Un falso mito.
Que a ver, igual me estoy columpiando yo y esta grabación no ha sido un mito nunca de nunca de supernunca, pero si lo fue, era un mito falso. Y la culpa fundamental (¡y van tantas!) es de Erich Leinsdorf y su falta de amor y de fe en la ópera italiana que llevaba al disco. Chumpachún apresurado cuando cree que procede (y cree que procede mucho), grisura irritante de colores y poca, muy poca teatralidad. Y claro, ante tal falta de criterio, cada uno de los cantantes principales va a su bowling, no siempre con buenos resultados.
La Bowling Suprema es Grace Bumbry, tan amazónica de voz como descentrada en el fraseo y obsesionada por la ostentación de intenciones dramáticas que no pasan de lo folletinesco y de un instrumento que en el centro-grave no resiste las aperturas que se escuchan en el dúo con Aida o los repetidos
Numi pietà de la escena del juicio. Qué voz, sin duda. Pero QUÉ vulgaridad.
Leontyne Price no está muy bien, y es una pena, porque merecía estarlo. El timbre aún es un primor (aunque cada vez menos) en las notas en que es bonito, pero de ahí para abajo el globo de colores se deshincha hasta la Nada Abisal. Por ello (y por el dialecto esquimal del italiano) la dirección musical de las frases en ocasiones es errática y la línea tiene sobresaltos de color bastante mareantes. Pero, sea por la cierta pasividad del papel, sea por lo trabajado que se lo tenía o sea por un súbito florecimiento de algo de talento, Price, por una vez, no está NADA vulgar y de vez en cuando (Ritorna vincitor, dúo con Amonasro) uno se sorprende pensando "Eeeeyyyy, eso eran intenciones de fraseo!". Lástima de, ya saben, Erich Leinsdorf.
Domingo está joven y estupendo de voz y cordialidad musical, aunque anónimo en los dos primeros actos; su Radamès solo adquiere verdadera altura artística el Finale III y el acto IV. Y luego está Milnes, dramáticamente un poco como suele, es decir, en Mode Tremendist (aunque en
Ei t’ama… ei conduce gli egizii… Intendi? consigue un sobrio y oscuro momento teatral de gran efectividad) pero entre la brevedad de la parte y el guerraporsucuentismo general del disco, no desentona. Ahora bien, la fonación de este chico yo no la ENTIENDO. ¿Cómo un cantante de agudos tan refulgentes como los múltiples Lab3, La3 y Sib3 que ha dejado en el disco puede calar SISTEMÁTICAMENTE los Mi3, Fa3 y Fa#3 con ese quejío flamenco suyo tan característico? (una por todas,
tripudii immensi ivi potrai gioir) La única explicación que le encuentro es que Sherrill Milnes se tratase del eslabón perdido entre la cuerda de tenor y la de barítono, y que donde caen los agudos climáticos de barítono a él le pillaban en un pasaje no bien resuelto donde el factor muscular jugaba en la emisión un papel superior al que debía. Ruggero Raimondi, finalmente (al margen de que no tiene el Fa#1 de
Iside legge dei mortali nel core) más o menos hace un trampantojo de autoridad sacerdotal con su voz híbrida y sus modales solemnes.
En suma, una Aida bien cantada casi en todo momento, y aún con frases diamantinas de la Price, pero intrascentente, porque Erich Leinsdorf, en su no entender nada de nada de lo que tuviese que ver con Giuseppe Verdi, no estimuló lo que podía haber realzado ni embridó lo que tenía que haber controlado.
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