Entre la filmación en vídeo del Anillo de Barenboim/Kupfer en 1991-1992 en Bayreuth, y la transmisión por televisión del Anillo de Janowski/Castorf en 2016 en el mismo lugar, hubo tres producciones del Anillo que en vídeo, no han llegado completas hasta nosotros: el de Levine/Kirchner del que solo se filmó el Ocaso, el de Sinopoli/Flimm del que solo existe un pequeño documental, y el de Thielemann/Dorst del que solo se filmó la Valquiria.
Entre 1994 y 1998 se vio en la colina verde un Anillo dirigido en lo escénico por
Alfred Kirchner, el cual se conoció como el Anillo de diseñador, por la escenografía de la artista plástica
.rosalie. De él, solo se filmó El Ocaso de los Dioses en 1997. Sin embargo, el documental del año siguiente "El camino hacia Bayreuth" muestra algunos fragmentos del ciclo entero. Por lo que he podido concluir, se trata de un Anillo muy minimalista, simple, que no se detiene en ideologías ni en reflexiones sesudas, sino que intenta hacer más con menos: intenta ser espectacular con los pocos, pero espectaculares recursos de los que Rosalie dispone en escena, en su personal diseño. Rosalie y Kirchner disponen de enormes infraestructuras que aparentan ser sencillos, pero que el documental revela que llevan un complicado proceso. El problema es que tanta belleza minimalista puede resultar simple y aburrido. Incluso si se aprecia una clara influencia o similaritud con los montajes del "Nuevo Bayreuth" de Wieland Wagner. Se reconoce en el escenario el drama que la música nos está contando, pero la sensación de déjà vu y el aburrimiento no nos abandonan. Y ese sería un problema: feo para los que quieren una opción más tradicional, y aburrido y clásico para los amantes de montajes que hagan pensar. Y una cosa que patina es el vestuario, amplio, de colorines, con armaduras y caderas enormes, o mochilas como las de Alberich o gigantescas máscaras más parecidas al musical del Rey León que llevan los gigantes en la espalda... un vestuario más propio de Disney, de los Transformers o de un desfile hortera de modas que de un montaje digno del Festival.
En el documental, tenemos fragmentos del inicio del Oro del Rin, donde una enorme pantalla de luces que recrean ondas domina el escenario, con un suelo redondo, escenario en torno al cual gira todo el ciclo, iluminado de azul, y en el centro una enorme estructura de tres alas en las que las Hijas del Rin juguetean, y en el centro de la misma un triángulo que se ilumina, que es el Oro. En 1994, el vestuario de las hijas del Rin era más largo que en 1998. También hay fragmentos del final, donde se muestra cómo hacen una infraestructura de arcoiris con tubos de hileras de cubos con luces en su interior, y al fondo una informe estructura de palos enormes que son el Walhalla. De la Valquiria, tenemos el precioso dúo de los dioses, de nuevo con la enorme pantalla de luces brillantes, ahora de color celeste, y una enorme rampa por la que desfilan los dioses. También podemos ver los momentos cumbre del tercer acto: la cabalgata de las Valquirias, en las que éstas bailan en las alturas, sujetas a plataformas que se mueven constantemente durante todo el número. Del final, se ve que esa pantalla de luces azules, ahora es de un rojo intenso, y Brunilda duerme rodeada de un círculo de brillantes luces de sirenas de policía. De Sigfrido solo vemos los Murmullos del bosque, en uno de los momentos más logrados del ciclo más logrados: una montaña de color verde plastilina, y arriba un mar de sombrillas verdes que se mueven, recreando la brisa que murmulla el bosque.
En estos fragmentos se puede oír a
John Tomlinson, cantando un estupendo "Abendlich strahlt der sonne auge", mucho mejor que en el Anillo completo de Barenboim, así como a
Richard Brunner en un estupendo Froh un poco antes. En el fragmento del acto segundo de La Valquiria se escucha a Tomlinson, junto a una
Hanna Schwarz como Fricka en estado de gracia, aún más espectacular de voz que en su mítica grabación del Anillo de Boulez. En los murmullos del bosque está
Wolfgang Schmidt, quien suena mejor en las primeras frases, con una voz vigorosa y tierna, antes de desengañarnos y oír su desagradable y vociferante timbre vocal en "Meine mutter, ein Menschen weib!"
En cuanto al Ocaso, una vez más, la influencia de Wieland se hace notar en el segundo acto, que recuerda a las fotos del montaje de 1956. El telón se abre con el esférico escenario vacío, mientras que las nornas deambulan sobre él, con unos trajes de apicultor, con unos enormes brazos que se pliegan para encogerse. Al fondo, la luz roja de Loge. En la escena de Sigfrido y Brunilda, de nuevo la roca de las Valquirias representada por un ala que parece una vela de barco. Brunilda lleva un raro miriñaque con un escudo azul que le remarca los pechos. Sigfrido, con un pantalón con chaleco celeste a juego, con una actitud de crío como pocas veces he visto. El palacio de los gibichungos está representado por unos containers suspendidos en el aire, y un par de tronos donde están sentados Gunther y Gutrune, el último parecido a un miriñaque. En palabras de Rosalie, ella no es más que un objeto de exposición. Lo más logrado de la puesta en escena es el segundo acto, donde no hay apenas infraestructura. Hagen, estático aparece en el vacío absoluto mientras que Alberich camina a su alrededor. Luego en la segunda escena, el coro pone sus lanzas y rodea a los protagonistas, en un guiño a Wieland como ya se dijo. El tercer acto empieza con unos postes plantados, y el escenario iluminado de verde, y de azul, siendo en esta última mitad donde se mueven las Hijas del Rin, ambas con una estétìca noventera, con moños de colores. El final es un juego de luces, pero igualmente emocionante: la enorme pantalla de luces aparece primero roja incandescente, luego azul. Las hijas del Rin arrastran a Hagen al fondo del escenario y luego ellas mismas. Aparece al fondo una mastodóntica estructura de palos que es el Walhalla ardiendo en luz rojo intenso. Finalmente el escenario aparece vacío, con el suelo todo de azul: las aguas del Rin han vuelto a su cauce, y cae el telón.
James Levine dirige a una potentísima orquesta de Bayreuth, con unos tempi lentos, típicos del estadounidense, pero como luego haría Thielemann, son tempi que unidos al espectacular sonido de la orquesta le dan una dimensión épica, solemne, trágica. Las cuerdas penetran el el oído, brillando intensamente, el sonido del clarinete en el interludio del primer acto me recordó mucho al que oí en vivo el mes pasado en Tannhäuser, lo que me hace preguntarme hasta dónde la ingeniería de sonido reconstruye fielmente la acústica, y la percusión y el metal que impactan. Lo mismo pienso del coro: el mismo coro que parece comerse a la orquesta mientras dialoga con Hagen, es capaz de dar un pianissimo increíble en "Heil dir, Gunther".
En ese tiempo,
Deborah Polaski era la Brunilda de referencia, con Behrens y Evans ya en declive total. La soprano estadounidense está en su mejor momento, con una voz espectacular, y pese a su timbre quizá un poco aburrido en años posteriores, aquí el agudo es firme y el sonido de la voz bastante notable. Como actriz es excelente, mostrando una fragilidad y un desconcierto como pocas, en la escena en la que entra con Gunther a su boda.
Eric Halfvarson es la otra estrella del reparto, con su oscuro y bien cantado Hagen, el cual le vi en el Real seis años después. Como actor es aún más interesante, con su pálida caracterización, y mostrando un Hagen más humano, con debilidades, frente al zote que estamos acostumbrados.
No se puede decir lo mismo de
Wolfgang Schmidt en Sigfrido. Si bien hay que reconocer que la voz es grande y que se mantiene igualmente fuerte, no tiene un sonido agradable. Su canto es vociferante, sobre todo cuando más agudo le de por cantar. No hay belleza, solo grito y brutalidad.
Falk Struckmann es un excelente y grave Gunther, y
Anne Schwanewilms, en el inicio de su carrera, una Gutrune dulce, cantada con ese timbre tan peculiar que tiene y que le funcionó hasta hace una década, aunque es justo decir que las ha habido mejores.
La veterana
Hanna Schwarz es una Waltraute de voz carnosa, oscura, casi de contralto. Los años no parecen haber pasado por esta mezzo que veinte años antes cantó en el Anillo del Centenario.
Ekkehard Wlaschiha es un Alberich cuya voz masiva y vociferante convienen al desagradable enano.
Este Ocaso un resumen de casi todo lo que se ve en el ciclo en cuanto a medios, quizá por eso solo se preservó este, o quizá porque tampoco habría tenido muchas ventas, en parte por el Sigfrido horrible de Schmidt y por que es demasiado simple comparado con los de Boulez y Barenboim. Por no hablar de la competencia que habría tenido con el Anillo del propio Levine en el Met, que es un clásico. Una vez más, razones de crítica y público (que no estuvo del todo contento tampoco) nos privan del recuerdo de un Anillo que hoy sería visto como tradicional, y que mataríamos por haber tenido en Madrid. Aunque, si me preguntaba por qué el Anillo de Thielemann/Dorst no se preservó, en este caso lo entiendo perfectamente: belleza, pero simpleza.
Por si quieren ver el documental de Rosalie:
https://www.youtube.com/watch?v=QWlDsI_v_ug