memoria.
Recordar a “Superpaco” exige renegar de la ortodoxia histórica y sumergirnos en los médanos de la leyenda. Imaginemos a un Sevilla recién ascendido a Primera División, y cimentado sobre las precarias bases del veterano Gallego –retornado tras su sobresaliente periplo en el Barça-, del no menos baqueteado centrocampista Lora –faro del sevillismo durante años- y de un exótico goleador, el africano Biri-Biri, cuya singularísima identidad merecería un libro para el sólo. En ese contexto deconstruido surge la figura de “Superpaco”, guardameta horizontal y uno de los porteros más originales del Campeonato en aquellos turbulentos años setenta. A falta de buenas fotografías y de testimonios cinematográficos de sus andanzas, hemos de acudir a los borrosos archivos de nuestra memoria, a pequeños detalles que creemos haber visto u oído alguna vez allá en el rancho grande… allá donde vivía. Quizás un milagroso empate a tres contra el Barça en el Nou Camp y a cuyo término, tanto “Superpaco” como Cruyff fueron invitados a saludar desde el círculo central. Pero también, posiblemente en el mismo escenario aunque un año antes, perdiendo 2-0 y completando una paranormal demostración de reflejos engrandecida, tal vez, por la impresión del momento y por la cantidad de agua ya pasada bajo el puente. Sin la solvencia de Iribar ni la autoridad de Arconada, las aportaciones de “Superpaco” se encuadraban en una cuarta dimensión, dentro del terreno de las bellas artes, que a veces no son tan bellas pero si que son, casi siempre, intermitentes e interpretables. Su momento culminante va unido a un gol que nunca debió subir al marcador. El centrocampista del Real Madrid Paul Breitner le lanzó en el Pizjuán un proyectil de largo alcance que penetró ilegalmente en la portería “palangana” a través de una distensión en el lateral de las mallas locales. El empate, logrado por Biri-Biri, abortó una derrota inmerecida. Una instantánea del reportero gráfico Javier Gálvez para el semanario “As-Color” certificó la improcedencia del tanto madridista que el árbitro, Sr. López Cuadrado, se tragó inocentemente al ver el balón dentro del portal sin hacerse ninguna pregunta metafísica acerca de como había acabado allí. Al margen del testimonio, lo hermoso del daguerrotipo es ver a “Superpaco” planeando con los brazos estirados, como un personaje de Marvel, y a punto de que, por obra y gracia del Cristo del Cachorro, le broten en los costados un par de alas blancas.