Seguimos con el Anillo de
Frank Castorf: ahora es el turno de Siegfried.
Tras llevarnos a los confines del mundo, ahora Castorf nos lleva a Berlín Oriental, su ciudad natal. Muchos han visto en la historia del Anillo, así como la del festival de Bayreuth, un reflejo de la historia de Alemania. Al igual que Estados Unidos y la Unión Soviética, Alemania es una más en la carrera por el oro-petróleo y el poder. Y esto supone llevar a la escena del festival una opinión no exenta de polémica, a través de una espectacular escenografía cargada de simbolismo, sí acaso las más célebres de la producción.
Al abrirse el telón, se ve una imponente recreación del Monte Rushmore; pero en lugar de los padres de la nación estadounidense, con las cabezas de cuatro titanes del comunismo: Marx, Lenin, Stalin y Mao, que tanta influencia ejercieron en la Alemania en la que Castorf creció, al igual que muchos de sus compatriotas, y que eran omnipresentes en cada aspecto de la vida en la República Democrática Alemana.
En un lado del escenario se ve una caravana, que en este primer acto será la guarida y herrería de Mime, pero que en el segundo acto será donde conviva Alberich y también Wotan. Siegfried aparece caracterizado como un auténtico sinvergüenza, vestido como un mafiosilllo de barrio (como lo fue su abuelo o lo es su tío adoptivo), o ladronzuelo y con una desaliñada melena. Junto con Mime, veremos a un hombrecillo cuya presencia es constante en el drama: en el primer acto es como un hombrecillo mascota, al que Mime y Siegfried tienen para su servicio y su diversión. En el tercer acto será un camarero. Aunque Siegfried forjará una espada, Nothung es en realidad un rifle.
El segundo acto empieza en el mismo escenario, con Alberich viviendo en esa caravana, y el Viandante acomodandose en ella. Como si todos, compañeros en el crimen, convivieron juntos. Fafner aparece como un alcahuete rodeado de mujeres de dudosa apariencia. Los murmullos del bosque tienen lugar en la icónica Alexanderplatz de Berlín, con una reconstrucción de su famoso reloj, y la U del metro alemán. El pajarillo del bosque es una vedette. Aquí tiene lugar el primer momento impagable de la noche: para comunicarse con el pájaro, Siegfried y éste sacan de la basura unos plásticos con los que tocan una melodía, supuestamente para comunicarse. Sigfrido matará a Fafner con el rifle Nothung. Al final del segundo acto, Sigfrido tiene algunos escarceos con la vedette-pájaro.
En el tercer acto, se ve en la pantalla situada en "Alexanderplatz" a Erda arreglándose, ayudada por el pájaro. Luego sale a su encuentro con Wotan. Mientras su escena tiene lugar, el camarero-hombrecillo les servirá una cena de vino y pasta. Erda parece estar aburrida. No es un conjuro, sino el encuentro de una expareja con cuentas pendientes. Al acabar la escena, cuando éste le dice que "descienda", Erda le practica una felación. El feliz acto es interrumpido por el camarero-asistente del director de escena, que trae la cuenta, lo que con las excusa de "por ahí veo a Siegfried llegar", Wotan se va y deja a la pobre Erda la responsabilidad de pagar. Pero la astuta diosa no lo asume, respondiéndole al camarero con un corte de mangas.
Wotan y Siegfried se enfrentarán a distancia, con este partiendo su lanza. Tras un espectacular interludio donde el escenario da una vuelta completa, mostrando un Alexanderplatz rebosante de actividad, volvemos al Monte Rushmore. Ahora Sigfrido despertará a Brunilda, envuelta en un montón de plástico. En lo alto, una pantalla nuestra a Grane atravesar un bello y frondoso bosque. Tras el beso, Brunilda despierta, con su armadura de valquiria y una horrible falda. A partir de aquí se verán unas animaciones de las esculturas de Lenin y Marx haciendo muecas lentamente o el escenario iluminado de color verde. La parte final del dúo tiene lugar en Alexanderplatz, donde los amantes se sientan en la mesa del restaurante. Luego Brunilda se pondrá un vestido de novia cuando dice "Oh Siegfried, siempre he sido tuya". Mientras tanto, aparecen los famosos (y protestados) cocodrilos por toda la escena. Al final, Sigfrido rescata a al pajarillo de las fauces de uno de los cocodrilos para luego darse el abrazo final con Brunilda mientras cae el telón.
La orquesta del Festival suena esta vez inspiradísima bajo
Marek Janowski, con un nivel mayor al de las precedentes jornadas. Espectacular en los dos primeros actos, logrando una tensión dramática apreciable, como en la escena de Mime antes del regreso de Siegfried tras perder el torneo del saber o en la muerte de Fafner. También el tercer acto fue memorable, con un interludio increíble.
Stefan Vinke es Sigfrido. Tras sustituir a Lance Ryan en 2015, se ha convertido en parte identificable del montaje. Su interpretación me resulta, cuanto menos, peculiar. Si bien es cierto que suena mejor que su antecesor, por momentos la voz parece abrirse y sonar un poco quebrada como él. Pero el centro es bastante bueno Y en la escena de la fragua está bien. Inolvidables sus
Nothung, Nothung. En los murmullos del bosque y en su monólogo antes de despertar a Brunilda alcanza su mejor momento. Al final del dúo consigue llegar al agudo, cosa que no todos los tenores hacen.
John Lundgren aparece un poco más fatigado aquí, después de su poderoso Wotan en Walkiria. Pero en general la voz sigue sonando bien. En el tercer acto en su invocación a Erda alcanzó su mejor momento.
Andreas Conrad es un excelente Mime, tanto cantando como actuando.
Albert Dohmen también fue un gran Alberich, mejor que en el Oro aunque su voz siga siendo un poco ligera para el mismo, aunque con su entonación y su interpretación no nos perderemos mucho de esto.
Karl-Heinz Lehner volvió con su gran Fafner, de voz oscura y graves de ultratumba.
Catherine Foster cantó muy bien su breve pero intenso papel como Brunilda. Como actriz es capaz de transmitir el aturdimiento inicial al despertarse, pero su repentina sonrisa (inolvidable) tras darse cuenta de que ha despertado al fin, son nuestras de lo bien que es capaz de representar las emociones de la walkiria. Vocalmente volvió a cantar muy bien, yendo a más encima función. La voz recuerda un poco a la de su compatriota y antecesora en su rol Anne Evans, aunque un poco más ligera, y los agudos mejores que ella aunque cortos, si bien al final del dúo logró que fuesen más prolongados. El aria
Ewig war ich fue un momento lleno de ternura, que la soprano abordó con una voz preciosa.
El pájaro de
Ana Durlovski es de gran nivel.
Nadine Weissmann mejora su Erda, pero la voz sigue siendo insuficiente; si bien los graves y el registro medio suenan decentes no termino de verla como voz para esta diosa. Como actriz cumple sobradamente las indicaciones de Castorf.
Seguiremos con el Ocaso próximamente.