En estos tiempos de lasitud interpretativa, de ausencia de valores canoros, de personalidades rotundas, de presencias escénicas indiscutibles y de voces pletóricas de volumen y extensión; en estos tiempos dominados por eunucos de voz insustancial y de críticos atenazados por una cultura de lo académico, de lo mal llamado canónico, de lo sutil y de lo políticamente correcto, la figura de Mario Del Monaco se torna como un referente preciso e inalcanzable, poderoso y único. Un tenor de una pieza, un hombre de pelo en pecho, un auténtico macho alfa de su cuerda, un artista de carácter definido y sin medias tintas, sin vacilaciones, sin ambigüedades. La verdad de una voz hecha dogma de fe sobre el escenario. No habrá otro como él. Dicen que murió en 1982, pero sigue vivo entre nosotros. Esultate!
