Las grabaciones, las grabaciones... Aquí deberíamos votar grabaciones... No me cuenten rollos...

Pues si es devoto de Monteverdi y Händel no entiendo que pueda usted decir, a no ser que forme parte también de la campaña de trolleo y vacile en que está empeñado, que no sabe "en el mundo de la grabación de óperas italianas qué grabación...", pues al mundo de las óperas italianas y no a otro, pertenencen las óperas de Händel y Monteverdi. Si quiere le mando una foto hecha por mí de la tumba de este último sita en la Basílica de San Lorenzo dei Frari de la legendaria e italiana (a lo mejor usted dice que es eslovena) ciudad de Venecia.

Y mire, que la Callas, artista del siglo, gane cualquier Mundial relacionado con la ópera sólo puede honorar al mismo y siempre será un mínimo pago a la contribución que realizo la divina a la lírica.

Ya, ya, por eso usted le da 7-3 al CHénier porque quiere quitarse enemigos del camino.

En segundo lugar, porque demuestra el aprecio del foro por esta ópera tan denostada por la intelligentsia

¡Qué va, hombre...! No voto a ese Don Carlo --y habrá podido comprobarlo a lo largo de todo el concurso-- porque el Posa de Fischer-Dieskau me atrae tanto como su Rigoletto... Principalmente por eso... Luego, por lo demás, me reconocerá que la grabación de Chénier con Gigli es verdaderamente histórica (mucho más que la de Don Carlo, del que tenemos versiones mucho más interesantes)...

Sr. Tunner, el gran Handel ni era italiano ni componía "óperas italianas". Componía "óperas barrocas", y no otra cosa. El barroco fue un mundo feliz, donde todos los músicos compartían los mismos códigos, una maravillosa Europa musicalmente unida, previa a la peste de los nacionalismos que a partir del S. XIX lo complicaron todo. Toda la musicología mantiene al barroco como un movimiento artístico unitario, transnacional, donde los músicos viajaban sin necesidad de pasaporte. Luego vino aquello de que a Wagner le boicotearon en París a golpes de silbato, por ejemplo, porque era "alemán". En el siglo XVII ó XVIII eran cosas impensables.

"Andrea Chénier suscita una pregunta similar a Adriana Lecouvreur o La Gioconda: ¿vale la pena reponerla?"

Este monumento a la gilipollez pudo leerse hace unos años en una rítmica revista

Yo de Chénier leí que “Era la mejor de las óperas malas”.