Y tras Juego de tronos, seguimos con Taboo, historia ambientada en la Inglaterra inmediatamente postnapoleónica (1814), que gira en torno a las vicisitudes del poco tranquilizador James Delaney, un misterioso personaje al que todos creían muerto y que ha regresado desde África para reclamar la herencia de su padre. Con un pasado bastante turbio y viéndose envuelto en las intrigas políticas que enfrentaron a la recién nacida república de EE.UU con la monarquía británica (a través de la Compañía de las Indias Orientales) por los intereses comerciales en torno al Estrecho de Nutka, Delaney intentará sobrevivir y sacar tajada, ayudado por un viejo sirviente y por un interesante personaje femenino (del que no puedo decir nada más). Todo ello con una puesta en escena admirable, cuidadísima y llena de detalles, en la que el Londres del período de la Regencia aparece caracterizado como una ciudad quasi infernal, llena de suciedad, muerte y delincuencia (a veces en exceso, todo sea dicho). Como siempre, el papel de la Monarquía española en todo este asunto --fundamental, pues fuimos los primeros en ocupar Nutka y asentar factorías allí-- se lo pasan por el forro de... Bueno, ya saben ustedes...
