Ante el nuevo Anillo que abrirá el nuevo Festival de Bayreuth en 2020, el Anillo de 2013-2018 que dirigió
Frank Castorf ya es solo un recuerdo. ¿Un grato recuerdo? ¿Un recuerdo infame? ¿O un recuerdo histórico? Como todo en Bayreuth, la división de opiniones está servida. En 2016 el ciclo se emitió por televisión para el canal alemán sky, y posteriormente empezó a circular por las verdes praderas. Un famoso blog español lo tuvo en línea durante una buena temporada, y de él me serví esta descarga, aunque no ha sido hasta ahora cuando he podido realizar una visualización seria. Hoy en día se puede comprar por la web suiza llamada Wagnerdisco. No se sabe, no parece que vaya a salir en DVD por el momento, pero ahí tenemos esos canales de compra.
El poder ver en vídeo este Anillo es una oportunidad excepcional, guste o no guste. Desde el Anillo de Barenboim/Kupfer, no se había filmado un ciclo entero. Se filmó el Ocaso del Anillo de Levine/Kirchner y la Walkiria de Thielemann/Dorst, pero ningún ciclo completo, así como el interesante de Jürgen Flimm que sólo pervive en el recuerdo de quienes fueron a verlo, un documental y de un puñado de fotografías. De ahí que sea una oportunidad inexcusable para el que quiera ver la magia de un Anillo en Bayreuth, y de comprender mejor la tremenda polémica que ha acompañado a esta producción, despedida el año pasado con una descafeinada Walkiria dirigida por Plácido Domingo.
La visión del señor Castorf es probablemente de las más singulares que se hayan visto en el Festival en los últimos años. Está centrada en un repaso del impacto de la lucha por el petróleo en las últimas décadas por un lado, y por otro lleva esta historia al antiguo bloque del Pacto de Varsovia, pues el director de escena nació en Alemania del Este. Según Guy Cherqui, une las perspectivas históricas de Estados Unidos y la antigua Unión Soviética y su interés en el petróleo, el llamado oro negro.
Empezaremos por Das Rheingold, que tiene lugar en un motel de la Tejas profunda. Uno de los atractivos de esta producción es la plataforma escénica giratoria que abarca las diferentes estancias del motel, con una pantalla de vídeo ( las filmaciones serán una constante en este ciclo) que transmite la acción de los artistas y de otras que ocurren al mismo tiempo, gracias al trabajo de
Aleksandar Denic, Jens Crull y Andreas Deinert. No obstante, aunque sus filmaciones ayudan a entender la acción, se verá a los cámaras en escena, lo que puede resultar a veces molesto o incomprensible. Es un lugar de mala muerte, donde dioses, ninfas, gigantes y enanos pertenecen al mundo del hampa local y a la más baja ralea, teniendo en cuenta sus poco educadas maneras de comportarse: Wotan es un lascivo y vulgar mafioso, Loge es un canalla estafador, y las diosas no son más que deserotizantes objetos de deseo. Los gigantes son unos fuertes y sudados albañiles, las ninfas son prostitutas muy divertidas y coquetas.
El telón se abre para mostrar en la primera escena a las ninfas tomando el sol en el patio con piscina del Hotel. Ambas llevan vestidos rojos con llamativos escotes. Mientras Woglinde se toma una cerveza durante el preludio, Wellgunde aprovecha primero para descolgar la ropa y freírse una salchicha en la barbacoa. Alberich sale de una tumbona en la que estaba tapado del todo, y juega con las ninfas, El oro es una capa dorada que flota en la piscina junto a mucho confeti de ese color. Alberich lo roba, mientras que las hijas del Rin, sin perder la sonrisa, se van a llamar por teléfono a Wotan, que estaba en la cama divirtiéndose con Freia y Fricka. La segunda escena tiene lugar en una habitación del hotel con típicas paredes de madera estadounidense. La tercera escena es el colmo de la insensatez, pues se ve a los dioses ya capturando a los nibelungos (que escaparán para que la acción tenga lugar) a unos postes de la gasolinera años 60 que representa al Nibelheim. Alberich saldrá de una caravana donde llevará el oro que se encuentra en la caja registradora, aunque los dioses ya han pagado al cajero con un trozo de oro-malla previamente. El vídeo mostrará las transformaciones de Alberich. La escena cuarta es otra estancia del motel, ahora los gigantes se han vestido con un traje negro y Freia con un horrible body que le cubre el cuerpo, negro hasta la zona de los pechos, donde en adelante será rojo. Una posible alusión a los fetiches de los gigantes a los que habría estado sometida. Al menos, sí está cubierta de oro, aunque la aparición de Erda no es demasiado mística, una prostituta de lujo a la que Wotan mira con lascivia y relamiéndose, para terminar su escena coqueteando hasta con el cámara. Finalmente, Donner invocará a los truenos golpeando con su martillo en la azotea del hotel, la bandera del arcoiris (que sustituye a la confederada estadounidense que había ondeado hasta la escena tercera) ondea en toda su fuerza mientras Froh toma el relevo. Mientras las hijas del Rin cantan su lamento final, la pantalla las muestra nadando en la piscina-Rin mientras Loge desde la gasolinera intenta calmarlas. A medida que los dioses permanecen juntos en la azotea y la imagen de una de las ondinas flota en la pantalla, cae el telón.
Marek Janowski dirige a la maravillosa orquesta del festival de Bayreuth, con un precioso correr de las cuerdas en el preludio, unos violines perfectamente afinados en el monólogo de Loge y que cobran fuerza en los momentos orquestales. Y sin embargo, se echa de menos un poco de espectacularidad en este prólogo.
El reparto me ha parecido el punto más bajo de esta producción.
Iain Paterson es vocalmente un Wotan que no da el porte de dios supremo, aunque la voz no tenga un mal sonido pero sí una acuciante falta de garra y volumen, aunque no es peor que otros que se ven por aquí. Parece servir más a la visión de Castorf que a la de Wagner, ya que como mafioso no da miedo sino repulsión.
Albert Dohmen, el mítico Wotan de la producción anterior, es ahora un Alberich que si bien sigue teniendo una bella voz y todas las tablas de un animal escénico como es este gran barítono, no consigue transmitir todo lo temible del personaje. Habría que remontarse a Harmut Welker para encontrar un referente reciente. Como actor es intachable y canta bien, pero su Alberich es ligero. ¿Pueden Alberich y ligereza ser cosas compatibles?
Roberto Saccà es un estupendo Loge, y los gigantes se llevan el triunfo de la noche, con un excepcional Fasolt de
Gunter Groissböck y
Karl-Heinz Lehner como Fafner.
Andreas Conrad es un buen Mime, pero de momento no termina de arrancar.
Sarah Connolly está muy bien aquí, no se sabe si esta ligera Fricka se debe a la concepción de Castorf o que tuvo un buen día, cosa que no tuvo en Madrid. La voz suena dulce y agradable.
Nadine Weismann es una Erda de centro decente, pero su canto no es para nada el de la mística diosa de la tierra. Los graves no aparecen, pero tampoco se les espera. Los demás dioses cumplen con su cometido, destacando a
Tansel Akzeybek como un nemorinesco Froh. Las hijas del Rin son igualmente muy buenas, la mejor vocalmente me ha parecido la Flosshilde de
Wiebke Lehmkuhl.
Alexandra Steiner es una buena Woglinde, pero
Stephanie Houtzeel destaca por su espectacular belleza física como Wellgunde y su igualmente buena voz, así como su sonrisa pícara que se roba la cámara.
Un Oro espectacular en lo técnico y que no aburre, aunque sea para escandalizar. Veremos cómo será, cuando se pueda, las diferentes jornadas.