Cúmplense hoy cincuenta años de la muerte, con apenas cuarenta y cuatro de edad, de Ettore Bastianini (Siena, 24 de Septiembre de 1922 - Sirmione, Lago di Garda, 25 de Enero de 1967), a causa de un cáncer, originalmente de laringe, que le produjo metástasis en el cerebro; y quiero hacerme eco de una frase de Giancarlo Landini, usada por su biógrafa Marina Boagno, sobre las acerbas críticas que recibiera por parte de Celletti y del "revisionismo cellettiano" de los años ochenta: "Si sono divertiti, insomma, a cercare le pulci sul vello di un leone".
Boagno ha escrito dos libros sobre Bastia (como cariñosamente le llamaban sus compañeros), en los que glosa la vida y los personajes encarnados por el barítono; en el primero hay una serie de testimonios donde se describen sus características vocales y técnicas. Un breve apunte sobre estas últimas, en contra de los que las tratan de limitadas e inadecuadas: gente como Kraus, Simionato, Bergonzi o Gencer, definen la técnica de Bastianini como "óptima" y como "perfecta". Y, creo, sinceramente, que estos cuatro cantantes algo debían saber de eso.
Soy en primero en reconocer, no obstante, que Ettore era limitado en lo expresivo; y estoy de acuerdo con los que lo señalan como poco fantasioso y falto de imaginación en determinados papeles, notablemente Rigoletto, al que añadiría Nabucco. Pero hay otros, en su mayoría de "barítonos nobles" (Gèrard, Luna, Renato, Carlo di Vargas, Posa) en los que sobresalió de forma determinante y triunfal, así como, paradójicamente, en papeles de villano (Barnaba, Michele de Il tabarro, Alfio).
Como ser humano, Bastianini fue víctima de las circunstancias: nacido de padre desconocido y en una muy humilde familia, creció introvertido y melancólico, cerrado a estímulos externos que no fueran súbitos y momentáneos episodios amorosos. Pero jamás renunció a sus compromisos y a los retos que la vida le llegaría a plantear de forma trágica; primero, reconociendo un hijo, para que este no sufriera su misma suerte; y segundo, afrontando su enfermedad con entereza y valor. Cuando se la diagnosticaron, los médicos inmediatamente prescribieron una cirugía que le habría privado del aparato de resonancia y, por tanto, de la voz. Acudió a numerosos especialistas hasta dar con uno que sugirió la posibilidad de una cura con radioterapia que se probaría ineficaz. Y, por último, sufrió un terrible declive vocal a consecuencia del tratamiento que terminó con todos sus contratos en los grandes teatros. Bastianini no comunicó su estado excepto a su círculo más íntimo; su desplome de la élite fue tan sonado como incomprensible. Dejó de cantar a finales de 1965 y desapareció de la vida pública para recluirse y esperar allí, prácticamente solo, la muerte.
Hoy, cincuenta años después, le siguen rindiendo homenajes. Este es el mío y más modesto; como dicen en las antiguas obras de teatro, perdonad sus muchos fallos.
_________________ "Per ser feliç, mortal, camina sempre i oblida" Joan Brossa
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