PORTEROS DE FUTBOL-CHAPASDe chavales, había un colega en mi barrio que sentía tal admiración por el portero argentino Jorge D’Alessandro que, cuando organizábamos campeonatos de futbol-chapas, se pedía siempre el Salamanca para poder jugar con su portero favorito… Era el Salamanca de Rezza, de Robi, de Galleguillos, de Sánchez Barrios y de Alves, aquel centrocampista zurdo y portugués que jugaba siempre con guantes negros… Había equipos mejores, si, pero no estaba nada mal ese Salamanca… La chapa que utilizaba para colocar la cara de D’Alessandro era un tapón metálico a rosca, color rojo y oro, de una marca de vino muy malo que se llamaba Don Opas y que no sé si seguirá existiendo. Para reforzar la pieza y darle contundencia, la rellenaba con fichas de teléfono, plastilina y cartón y al final colocaba la cara recortada y sonriente de D’Alessandro protegida con papel adhesivo transparente. La plastilina soltaba con el tiempo una especie de grasa que filtraba el cromo de D’Alessandro por su parte trasera y proporcionaba al borde de la fotografía un pequeño cerco parecido al que se forma habitualmente en esos papeles marrones que se usan para envolver churros. El conjunto era una tapón abollado, rústico y sucio, pero con mucha personalidad. Era, en definitiva, un magnífico portero de futbol-chapas…
Los porteros de chapas a mi me gustaban más ligeros que el plomizo D’Alessandro de mi colega Unionista. En función de las características del portero real, rellenaba el chapón con láminas de cartulina de grano medio y una o dos monedas de 25 pesetas empastadas con miga de pan… A “Superpaco” o a Miguel Ángel les ponía solo una moneda, para que “volasen” más, pero a Racic, que era más tosco, le ponía dos, para que fuese más estable. Al igual que en el futbol de verdad, en el futbol-chapas la intimidación era siempre un factor a tener en cuenta y presentarte en el terreno de juego con un equipo limpio y un portero bien lustroso ya constituía un arma bastante eficaz para poner nervioso al contrincante. Mi chapón de Iribar era una auténtica obra de arte… Un chapón enroscado de ginebra Fockink, con su borde negro, fondo blanco y caligrafía roja. En aquel tiempo, además de ignorar aun las ventajas del bilingüismo, éramos demasiado críos para comprender las posibilidades fonéticas de esa marca de ginebra holandesa… Lo que nos habríamos reído de ser un poco menos inocentes…
¡ Lástima que nunca pudiese llegar a jugar ningún campeonato de futbol-chapas con el Athletic…! Seguro que hubiera arrasado…