No sé, si como alguien cercano a perder todo descuento en el Teatro Real a finales de este año, aunque con 22 años de rodaje en este mundo, puedo dar una opinión, porque no sé realmente nada. Todo depende del ángulo en que se miren las cosas.
Creo firmemente en la política de acercamiento de la ópera al público joven. Yo he disfrutado de ella, y aquí estoy. Y el Real ha tenido (especialmente durante la época del descuento del 90%) la mejor política del mundo lírico para la juventud: podíamos ir a la ópera por un euro o menos. Algo que desapareció, imagino que por poco sostenible (a veces me da por pensar que era el único que quedó beneficiado de esa política), para ser sustituido por la tarifa actual de 25, creo si eres menor de 30 o 35 euros hasta los 36 años, edad que cumpliré en diciembre de este año. Cuando yo empecé a ir a la ópera, en 2001, solo existía el descuento en la zona G para menores de 26 años. Claro que entonces, si bien los precios, aunque caros, no llegaban a lo exorbitantes de hoy en día. Siempre ha habido gente joven que estudiaba música o que ha bebido la afición de casa, o incluso, como yo, que la hemos cultivado nosotros solos (sí, soy el ÚNICO melómano en toda mi familia).
Hoy en día hay mucha gente joven, más que cuando empecé. Como me dijo un amigo, han sustituido, al menos temporalmente, al público que había hace 20 años, porque muchos viejos abonados ya no están en este mundo. Si lo recuerdan, en este foro hace 15 años había antes un POTENTE sector joven, de los cuales muchos han acabado en lugares prominentes del mundo musical, o siguen asistiendo a las funciones del Real y la Zarzuela. Y hoy en día hay muchos jóvenes aficionados que se están labrando algún camino, vía redes sociales, vía conservatorio.
Claro que, posiblemente sigan sin ser los necesarios para que haya un reemplazo de la envejecida afición actual. El Real es consciente de que, incapaz de abaratar las localidades sin renunciar a la calidad de las producciones, por eso intentan tanto acercamiento al sector joven que tiene más acceso que nunca a la cultura. Sin embargo, existe ese temor de que pasada la edad se vayan, como efectivamente ha ocurrido con muchos de mis amigos que no van a pagar 80 euros por no ver, así dirija el nuevo Knappertsbusch o cante la nueva Callas. Más aún por las razones aquí expuestas de comodidad y precio. Además, a juzgar por lo que se ve en las funciones y en las galas para jovenes, quienes más asisten son los que más oportunidades tienen. Yo me emocioné casi hasta la lágrima al ver mucha juventud en el pregeneral de Las Bodas de Fígaro el año pasado, una retahíla de niños y adolescentes, parecía que había esperanza, pero también, cierto era que muchos de ellos, denotaban un poder adquisitivo notable. Poca juventud de barrio, parecería.
Es de prever que un considerable porcentaje de esos jóvenes desaparezca pasados los 35, pero también hay bastantes dispuestos a seguir, ya sea por que no les importa no ver (como a mí) o porque se lo pueden permitir económicamente. El Real intenta que esas entradas salgan antes de que se queden sin vender.
Hay muchas causas con las que lidiar: la primera, el precio. ¿Traemos a primeras figuras a precios prohibitivos o tenemos programaciones con repartos con un mínimo de competencia pero a la que vaya más gente? Yo soy partidario de que el último minuto del 50% se aplique a las localidades disponibles, para todas las edades, como ocurre en Valencia o Barcelona. O, en un país cada más envejecido, ese descuento se aplique a los jubilados, el sector más abandonado por el Real.
Hay otra causa que está unida a la primera: la educación musical. En Centroeuropa y Europa Oriental, esta ha sido muy importante a lo largo de la historia, y por eso es que allí hay teatros de repertorio, con 40 óperas al año y varios teatros a la vez, siendo allí una alternativa más de ocio. Aquí no ha habido educación musical suficiente, ni mucho menos público para un teatro alternativo que ponga producciones de ópera a precios más razonables: aquí no podemos permitirnos un An Der Wien o una Komische o una Novaya Opera, y el Teatro de la Zarzuela y los del Canal están lejos de ser una alternativa sino más bien cerca de ser un complemento a la oferta lírica del Real. Mi educación de música ha sido de risa. Gracias a mi profesora de historia de la música estoy aquí, pero no sé tocar ni un solo instrumento musical ni leer nota ni sé de técnica musical. Y así mucha gente. Con esos mimbres, ¿cómo vamos a mantener una afición relativamente joven o adulta, y cómo les vamos a pedir que paguen cientos de euros por una producción de ópera habiendo otras alternativas de ocio?
También está el concepto de lo que es ir a la ópera: aquí ( y lo extiendo al mundo hispano y mediterráneo), para mucha gente, incluida gente con cierto nivel cultural y apertura de miras en el arte, es ver a una diva hacer gorgoritos sobre un escenario y representando un melodrama con extra de romanticismo pasado de moda. En Centroeuropa o en muchos ambientes en Estados Unidos para muchos es asistir a un completo espectáculo musical y teatral.
Por otro lado, teatros como el Real están siguiendo descaradamente la estela del elitismo: localidades cada vez más caras, salidas de venta al público general muy distanciadas de las de los amigos y abonados, dejándoles muy pocas posibilidades (para el Oro del Rin no había casi nada asequible, todo a partir de 70 euros para arriba). Además ahora, los famosos salones del Real son de limitado acceso, la web se colapsa a la hora de comprar entradas anticipadamente y encima los acomodadores impiden que vayas a otra localidad mejor que esté vacía. Por no hablar de las galas de estreno. ¿Se han parado a pensar que hay alguien que solo puede ir tal día, que le importe tres pepinos que vayan el Rey, la Reina y la jet set, pero que encuentre localidades de 60 a 600 euros por repartos que no lo valen en lo más mínimo? 600 euros puede costar un billete a la India, y lo vale más que la Cenerentola de un Korchak en decadencia y una insulsa Deshayes. Nos parecemos a Bayreuth y Salzburgo, pero en lo inaccesible.
El Teatro de la Zarzuela es más democrático que el Real, en cuanto a accesibilidad y asequibilidad, pero no es ópera, y para el público más guay y mas "cool", que es el que paga y llena muchas veces el Real, es un género rancio y encima aaprisionado por los puristas.
En un mundo con cada vez más población, puede haber potencial para la ópera, pero la clave de todo está en la educación musical en los colegios y las familias, y en la disposición de los teatros de hacerlo más asequible. Hay potencial: con un click están en internet las mejores producciones para abrir apetito y acercarse al teatro, porque el streaming no puede sustituir a la ópera en vivo, sino ser un aperitivo de la misma, hay más acceso que nunca a la cultura, puede haber caminos.
O de lo contrario, la ópera, que cuenta con el cine y el musical como rivales difíciles de vencer por el favor popular, se verá con los teatros medio vacíos dentro de unas décadas: con los pocos de esos jóvenes que van a esas sesiones juveniles que se puedan permitir ir, y con los pocos frikis que no nos importa no ver con tal de estar allí. Y lo que queremos es que el teatro esté lleno.
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