Te pongo varios, puedes utilizarlos para sacar ideas. Y aunque no te sirvan por lo menos los conoces.
MONÓLOGO DEL LADRóN DE SUEÑOS
La noche es mi reino, y en la noche las almas, al sumergirse en el profundo mar del sueño, entre sus sombras, exploran la verdad de su vida, como los submarinos al sumergirse bajo las aguas turbulentas observan más seguros la ruta de los barcos sobre ellas navegantes. Y en este reino de la noche, poblado de almas en letargo, soy el Ladrón de los Sueños, minador de luz, captador de verdades, tesoros que los hombres, más cobardes que avaros, ocultan y guardan hasta de sí mismos, sin pararse a contarlos, sin querer saber sobre ellos, aunque yo los muestre a sus ojos, más cerrados despiertos que dormidos. Como en las noches de la ciudad, de calle en calle va el farolero rasgando la oscuridad con pinchazos de luz, así yo por la ciudad de los sueños rasgo de claridad las almas que, a la luz de sus sueños, pudieran conocerse y saber de sí mismas si al despertar no fuera para ellas caer en sueño más profundo: el de no querer saber nunca la verdad de su vida. Hoy se ha entrado la ciencia por mis dominios con gran aparato investigador; mas, como siempre, antes que los hombres de ciencia supieron los poetas las verdades del misterioso abismo de mi reino. Como los cuerpos, para su descanso, se desnudan de vestiduras al acostarse, también al dormir para soñar se desnudan las almas, y si pudieran así hablar y entenderse unas con otras, nadie se engañaría en la vida. Una mujer y un hombre van a hablarse así ahora, sin saber ellos mismos que hablan ellos, desnudas sus almas en la desnuda verdad de sus deseos. Al despertar lo habrán olvidado todo; volverán al engaño, a la mentira, entre sospechas y traiciones, entre miedos y sombras. Animador de luz, captador de verdades, la noche es mi reino; soy el Ladrón de los Sueños.
Jacinto Benavente
Permitid, Señor
Permitid, Señor, un poco de lujuria en este mundo. Permitid que el roce de los labios sea caliente levadura, permitid que las pupilas de luto del deseo se hundan en el pozo de otros ojos, permitid que la mano del osado amante palpe la sangre ajena estremecida.
Dejad hervir la entraña de los machos sobre la piel desnuda dejad el juego de los adolescentes labios bucear en los senos de los lirios, dejad las vírgenes con su secreto fuego ardiendo en piras escondidas, dejad los muslos de los verdes tallos mezclarse en llamas de tacto, en apretadas lianas de caricias.
Que el rubor se desnude enteramente y la escultura surja de tactos y torrentes, que los zumos de los ojos exprimidos y de brazos, manen de fuentes secretas y de labios. Permitidlo, Señor, que ya sufrieron sus penas los humanos, que ya, bastante, la carga duró sobre sus hombros.
Juan Bernier Luque
Este es de una canción:
Tengo ronca el alma de quererte en esta soledad llena que me ahoga; tengo los ojos llenos de luz de imaginarte y tengo los ojos ciegos de no verte; tengo mi cuerpo abandonado al abandono y tengo mi cuerpo tiritando de no poder tocarte; tengo la voz tosca de hablar con tanta gente y tengo la voz preciosa de cantarte; tengo las manos agrietadas de la escarcha y tengo las manos suaves de en el cielo acariciarte; tengo soledad, luz, alegría, tristeza, rebeldías, amor, sonrisas y lágrimas...
Y también te tengo a ti, preciosa, caminando por las venas con mi sangre.
Manolo Chinato
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