Seguimos con el trabajo de Wolfgang Wagner, ahora en su Tannhäuser que estrenó en 1985 y que fue grabado en 1989. La producción se mantuvo diez años en cartel y fue dirigida primero por Giuseppe Sinopoli y luego por Donald Runnicles.
Era la única ópera que hasta el momento Wolfgang no había representado en la colina verde. En los años 80, el "Nuevo Bayreuth" había pasado a la historia, pero el nieto del maestro optó por este estilo para su nueva producción. Comparada a las suyas de los años 50, y no digamos a las de su famoso hermano, la producción es bastante modesta. Y sin embargo, es el mejor ejemplo visual ç(en color, de buena calidad de imagen) que tenemos de esta forma de interpretar a Wagner.
Personalmente, he de decir que la producción me ha gustado. No sé si por curiosidad histórica, o por ver una sinceridad mayor que en el mediocre naturalismo de sus Maestros de 1981. La sencillez característica de este estilo también se puede convertir en algo aburrido, pero en vivo debió de ser un espectáculo ligeramente agradable a la vista.
La obertura (sorprendentemente cortada a la mitad) representa a los peregrinos deambular por el escenario, para luego trasladarnos al Venusberg. El escenario es una plataforma giratoria circular del que emergen unos escalones hasta llegar a una plataforma. Aquí se realizará casi todo el drama. En la escena del Venusberg aparecen unos bailarines en trajes azul y rojo realizando una modesta coreografía para la bacanal, y en la plataforma descansan mientras tanto Venus y Tannhäuser mientras al fondo del escenario hay una luz rosácea. Para mí, el logro está en el escenario para la segunda escena del primer acto y para todo el tercero. Una enorme cortina iluminada de verde (aunque rasgada y dejando ver el fondo vacío detŕas) hace las veces de bosque y en la plataforma hay una estatua de la Virgen María; una imagen deudora del bosque de Wieland para Parsifal. No obstante, hay un error a señalar, como el que al iniciarse el canto del pastorcillo, Tannhäuser está demasiado cerca de él. Yo le habría puesto a cierta distancia.
El segundo acto también parece sacado de las producciones de su hermano: un templete dorado y con sillas de madera modestas haciendo un círculo entorno al trono del Landgrave y enfrente del mismo, la silla de Elisabeth. El fondo del escenario, iluminado de azul.
El vestuario es muy sencillo, aunque clásico para lo que se hacía en los 80 en Bayreuth. Incluso hoy en todo el mundo, aunque no llega a lo elaborado de la producción del Met de aquellos años. Elisabeth, por ejemplo, lleva un vestido azul idéntico al manto de la estatua de la virgen en el primer acto. Los colores de los invitados son en tonos blanco y plateado, que contrastan con el azul de Tannhäuser. Wolfgang recupera también el arpa para los cantores, de modo que en su estilo minimalista la producción se mantiene fiel.
La dirección de actores presenta una cierta economía de movimientos, al parecer marca de la casa en las producciones de Wolfgang. Por ejemplo, en el acto tercero Wolfram y Elisabeth se miran demasiado tiempo antes de desaparecer ésta, o Tannhäuser y Elisabeth tampoco se caracterizan por su dinamismo. Cierto es que muy lograda está la caracterización del protagonista en el tercer acto, apareciendo desaliñado y tétrico.
¿Un mediocre Nuevo Bayreuth? ¿una puesta en escena clásica? Yo la veo más bien como una digna y disfrutable producción, un canto del cisne de un estilo que forma parte de la historia, aunque los resultados tampoco rayen lo excelso.
Giuseppe Sinopoli dirige una versión con encanto, aunque a veces es demasiado lenta para mi gusto. Lo que no entiendo es que la obertura se corte a la mitad y enlace con el Venusberg directamente, más aún cuando en las grabaciones radiofónicas sí que se ejecuta completa. Dirigir a la orquesta opulenta del festival hace bastante. Los clarinetes de la obertura, las cuerdas en el preludio del acto tercero, el viento metal en el final del primer acto, el final conmovedor... ese sonido bayreuthiano que lo sumerge a uno en el drama. Por no hablar del coro igualmente maestro, excelso en todas sus interpretaciones.
La estrella del equipo vocal es Cheryl Studer. Aquí la encontramos en la cima de su carrera, con una voz dramática y a la vez lírica. El
Dich Teure Halle es muy bueno, y las líneas
Aus mir entfloh der Frieden, die Freude zog aus dir las hace desde un pianissimo de gran belleza. No obstante, cuando al defender a su amado de las espadas de los caballeros, el agudo en
Haltet ein! le sale desafortunadamente muy gritado. Pero en la oración vuelve a dar una gran interpretación.
Wolfgang Brendel es un notable Wolfram, aunque la elegancia que desprende parece imitar no pocas veces a Fischer-Dieskau. Su mejor momento, en mi opinión, está en las canciones del acto segundo, pero en conjunto es más que digno.
Hans Sotin hace un buen Landgrave, pero tampoco para enmarcar. La Venus de Ruthild Engert-Ely es más propia de una digna comprimaria que la de un personaje principal (y creo que Venus no es poco relevante en la trama pese a ser un papel corto, ahí están Grace Bumbry o Waltraud Meier para demostrarlo) y el resto de personajes cumple aseadamente con sus partes.
Para el final me dejo a Richard Versalle como Tannhäuser. Este tenor debió de conocer un momento de gloria efímero, e incluso fue el Tristan de la Isolde de Caballé. Pero aquí la interpretación es generalmente mediocre. Cuanto más vaya al agudo más tira al gallo la voz. El centro parece ser más soportable, pero aquí ya está el estilo cacofónico y cacareante de los heldentenores que sufrimos hoy en día. Aunque tampoco su porte sea el de un protagonista deseado en Bayreuth: no me gusta referirlo (porque sigo creyendo que el físico no debería ser tan importante en la ópera), pero su generoso físico y su cara de bonachón nos presenta un personaje tiernamente torpe; algo que contrasta con mi idea de Tannhäuser, que es un provocador con carisma y un hombre algo encantado de conocerse a sí mismo que pese a todo no olvida los ademanes caballerescos. Basta con ver sus gestos retraídos al principio del torneo. Pero en su favor, hay que decir que a medida que se enfrenta a los caballeros en el torneo saca el lado más peleón del personaje y que en el acto tercero es completamente convincente.
La narración de Roma se deja oír bastante bien; y su aspecto desaliñado, unido a su timbre peculiar nos despierta compasión y terror.
En definitiva, un Tannhäuser disfrutable, aunque hay que bajar un poco el listón teniendo en cuenta otras versiones magistrales como la de Götz Friedrich que la precedió. Al igual que sus Maestros, este Tannhäuser de Wolfgang me parece recomendable para iniciados, estudiosos, admiradores del Nuevo Bayreuth o para aquellos que disfrutamos también de puestas en escena tradicionales y a veces queremos ver la historia del libreto representada, sin tener que exprimirnos el cerebro si no nos apetece.