Por si sirve de algo, pego la crítica que aparece hoy en El Diario Vasco:
ÓPERA 'LA DOLORES' DE TOMÁS BRETÓN, EN EL TEATRO REAL
Grande como el mismo sol
EMECE/
Bien podía constituirse en costumbre el inaugurar la temporada lírica del Real con una ópera española. Por ello fue un acierto puesta en escena de La Dolores, ópera en tres actos de Tomás Bretón, estrenada el 16 de marzo de 1895 en el madrileño Teatro de la Zarzuela.
Decimos acierto no tan solo por la grandeza musical de la propia obra -difícil, dura de cantar y con muchos entramados sinfónico- sino por la espléndida concepción escénica de José Carlos Plaza, quien en un nuevo alarde de su inteligencia teatral ha concebido esta puesta en escena a base de proyecciones, en grandes paneles móviles, de fotografías del entramado urbano aragonés de finales del siglo XIX, precisamente de la época en que se estrenó la obra. Todo ello enmarcado, en un principio y en un final de la obra, dentro de la estación del ferrocarril de Canfranc. Súmense a ello el refinamiento de las luces y un muy cuidado diseño dramático de los personajes y coro, para obtener un resultado que bien pudiera titularse como el primer verso de la tercera estrofa de la famosa jota que cierra el primer acto Grande como el mismo sol.
Fue también grande el trabajo de concertación musical que realizó Ros Marbà, con una orquesta, la Sinfónica de Madrid, que cada día se eleva en las cotas de calidad. Hermosa resultó la sonoridad del preludio del tercer acto. Pecadillos hubo en algunos excesos de volumen que taparon las voces. El coro está cada día más ensamblado, más equilibrado y con mejores sonoridades en sus distintas cuerdas. Es esta ocasión llegó al sobresaliente.
De entre las voces de los solista ha de destacarse, precisamente, la de La Dolores, cantada por la soprano vallinsoletana María Rodríguez. Su trabajo escénico, lleno de fuerza, pasión, entrega y justa caracterización, fue un apoyo consustancial para presentar un canto cuajado y siempre tenso, que tuvo su cumbre en la patética aria Tarde sentí, cuitada,lo que sentir quería.
El timbre de la voz de tenor argentino Gustavo Porta es de bella factura y de las que atrae desde un principio, pero ahí se queda la cosa; luego, arriba, se engancha y no tiene la debida salida, por lo que se perdió mucho en poder disfrutar del sufrido sacristán, Lázaro, que diseñara en música y texto el propio Bretón.
Por contra, con una voz más pequeña, pero espectacularmente uniforme en todos los registros, y dotada de un gusto muy cuidado por los brillantes armónicos que posee, el tenor bonaerense Darío Schmunck hizo un intrigante Celemín muy bueno. Cecilia Díaz, como Gaspara, tiene una voz rotunda de la que no se pudo gozar más por su corta participación en la trama.
Flojos en intensidad y en expresión el barítono onubense, Juan Jesús Rodríguez, como Melchor, el barcelonés Stefano Palatchi, haciendo un Sargento Rojas muy poco creíble en su forzado acento andaluz, y el madrileño Enrique Baquerizo, como Patricio, en francas horas bajas.
El tenor zaragozano, Santiago Sánchez Jericó, en su doble faceta de Arriero y de Cantador de Coplas (¿qué bien canta la jota el jodío!) dejó muestras de su buen hacer, siempre discreto, eficaz y competente.
Mención especial merece, a la par de un vestuario cuidado y figurativo de la época, el ballet interveniente en esta ópera.
En la ya citada famosa jota, este recio baile fue realizado con total gusto, sin floclorismos tan a la usanza, que recibió la mayor ovación.
_________________ Hain ederra, hain polita da ta
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