Fledermaus escribió:
domingo escribió:
Edgar escribió:
Malkovich con The Infernal Comedy. Punto y aparte.
¿Algún detalle más de la experiencia?...
Eso,
Edgar , cuenta algo...la web es cósmica
gr!
Desde un principio vas con el respeto de ver a Malkovich, alguien que como Day-Lewis sabes que afronta retos más allá de lo puramente escénico.
Una actuación que pretende desmitificar a Unterweger, al estilo de una stand-up comedy tradicional, con un desarrollo clasicista, donde se alterna actuación y música, buscando evocar una tragedia griega representada en su momento con esquema invariable y transformada con los siglos en esta especie de stand-up adornada de fantasmas, en este caso de mujeres seducidas o asesinadas: dos sopranos lidian con la parte vocal estupendamente, mientras Malkovich se desempeña y desenvuelve de la manera más natural posible, se siente cómodo, y los espectadores lo notan.
Malkovich comienza siendo Malkovich, no Unterweger. Dada la homonimia, se presta a ser llamado Jack en lugar de John, y personaliza el espectáculo rompiendo con la ilusión que el espectador lleva creada: ver una interpretación de un asesino en serie. A quien se ve es a un actor americano, eso sí, el menos americano y más británico de todos, haciendo comedia americana, y cambiando el comienzo de la obra:
Good evening, ladies and gentlemen...
I am really grateful that you have found your way into our little theatre.
It is decidedly not the Wiener Staatsoper, but... my editor is telling me it might even be more appropriate - they even tell me, that this once used to be the wiener staatsoper, after the staatsoper had been hit by an American bomb in the last days of the second world war.
Let me also start to apologize in a sincere, lifelike way for my very bad English, but I have grown up in Austria and like the governor of the great state of California, I am a living example of the impossibility of overcoming of an Austrian accent.
Saluda en castellano, agradece que hayamos encontrado el Teatro Cervantes y la obra en sí, habla de que viene de representar la obra en un teatro que no es precisamente el de sus sueños, pero su agente decidió que sería un lleno absoluto por una particularidad del teatro: aparcacoches (valet parking). No leí la traducción simultánea, pero las risas indicaban que el público se había abierto a la posibilidad de un Malkovich al que se le perdona todo. Bromea con acento austríaco (introduce a Unterweger entre líneas), diciendo que es un vivo ejemplo de la imposibilidad de superación personal, como el actual Gobernador de California, cambiando el texto otra vez, buscando efectismo y el chiste fácil. Acaba de terminar hace un momento el Preludio y chacona "L´Enfer" de Don Juan de Glück, y nada anticipa lo que puede sobrevenir.
Y sobreviene. Sin darnos cuenta, ni cómo ni cuándo, Malkovich hace rato que ha dejado de ser Malkovich: es Unterweger en cada palabra; el agente es ahora literario, y ya nadie se acuerda de un comienzo que anticipaba catástrofe. El público sigue atentamente la traducción simultánea, no hay efectismo gratuito ni recreo en escabrosidades, simplemente es un asesino jovial y seductor que se nos presenta tal como fue en vida, incluso haciendo referencia a sí mismo como ya muerto.
Es un experimento difícil, hay un lado de la balanza que pesa más: las opciones para despegarnos de la trama y ser conscientes de estar viendo una mera acción teatral. Hay demasiados elementos en contra: la orquesta, las sopranos, la no traducción de las arias y la lectura en sobre-títulos, estructura de tragedia clásica, devenir de comedia moderna... pero Malkovich hace el milagro, hace lo imposible, un discurrir homogéneo, una historia hilada con precisión, un clímax al que nos acerca la música, un descenso al infierno particular de un asesino seductor, un final anticipado que sobrecoge por la simpatía y afinidad que gana, un fluir tranquilo con exaltaciones puntuales, como crímenes y prisiones, que nos hace intentar comprender el
por qué del asesino. Un final propio de
dandy, de Quijote, de Don Juan: no hay confesión alguna por ser inocente al morir antes de apelar la sentencia. Hay confesiones íntimas, pero no una verdad final.
Malkovich logra una que una amalgama en escena, casi predestinada al fracaso, funcione perfectamente como una maquinaria de reloj, co-dirige actoralmente a dos sopranos de timbre no muy bonito, excesivamente metálicas, pero que han de sobreactuar, incluso en la parte canora, para lograr credibilidad y efectividad en su papel.
De las noches que he asistido a un teatro que se acerque al monólogo, creo que junto a Ekkehard Schall del Berliner Ensemble en 1982, son los dos puntos de inflexión a los que he tenido oportunidad de asistir.
Un abrazo
<center>
</center>