Las vi ambas hace ya algunos años. Olympia es, si cabe, aun más aburrida que El Triunfo de la Voluntad, siendo ambas obras maestras. Si una define lo que será la propaganda política audiovisual, Olympia define lo que será la cobertura audiovisual del deporte. Sorprende que la forma de filmar, de posicionar cámaras, etc. no hace más que fijar lo que décadas más tarde serán las retransmisiones televisivas de eventos deportivos. Posicionamientos y mensajes ideológicos aparte, Riefenstahl fue una genio absoluta.

Pues yo no he tenido necesidad de ver ninguna de las pelis de propaganda de esa señora. Debe ser porque estuve casi un cuarto de siglo soportando el NO-DO...

Tampoco es necesario ver las pelis de propaganda de Eisenstein o los alegados racistas de Griffith, pero su relevancia para la historia del cine ahí está. Igual que no es necesario ver, pese a su irrelevancia cinematográfica, esa obra basada en la historia de un ferrolano autollamado Jaime de Andrade titulada Raza.

Pues a Eisenstein y a Griffith los he pasado asimismo por alto o por mera curiosidad si acaso, consciente de su significado y sin sentirme vinculado por este. Por desgracia, a ese ferrolano del que usted me habla, lo tuve que soportar obligatoriamente; menos mal que me no me ha dejado secuelas. Esa y otra llamada "Franco, ese hombre" que todos tuvimos que sufrir en nuestras propias carnes por decreto y sin posibilidad de escapatoria.

Al menos puedo decir que cuando vi "Raza", elegí verla, en sesión conjunta con "Mentiras y Gordas", movido por la curiosidad. El que Sáenz de Heredia se ocupase de lo técnico no puede paliar el risible guión del dictador ("la indisciplina de los hombres de Colón" dice su padre en la escena en que se va a luchar en la guerra de Cuba, me meo). En cuanto a "Franco, ese hombre", dudo que la vea pero lo anoto para cuando me de por hacer ciclos de porno.

Toda mi solidaridad con usted, por haber sido obligado a ver ESO, Don Abdallo.

En cuanto a "El Nacimiento de una Nación", fue un shock porque no lo esperaba. Pero es otra película que pese a su obscena moral, es un clásico del cine. Por ejemplo, a la.hora de hacer primeros planos y recrear secuencias de acción, cuando en aquellos años la imagen era las bien estáticas.

Este reciente visionado es consecuencia del que parcialmente hice del remake realizado por Del Toro en 2021. Y, a pesar del lujoso reparto y el colorido desarrollo del director mexicano, me quedo con el original en modesto blanco y negro, sin trucos ni alharacas, sin sangre ni efectismos, pues es honesto, directo y sincero. Por no hablar de que entre Tyrone Power y Bradley Cooper hay un distancia interpretativa que deja al segundo en paños menores...

Las tres primeras son muy malas pero tienen su gracia; dan para una buena tarde de domingo. Esta es aun peor y no tiene ninguna gracia. Peor que horrible. Lo "mejor" son unos efectos especiales que se ven más falsos que los de Jasón y Los Argonautas de 1963.

Yo tengo la (sana) costumbre de no ver secuelas, con ciertas excepciones tipo "El Padrino" o similares (pero pocas, muy pocas); y lo hago desde "Arma letal".

Claro no hay donde perderse, la de Tyrone Power es mucho mejor que la de Cooper.

Películas recientes vistas tan alabadas como Anatomía de una caída y Pobres Criaturas no pasan el apruebo. La de Lánthimos, un pastiche con una puesta de escena artificial con uso de distintos lentes y zooms, la dirección de arte... todo me pareció muy gratuito, no salva ni la actuación de Emma Stone, tampoco del otro mundo.

Mientras del antiguo Hollywood he visto las estupendas Pitfall, con la olvidada Lizabeth Scott, El extraño amor de Martha Ivers con un insólito Kirk Douglas y Ambiciones que matan basada en la novela de Theodore Dreiser, Una tragedia americana: El drama de Clyde Griffiths (Montgomery Clift)que entre la elección de Roberta Alden (Shelley Winters) y Sondra Finchley (Elizabeth Taylor) marca su destino.

Chester Erskine dirige (con la inestimable ayuda de Nicholas Ray) en 1952 este film que adapta el famoso relato de George Bernard Shaw. Dentro de una aparente sencillez y de medios limitados, el film se desenvuelve en tono optimista y esperanzado con un mensaje sencillo y directo, lleno de humor inteligente que nos obliga a reflexionar. Las interpretaciones, encabezadas por Jean Simmons, son estupendas y divertidas (menos la de un serio y contenido Victor Mature).