Todos los años intento ver al menos una versión de El Anillo del Nibelungo en DVD o en vídeo. Tras haberme elevado el año pasado con los míticos Anillos de Boulez y Barenboim en Bayreuth, este año he querido acercarme al Anillo filmado en Berlín en 2022, dirigido por Dmitri Tcherniakov en lo escénico y por Christian Thielemann, el gran maestro alemán de nuestros días, en la Staatsoper de Berlín. Esta producción debería de haberla dirigido Daniel Barenboim, con ocasión de su 80 cumpleaños, rival artístico de Thielemann y titular de la Staatsoper, de no haber sido por razones de salud, que en los últimos años aquejan al maestro argentino. Además, esta producción tendría que haberse visto en 2020, pero la pandemia lo impidió.
Dmitri Tcherniakov es uno de los más famosos directores de escena de hoy. Conocido por sus provocadoras y sesudas producciones, el director moscovita se ha acercado a varias óperas wagnerianas. Ya en 2015 y 2018 se atrevió con Parsifal y Tristán e Isolda en Berlín y con Barenboim en el foso, y desde 2021 dirige una interesante producción de El Holandés Errante en el Festival de Bayreuth. Sin embargo, El Anillo del Nibelungo es otra cosa. Y cosa seria, además.
Pues hay que decir que el reto a Tcherniakov le ha venido grande. Hay momentos maravillosos, pero otros de auténtico sopor. En su línea de ambientar las óperas en ambientes cerrados, Tcherniakov lleva la acción a unos laboratorios científicos donde se estudia el comportamiento humano. La acción es ese comportamiento que los dioses estudian a lo largo de las demas jornadas. Los laboratorios tienen el curioso nombre de E.S.C.H.E. cuyo acrónimo significa "fresno", en alemán; sabiéndose que este árbol es del cual Wotan extrajo su lanza a cambio de un ojo. Para recrear este ambiente, se ha dispuesto de una espectacular plataforma escénica de tres plantas, que además es giratoria. El problema de "encerrar" la obra en un laboratorio es que si bien gana en los momentos más íntimos, se hace aburrida en aquellos que transcurren en espacios amplios, tan bien descritos por la música, como es el caso de la primera y la tercera escenas de El Oro del Rin, o la Cabalgata de las Valquirias.
En su momento, PETA protestó porque en una de esas plantas está repleta de jaulas de conejos que están vivos. No les hacen nada, solo en algunas ocasiones los sacan y los vuelven a meter en sus jaulas. Pero fue suficiente para la protesta. La acción transcurre desde los años 70 en adelante, porque los personajes envejecen, incluidas las tres nornas, a las que se ve a lo largo de toda la obra. Lo que no me gusta nada son las risas histéricas en varios momentos tan sublimes como el despertar de Brunilda, que arruinan el momento. Aunque tal exageración de emociones también son marca de la casa con el director ruso.
El Oro del Rin es, que transcurre en los años 70, desgraciadamente, la que más tediosa ha salido. El grandioso preludio tiene lugar en una sala de proyecciones donde se muestra una animación de las funciones neurológicas del cerebro. Sin embargo, la primera escena transcurre en una sala donde se experimenta con Alberich, un trabajador de la empresa. En una exploración neurológica rayana a la tortura, Alberich alucina mientras las hijas del Rin toman nota y se ríen burlonamente, ante la apática mirada del personal directivo. La segunda escena transcurre entre la enorme sala de proyecciones y una sala de mármol granate, con retratos en oro de líderes históricos de la fábrica. En esta última transcurren las negociaciones con los gigantes por Freia, ante la tensa mirada de los asistentes de los Dioses. La tercera escena muestra a Alberich tiranizando a otros trabajadores como él. La última escena es una sala, con un enorme árbol en el centro, donde los dioses hacen demostraciones mágicas.
La Valquiria no es mucho mejor. En el preludio se ve un boletín informativo infomando que un peligroso reo, Siegmund, escapa del centro, dando a entender que también experimentan con criminales. Luego Wotan asiste, junto a las nornas, al primer acto, que transcurre en una casa. Sieglinde es una moderna ama de casa y Hunding un policía cuyo atuendo tiene guiños a la Volkspolizei de la RDA. Como guiño al libreto original, Siegmund retira una espada de la pared. En el segundo acto, Wotan y Fricka discuten en esa casa, mientras Hunding duerme. Al final del acto, Hunding no muere, sino que reportará a Fricka que Siegmund ha sido capturado. Cosa que ocurre, ya que éste tampoco muere, sino que es golpeado sin piedad por unos policías , y conducido a prisión. El tercer acto es la gran sala de proyecciones, en la que se proyectan los perfiles de los héroes como Sintolt der Hegeling, aquí también convertidos en criminales. Sin embargo, la escena final es un éxito. Asistimos a una verdadera confrontación entre un padre y una hija, que da paso a una tierna reconciliación, en plena fidelidad a las emociones que transmite el libreto. Tras una despedida emocionada que incluye abrazos, y también alguna estupidez como pintar las sillas con rotulador rojo para simular el fuego, Brunilda sale fuera del laboratorio, y este con Wotan despidiéndose desd dentro se aleja, dejando a su hija en el vacío absoluto.
Sigfrido tiene momentos buenos que se alternan con otros de sopor. En el preludio, asistimos a unas imágenes de un niño solitario, que destroza juguetes y con el que también se experimenta, a juzgar por sus expresiones de tensión. En el primer acto, se ve a Wotan ya anciano, presenciando la escena ya con muletas. En la misma casa que la jornada anterior, Sigfrido es un joven gamberro que viste con un mono azul, que en la escena de la fragua destroza todo a su alrededor con un martillo, a falta de la espada, ahora rota. En el segundo acto, la puesta en escena, como en jornadas anteriores, gira para mostrar unas pantallas donde se anuncia una experimentación que va por fases. Alberich y Wotan aparecen envejecidos, y su enfrentamiento tiene momentos cómicos como cuando Alberich canta la temible frase "Der welt walte dann ich" con las gafas de pasta mal colocadas. El pajarillo es una bella doctora latinoamericana que acciona un pajarito mecánico. En el tercer acto, Erda y Wotan aparecen envejecidos, en la otrora poderosa sala de juntas, ahora desierta. Sigfrido despierta a Brunilda en el laboratorio donde Alberich fue torturado en el Oro, ahora llamado "laboratorio del sueño".
El Ocaso de los Dioses se abre con Brunilda despertándose de la cama que comparte con Sigfrido. Recibe la visita de las tres nornas, ahora tres mujeres muy ancianas. Como muestra de la recogida del testigo de los dioses por los humanos, ahora el centro E.S.C.H.E. tiene una decoración moderna, con unos tonos grises que hoy en día se llevan, lo que indica que la obra ahora transcurre en nuestros días. Algo desconcertante es ver a aparecer a Sigfrido entrar cuando hablan de él, pero que se vuelve a esconder tras la puerta cuando tiene que responder a Hagen fuera de escena, como si no le hubieran visto todavía. En el acto segundo vuelve la famosa sala de proyecciones, donde Alberich aparece en paños menores y haciendo punto. Cuando Brunilda y Sigfrido se enfrentan, todos les enfocan y graban con sus smartphones. En el tercer acto, vuelven las enervantes hijas del Rin reconvertidas en científicas, que hablan con Sigfrido mientras éste descansa en una camilla. El siguiente cuadro es la gran sala donde antes estaba el fresno. Ahora en su lugar hay una canasta de baloncesto, en la que se ve que Hagen, Gunther y los Gibichungos han jugado a una partida. Tcherniakov en una entrevista dijo que de joven se fascinó con el Anillo de Chéreau y que lo vio muchas veces. Quizá el hecho de que Wotan, las hijas del Rin, Gunther, las Nornas y el personal de la empresa velen el cadáver de Sigfrido en el laboratorio, con expresión doliente, tal y como hicieron los obreros en el Anillo del francés, pero a telón bajado. Al final, Gunther no muere, y todos los personajes abandonan el escenario, quedando solo Brunilda y Wotan. Luego después de la Inmolación, Brunilda queda sola en el escenario, en un vacío total donde se proyectan frases descartadas por Wagner para este final, con Erda mostrándole el pajarillo que se le mostró a Sigfrido. Al final, cae el telón y la proyección del mapa del centro E.S.C.H.E desaparece. Sin ese centro de investigación-tortura, Brunilda queda sola, tiene una nueva oportunidad para vivir.
Christian Thielemann sustituyó de última hora a Barenboim, al frente de la
Staatskapelle Berlin. Thielemann mantuvo un nivel oscilante. El Oro del Rin fue tan anodino e incluso tan aburrido como la dirección de escena. No noté esa majestuosidad wagneriana, esa consistencia que al mismo tiempo permite, por medio de sus tempi lentos, paladear la música. Mucho mejor fue en La Valquiria, donde sí se sintió la orquesta, donde en los preludios sí hubo intensidad, y donde el final fue tan mágico como su nombre. Sigfrido tuvo momentos inspirados con otros más anodinos. Lo mejor fue el segundo acto, con una memorable interpretación de los murmullos del bosque, o del interludio del tercer acto. En El Ocaso de los Dioses retomó el nivel, con una interpretación majestuosa, vibrante, con unos tempi lentos pero beneficiosos para una lectura tan trágica y solemne como la última ópera del ciclo. El
Coro de la Ópera de Berlín cumple su cometido en el Ocaso, a nivel vocal como actoral.
El amplio elenco es liderado por
Andreas Schager, hoy en día el heldentenor más importante del mundo. Su Sigfrido se caracteriza por su resistencia, su voz que llega poco fatigada al final, su timbre heroico que puede a veces pecar de monocorde, pero que puede llegar a sonar juvenil y vigoroso.
Anja Kampe interpreta a Brunilda. Kampe tiene una potente voz que a veces puede no sonar grata, especialmente en el agudo. Sin embargo parece estar comedida en este rol, con un interesante centro, pero con unos agudos que no duran o tienden al grito, y con un grave notable.
Michael Volle es un Wotan cuya voz tiene un bonito timbre, especialmente en el acto tres de La Valquiria, donde está espléndido, o en Sigfrido, pero parece no potenciarla para no quebrarse. Como si también fuera comedido.
Johannes Martin-Kränzle está mejor en Sigfrido y el Ocaso que en el Oro, siendo en estas óperas donde su canto parece acomodarse mejor al viejo y resentido nibelungo que en la juventud de éste en el prólogo, donde parece que le falta más volumen.
En cuanto a la pareja de welsungos,
Robert Watson es un cumplidor Siegmund, mientras que
Vida Miknevičiūtė es una Sieglinde maravillosa, tanto en lo vocal con una bella voz, como en lo actoral.
Mika Kares es un excelente bajo, aunque mejor como Fasolt y Hunding que como Hagen.
Anna Kissjudit es una fabulosa Erda, especialmente en el Oro.
Peter Rose es un notable Fafner, mejor en el Oro que en Sigfrido.
Rolando Villazón, todo un lujo en este reparto, interpreta a un Loge en la tradición más caricaturesca, de tenor de carácter, donde sus tablas escénicas unidas a su ya muy madura voz, hacen una interesante y divertida creación.
Siyabonga Maqungo es un Froh de voz lírica, muy bella.
Annett Frisch es igualmente una bien cantada Freia. El veterano
Stephan Rügamer es un Mime bien cantado, pero se echa de menos un poco de estridencia para el personaje.
Claudia Mahnke es una Fricka que canta bien, pero se echa en falta un poco de cuerpo en la voz.
Lauri Vasar es un mejor Donner que Gunther, aunque como ya le pasó en Madrid, esa voz ligera le viene bien a tan irrelevante y pusilánime personaje. Al menos se aprecia que físicamente es atractivo, lo que para este montaje es aún más conveniente: Gunther, guapo y tonto a la vez.
Violeta Urmana es una imponente y espectacularmente cantada Waltraute, aunque vocalmente ya esté muy madura.
Mandy Fredrich es una Gutrune muy buena, con una voz dulce y agradable.
Victoria Randem es igualmente un buen Pajarillo del bosque, con una voz más gruesa que ligera. El resto de secundarios, valquirias, hijas del Rin y nornas son cumplidores. A destacar
Anna Lapkovskaya como una notable Flosshilde y
Anna Samuil como una muy aguda e interesante Tercera Norna.
No me cansaré de repetir que terminar de ver un Anillo es una aventura. En este caso empezó siendo una aventura aburrida hasta que le pude coger el tranquillo, sin llegar a ser una producción desulmbrante, en parte por los desatinos de Tcherniakov y el inesperado nivel de rutina de Thielemann con esta producción y esta orquesta. Pero sin duda hay que conocerlo porque es el único anillo del maestro alemán en vídeo.