El miércoles pude disfrutar en las Naves del Español en el antiguo Matadero de Madrid de la función del Macbeth que nos ha traído la compañía Cheek by Jowl.
El estilo Donnellan se quintaesencia en esta producción: absoluta economía de recursos escénicos materiales y protagonismo total de la palabra dicha y del cuerpo del actor como medios de expresión a través de los cuales se proyectan desde el escenario los estados psicológicos (la euforia del triunfo, la rapacidad de la codicia, el horror por el crimen, el miedo a la muerte, el sufrimiento de la tortura, el dolor de la pérdida, la angustia del remordimiento, la postración de la locura) que van atravesando los personajes de esta obra oscura, magnética y brumosa que bucea en la capacidad corruptora de la ambición, en el mal que rodea al poder.
La dirección de Donnellan tiene algo de coreografía, por encima de individualidades este es un trabajo de conjunto, de compañía, los actores se deslizan con movimientos precisos y fabulosamente coordinados, doblan personajes, cantan, bailan y corren por el escenario, crean lugares y ambientes en el espacio vacío con sus cuerpos, con sus voces, con sus susurros, acompañados apenas de algún cendal de niebla, del tañido estremecedor de un violín. Los monólogos se declaman al filo del escenario, al pie del público, creando esa sensación de intimidad que te hace sentir que el actor te habla directamente, esa sensación tan maravillosa que es difícil de experimentar en un teatro. Sólo la aparición hilarante de la portera en el castillo de Macbeth tras el asesinato del rey en una caseta con telefonillo y radiocasete (recurso discutible y quizá un poco chirriante), rompe la sobriedad del conjunto con un toque de color.
Will Keen (magistral De Flores en las funciones de The Changeling de esta misma compañía en el año 2006) es un Macbeth enérgico, inquietante y tembloroso, absolutamente metido en un personaje al que dota de una credibilidad sobrecogedora, una gestualidad eficaz (aunque al salir del teatro, debatíamos sobre si estaba sobreactuado en ocasiones) y una voz riquísima en matices e inflexiones. La Lady Macbeth (¡qué personaje!) de Anastasia Hille es también un prodigio de expresividad y traza una convincente transición entre la mujer implacable que empuja a su dubitativo marido al crimen y baña sus propias manos en sangre al tomar las dagas bajo las que ha muerto el rey, la reina serena que trata de mantener el tipo frente a la Corte mientras Macbeth se debate atormentado por sus visiones y la mujer enajenada y al borde del suicidio que frota sus manos para borrar una sangre que hace indelebre su propio remordimiento en una memorable escena de la locura. Están hasta el 5 de junio, si tenéis ocasión, no lo dudéis.