Leyendo el hilo abierto por nuestro amigo Annio, rescato de otro foro dos divertidas anecdotas, ya atras en el tiempo, pero muy reveladoras en cuanto al concepto de "Arte moderno" de Hoy en dia. Para no estropear l Hilo de Annio abro yo otro, pero es complementario, ya lo vereis.
Son mensajes largos pero leerlos, que os vais a reir un rato.
Estimados coforeros: A continuación les incluyo un artículo publicado en ABC (creo que otros medios en los que pululan los enteraos no se hicieron eco de esta noticia) que prueba la caradura de muchos críticos del llamado "arte contemporáneo". Así viven muchos: presumen de saber y son unos farsantes. Lean, lean. Un saludo. ___________________ El timo de las estampitas Estocolmo.
Carmen Villar Mir: Fue una protesta contra el sistema, una venganza contra los responsables de la Administración que piensan que los artistas viven del aire y pueden producir sin medios económicos. Jan Ahman, director y comisario de Färgfabriken, fundación con sede en Estocolmo, ha sido el protagonista de uno de los engaños más divertidos y mejor llevados del siglo. Al no conseguir los dos millones de coronas prometidos, necesarios para celebrar una exposición dentro del marco de actos organizados por Estocolmo Capital de la Cultura 1998, decidió llevar a cabo su propósito y montó una exposición con artistas inventados.
Ayudado por algunos vanguardistas suecos y sus propios colaboradores preparó la exposición editando, incluso, un catálogo con los nombres elegidos al azar y con las correspondientes biografías y lista de premios conseguidos por esos genios en diferentes capitales del mundo. El 19 de diciembre de 1998 se inauguró «All Ears» en la fundación.
Según anunciaba la invitación, el evento ofrecería obras audiovisuales de doce artistas internacionales de renombre que, con otros tantos colegas suecos, habían creado un recinto a lo largo de un pasillo con doce puertas. La exhibición estaba apadrinada y financiada por Estocolmo Capital de la Cultura.
Levantó grandes expectativas entre todos los amantes del arte de vanguardia. Pero lo que no decía la tarjeta es que esos famosos artistas no existían, o mejor dicho, solamente existieron en la mente del comisario de la muestra. Éxito de crítica y público La exposición fue un verdadero éxito. El comisario y director de Färgfabriken asegura no haber tenido nunca tantos visitantes. Los críticos la alabaron. La Prensa le dedicó páginas y páginas y personalidades de prestigio escribieron crónicas repletas de superlativos. Se ensalzó el espíritu genial y renovador de los artistas, su capacidad de experimentación, fascinación estética y la rara cualidad de poder combinar el arte con música y sonido. Una de las sacerdotisas más veneradas del altar del arte nacional calificó la muestra de pirueta artística.
El 21 de enero saltó el escándalo. Ese ejemplo de vanguardismo artístico era un engaño. Los mismos críticos que la habían ensalzado la condenaron duramente. Los periódicos dieron gran importancia a lo ocurrido. El «Expressen», con grandes titulares, escribía: «El mayor bluf en el mundo del arte de 1998». Se ha abierto una gran polémica sobre el arte y la producción artística. Se discute si esa producción responde sólo a una necesidad del mercado y si los responsables de algunos actos organizados por la Administración comulgan con ruedas de molino por ingenuidad o falta de conocimiento. Los implicados en el falsario también han tomado parte en el debate. Se preguntan, no sin razón, si la exposición es peor una vez que se ha descubierto la mentira y aseguran que su intención no fue reirse de los críticos, sino que inventaron unos artistas para realizar un milagro con los pocos medios económicos que tenían a su alcance. ¿Es necesario un nombre que actúe como placebo para complacer al público? Jan Ahman cuenta que su osada ocurrencia fue un secreto muy bien guardado por todos los implicados y que consiguió el resultado deseado: demostrar que crítica y público aplauden algunas obras de arte siempre que un rótulo, nombre o historial adecuado definan su autenticidad. También, que hay por el mundo muchos expertos que no lo son y que, a veces, la belleza de las cosas y de los momentos está en la imaginación del espectador.
Ahman, de 38 años, es uno de esos nórdicos cosmopolitas que desde pequeño tuvo una afición apasionada por el arte, así como la ocasión de recorrer los museos de todo el mundo. Conocido en Suecia por su espíritu creador y su afán innovador, gracias a él los amantes de la vanguardia han podido admirar y participar de los trabajos de muchos artistas de los cinco continentes.
Una ducha fría «Con "All Ears" quería ofrecer algo nuevo al público "comenta Ahman". Pero cuando empezé a trazar mis planes recibí la ducha fría de que en vez de la suma solicitada me ofrecieron un diez por ciento». - ¿No hubiera sido más fácil despedirse del plan? - No. La exposición estaba anunciada. Había dedicado mucho tiempo a cambiar ideas y establecer contactos para ofrecer algo especial. Mi idea era reunir a los artistas internacionales del sonido y a otros de artes plásticas y crear un inesperado encuentro del arte con la música. - Y, viendo que con el presupuesto no podría traer a Estocolmo a ningun experto o artista de nombre de las artes plásticas y del sonido, ¿decidió inventar esos artistas? - Sí, efectivamente. Organicé la exposición con la ayuda de varios vanguardistas suecos. Montamos un pasillo a lo largo del cual se construyeron doce puertas. En cada puerta, un nombre inventado y exótico (M. Piirí, o P. Aste, M. Fry...) anunciaba al artista. Cara de póquer - ¿Vio posible su proyecto el mismo día de la inauguración? - Estaba muy nervioso. Pero cuando la «mafia de la cultura» empezó a lanzar exclamaciones como fantástico, estupendo, fenomenal..., tuve que poner cara de póquer para poder contener la risa y contestar a las preguntas inteligentes de todos sin gritar: ¿Pero es que no veis que la exposición es falsa? - ¿No se extrañaron esos entendidos de no conocer los nombres de los artistas? - Parece increíble, ¿verdad? Pues no. Incluso algunos hacían que conocían la identidad de quienes hablábamos. - ¿La entrada era gratuita? - No, costaba 30 coronas por persona. - Y ahora, ¿qué va a pasar? ¿Tendrá usted que devolver el dinero a los patrocinadores? - No sería lógico. Les gustó mucho la muestra, que encontraron fantástica. Hemos incluso pensado hacer vivir a esos artitas y llevarlos en gira artística a otros lugares. De momento ya hay un disco con la parte musical. - ¿No le ha dañado esa acción bastante rebelde? - De ningún modo. Los que deben avergonzarse son ellos.
Me cuenta Ahman que estos días su sala presenta obras de Helmut Newton, maestro de la fotografía, y que todos los visitantes le preguntan si esas instantáneas son de verdad o, por el contrario, son falsas.
Saludos cordiales.
Pertile.
|