Primera incursión en el trabajo de Wolfgang Wagner. Frente a la escasa y mala videografía de su legendario hermano, tenemos una amplia documentación del trabajo escénico de Wolfgang en vídeo.
Estos Maestros grabados en 1984 forman parte de uno de sus trabajos más celebrados sino el que más. Tengo la impresión que desde la muerte de Wieland, el estilo de Wolfgang se volvió más y más conservador.
A primera vista parece que la producción promete ser una delicia pero pasado un rato uno termina por darle un aprobado alto ... o notable bajo. Por ejemplo, el vestuario no termina de ser del todo fiel al siglo XVI en muchos casos, como en el de Beckmesser; aunque sí lo es en el caso de las mujeres o los aprendices. Me parece un vestuario clásico pero sencillo. Más rico y fiel parece el vestuario de la producción de Barrie Kosky este año. Pero para conocer de primera mano el libreto y la historia original me parece adecuado.
El acto primero, según Frederic Spotts, parece reproducir el decorado de la producción de 1943. A mí me parece una pequeña y humilde iglesita protestante germana de pueblo. El segundo tiene unos edificios de ladrillo que parecen más bien la salida de una fábrica de cerveza que las de una calle del viejo Núremberg, aunque el efecto atardecer y luego anochecer está bien logrado. Lo mejor escénicamente es el acto tercero. El taller de Sachs es muy sencillo pero tan grande y austero, da el pego como vieja casa artesana. También se dice que el cuadro segundo es lo mejor de la producción y de la carrera de Wolfgang. Un árbol francón domina la escena, con una verde pradera y un cielo azul claro y los habitantes de Núremberg disfrutando del espléndido día de verbena, algunos sentados en mesas taberneras y otros bailando danzas alegres. La acción aquí se torna más natural e incluso el propio Wolfgang aparece al final y saludando a Sachs y Beckmesser.
En el plano actoral, los solistas tienen el físico para el rol: Walther y Eva parecen jóvenes y se comportan con ese fulgor, Sachs es un robusto hombre en sus cuarenta años. Beckmesser, es un hombre furioso y antipático , sin parecer muy bufo.
En cuanto a lo musical, Horst Stein dirige acompañando a los solistas, pero con momentos de agilidad (aunque admito que me he saltado las oberturas, es mucho tiempo). Bernd Weikl es un buen Sachs pero no deslumbra ni emana la sabiduría de un Hotter o un Schöffler. Hermann Prey nuestra su experiencia como liederista en las canciones de Beckmesser. La canción del tercer acto es cantada con una belleza poco usual, y eso que vamos a presenciar algo muy cómico.
Siegfried Jerusalem está aquí en un estado formidable, aunque su estilo ya lo conozcamos, que cuando se va muy al agudo la voz se hace algo gutural. Aún así su personalidad y el ímpetu de su personaje impresionan. Manfred Schenk es un Pogner correcto para mi gusto. Las sorpresas más agradables han sido Jef Vermeersch como un excelente Kothner y Matthias Hölle como un sereno de voz gigante.
Mari Anne Haggänder es una Eva correcta, Marga Schiml y Graham Clark son unos excelentes David y Magdalena. El coro como siempre excelente.
Esta es mi primera aproximación a los Maestros en muchísimo tiempo, ya que siempre me he centrado en los grandes dramas como el Anillo, Tannhäuser, Lohengrin o Parsifal. Sachs es el álter ego de Wagner: sus reflexiones sobre el mundo son profundas y el Wahn, Wahn es realmente universal; podrían ser las reflexiones de un hombre moderno. El nacionalismo está presente en toda la obra, la exaltación de lo alemán es constante, quizá como no podía ser de otra forma en el contexto de esta obra. Sin embargo la preocupación por tiempos peligrosos y la necesidad de proteger lo alemán en el monólogo final o en la presentación del personaje de Beckmesser como un ser antipático y poco estimado por la comunidad, uno no puede evitar pensar en cómo se puede distorsionar una obra para darle una lectura seudofilosófica e ideológica, como se hizo en un pasado no tan lejano.
Precisamente lo cómico de esta obra (que me ha arrancado sonrisas varias veces) me hace pensar que puede percibirse más de lo esperablemente teatral (pienso, una obra más con los pies en la tierra que el resto del catálogo del maestro) y eso se refleja en la partitura, inspiradísima y bella pero no tan electrizante como el resto de sus dramas. Además de sus momentos más conocidos me parecen hermosos momentos como la escena de Walther y Eva ante la inminente llegada de Beckmesser en el acto segundo, que es toda una dulzura, el motivo del amor o el motivo de la canción cuando Beckmesser se acerca a hurtadillas en el taller de Sachs en el tercer acto.