No polemizemos, al menos no mucho.
No es cuestión de pedirle estas dos anécdotas que contaré pero si es cierto que los golfistas juegan en otra división.
- Un Volvo Masters con lo más granado del circuito europeo. Miguel Angel Jiménez (a partir de ahora el Pisha) tiene una última vuelta desastrosa y cuando se dirige a la casa club desde el green del 18 es asaltado como por dos mil niños. "Os firmo a todos, pero calladitos que mi compi está unos metros atrás". En esto que se acerca una maruja lugareña y al grito de "Miguelaaaaaaaaheeeeel" le arrea un abrazo de oso y le estampa dos sonoros besos. El Pisha no podía dejar de reir.
Eso lo haces en un campo americano y te dan poca los guardas...
- Greg Norman pierde un grande de manera desastrosa con increible mala suerte (frente a Olazabal pierde una bola en un arbusto pequeñisimo de donde parece que no pudo salir). En el pasillo típico se para a firmar (que ya son ganas con lo que acaba de pasar). Coje uno de los papeles, le pregunta al crío como se llama y al verlo se da cuenta que tiene sindrome de down (o algo así, no sé decirles). Entonces le devuelve el papel, se quita el sombrero vaquero blanco con el tiburón pintado, lo firma y se lo encasqueta en la cabeza al zagal. Las lágrimas del chico es de las cosas más bonitas que he visto en mi vida.
La clase no la da el dinero, o se tiene o no se tiene.
Tampoco, insisto, pretendo establecer estos parámetros para los pilotos. Siempre han sido unos gambiteros y, generalmente, unos guarros en la pista. Pero era una cosa más honesta, no había las sonrisitas forzadas que tantísimo me enervan.