Un poco de barroco no sienta mal de vez en cuando, ni al Teatro Real ni a un aficionado “omnívoro”. Esta
Rodelinda se dio hace tres temporadas; es un título que nunca había escuchado entero y lo cierto es que me ha dejado más frío que otras óperas de Händel: el dúo final del primer acto y algún aria aislada, poco más. Tampoco descarto darle más oportunidades porque en esta versión la música cuenta con el lastre de un señor llamado Ivor Bolton que, definitivamente, se me hace bola. ¡Qué muermo de hombre! Tempi tirando a morosos, ataques flácidos, tímbrica sin relieve… Lo que un conocido define como “sopa de atril”. Y el caso es que se nota que hay un trabajo de dirección, porque la orquesta suena correcta pero ¿es este el lenguaje barroco esperable a estas alturas?
Lo más atractivo, lo que ha inclinado mi elección en el zapeo de opciones disponibles en MyOpera Player, es la propuesta escénica de Claus Guth, basada en una casa de muñecas giratoria que da continuidad a la acción, atrapando a todos los personajes implicados en la tópica historia de reyes ausentes, reinas vacantes y usurpadores sin escrúpulos. El drama está ilustrado por las fantasías de un principito que en el libreto original desempeña un papel completamente pasivo; aunque a veces distraigan un poco, las proyecciones y los personajes que parecen sacados de la
Pesadilla antes de Navidad consiguen el efecto inquietante pretendido.
A medio camino entre el más de Guth y el menos de Bolton están los cantantes. Me ha sorprendido muy positivamente Bejun Metha (Bertarido), no solo por técnica impecable, sino sobre todo por la emoción de cada una de sus intervenciones. La protagonista (Lucy Crowe, no tenía el gusto) canta con buenas maneras, es resultona en las arias más recogidas y acompaña muy dignamente a Metha en el dúo antes mencionado, pero su bravura es desabrida y su coloratura justita. Jeremy Ovenden (Grimoaldo) muestra su seguridad habitual en el fraseo de este tipo de papeles, pero a mí es un tenor que no me convence. ¡Si se oyen más armónicos en la voz de los contratenores! En cambio, el otro contratenor, Lawrence Zazzo, está bastante bien y Sonia Prina, dentro de su irregularidad y con la voz un poco menos sana que en otras ocasiones, exhibe pegada y poderío. El único suspenso sin paliativos se lo gana un señor llamado Umberto Chiummo.