Mirella Freni: Essentials (DG, 2019)Hablamos poco, por ejemplo, de los grandes nombres de la ópera. Será porque nos ocupan otros temas o porque ya se ha dicho aquí casi todo (y bien) sobre lo verdaderamente importante. Así que uno se pone a escuchar esta selección de grandes arias de la Freni y tiene la tentación de guardarse el comentario por no quedar en evidencia; pero, qué carajo, para eso cerramos la tienda ¿no?
Encima el disco no tiene demasiado interés para todos los que conozcan bien a la de Modena. Supongo que no hay una sola pieza en él que no sea archiconocida; unas cuantas ya se recogieron en aquel disco de arias veristas con el que se medio despidió hace ¡ya casi treinta años! En mi caso, me ha sorprendido la escena de la carta del Oneguin, que no había oído nunca. Si se trata de elegir lo más representativo de la discográfica, hay ausencias clamorosas: por ejemplo, ni un solo fragmento de sus colaboraciones con Karajan (DG tiene donde elegir, al menos en sus versiones cinematográficas). Y además la selección está sesgada hacia la última parte de la carrera de Freni (solo hay un
Falstaff de los sesenta y luego ya se salta, con una parada en el
Simon Boccanegra escalígero de 1977, a la segunda mitad de los ochenta).
Pese a todo, los
essentials de Mirella Freni están ahí. Porque, a mi juicio, ni el natural desgaste de la voz ni la evolución de su vocalidad desdibujan una carrera que si por algo se caracterizó fue por su homogeneidad y coherencia. ¿Y cuáles son los
essentials de Freni? Pues me temo que es rebajar el nivel del foro, pero no encuentro otra manera de decirlo: que era una grandísima cantante. En todas y cada una de las piezas escogidas hay una lección de canto, en el sentido de expresión material del arte escrito en una partitura. Y con eso no quiero decir que Mirella Freni descuidara la dimensión dramática, la creación de personajes, pero ese talento teatral nunca oscurece el valor estético de la música ni la condición del cantante como intérprete de la obra de un músico. En cierto modo, Freni es la negación de esa
boutade mahleriana que mi admirado Kandaules luce como firma; a alguno le parecerá ese su principal defecto.
En general, se ha procurado escoger los números en que la cantante daba lo mejor de sí, incluso en sus papeles más problemáticos. Ahí está el conmovedor
Vissi d’arte que compensa la sensación general de melodramatismo algo artificioso de esa Tosca del 90. O el
Tu che le vanità, una lección de fraseo y de control de dinámicas que transmiten toda la melancolía de la página como seguramente no habría podido hacerlo una voz más juvenil. El sesgo cronológico de la selección condiciona obviamente la excelencia de los resultados, aunque no siempre en el sentido que uno esperaría. Si el centro ensanchado de la Freni en los ochenta ya no era idóneo para
Sì. Mi chiamano Mimì o para
O mio babbino caro (¡pero qué sfumato final!), el desgaste natural confiere un punto de desgarro interior al Ave Maria de Desdémona. No se muy bien en qué circunstancias cantó la
Mamma morta del disco, que consta como dirigida por Roberto Abbado y supongo la misma que la del ya mencionado
Verismo arias; a pesar de la inteligencia con la que Freni fue abordando los papeles veristas, no consigue ser en este caso tan convincente ni por medios ni por temperamento. En cambio, tampoco me imagino una Manon Lescaut muy anterior al de la grabación de Sinopoli y del que aquí se nos ofrecen dos pasajes memorables, al margen de unos agudos vibrados y ya no tan seguros como en los mejores días. Corríjanme si me equivoco, pero creo que este fue el papel más pesado que cantó en escena; me encantaría conocer el testimonio de alguno de ustedes que llegara a disfrutarlo en directo. En otros de sus grandes hitos discográficos, como la Butterfly, no soy capaz de decidirme, porque aunque Sinopoli no era Karajan, la verdad que desprende el
Piccolo addio de madurez es incontestable.
Hay más, siempre entre el notable y la matrícula de honor: arias de
Carmen,
Ballo,
Aida,
Turandot,
La Wally… Y, para los morbosos,
Traviata: aunque sea un anecdótico brindis berlinés con Marcelo Álvarez con el que se cierra el disco.