no nos equivoquemos, no es la Boheme de Carreras, sino la de Ricciarelli y, sobre todo, la de sir Colin Davis. la batuta es de laaaaargo lo mejor de toda la grabación, con una orquesta que suena limpísima, pendiente de todo pequeño detalle de las coloridas atmósferas puccinianas, vibrante, intensa. el único y minúsculo pero puede venir con el hecho de que en ocasiones la orquesta se impone a los cantantes, pero al tratarse de un registro de estudio, esto bien podría ser cosa de los ingenieros de sonido. así que por ese lado... Davis se confirma, a mi juicio, como un gran pucciniano: su otra joya es la Tosca de Caballé y Carreras, otra dirección brillante.
desde aquella, tres años antes de esta Boheme de 1979, algunas cosas han cambiado para Carreras. su timbre sigue siendo atractivísimo en el centro, seductor, luminoso, pero los ascensos al agudo ya van perdiendo color y dejan percibir alguna que otra aspereza. su interpretación es la de un Rodolfo juvenil, entregado, ardoroso. yo le echo en falta algún matiz más, algo que hable del poeta y no tanto del escritor.
me ha encantado la Ricciarelli, qué quieren que les diga. una voz esplendorosa en aquellos tiempos, brillante, sin caer en gazmoñerías cotrubianas o gheourghinas. una Mimì cantada, frágil pero no quebradiza, y que se come al tenor y al barítono en el tercer acto. las voces graves son todas manifiestamente mejorables. el Marcello de Wixell suena tosco, y el Colline de Lloyd ya sabe que de mayor quiere ser Grande Inquisitor.
no comento la Musetta de Putnam porque el segundo acto me lo salté, lo admito.