Declive, ¿en qué sentido?. Empiezo por algún lado y explicaré que tengo 55 años y que me aficioné a la ópera hace unos diez años, a través de Wagner, buscando una manifestación artística más compleja que lo que escuchaba entonces y que me proporcionase nuevas sensaciones.
Y me encuentro que como barcelonés que soy, tengo toda una temporada de ópera en el Liceu (que yo veo prácticamente lleno cada vez que voy), que en muchos cines de Barcelona emiten óperas semanalmente (es difícil cubrir todas las representaciones), que hay programas de tv que tratan sobre la ópera, que en RNE clásica y en Catalunya Radio emiten numerosos programas de ópera, muchas transmisiones (¡se puede seguir todo Bayreuth en directo!) y cada vez que leo una mención en el foro sobre un tema que desconozco puedo consultar la wikipedia, ir a youtube o skype, grabarme obras enteras para escuchar en el coche.... en la prensa generalista se habla continuamente de óperas y los artistas más reputados son tan populares como las estrellas de rock. Además, con los viajes baratos, puedo plantarme en Berlín o en Milan por cuatro cuartos y ver cualquier representación. Por no hablar de las páginas de internet, como este foro, que te permiten aprender y estar al día.
Es cierto que el público que me rodea es mayor, generalmente más que yo y que no todos parecen ir al Liceu exactamente por afición, pero veo una parroquia numerosa, entendida y aficionada. ¿Hay menos público y la ópera es menos popular que hace 150 años? Pues claro que sí, pero seguramente ahora hay más aficionados que en 1950, dado que entonces el acceso era mucho más elitista. Y además los aficionados entienden muchísimo más, dado que entonces (me refiero a los años 1950) los discos no permitían reproducir con facilidad las óperas (demasiado largas para el soporte) y el público no tenía la posibilidad, como tenemos nosotros, de escuchar casi todo el repertorio todas las veces que queramos con diferentes intérpretes. Otra ventaja evidente es la subtitulación en directo en el teatro, que te permite seguir el texto directamente, lo que hace treinta años no existía y hacía las óperas más pesadas y difíciles de seguir.
Yo comparo lo difícil que me fue en 1980 conseguir una discoteca decente de músicos de soul y blues de los años 50 y 60, con viajes a Andorra y Londres, intercambio de grabaciones con amigos, etc., con la facilidad que he tenido ahora en cinco o seis años en poder escuchar prácticamente todo el repertorio básico... por ejemplo, seis "Anillos" diferentes, dos de ellos comprados a precios irrisorios, o recientemente he leído un libro de Harnoncourt sobre Mozart (algo reiterativo, pero muy entretenido y recomendable) y a través de la web he podido escuchar casi todos los ejemplos que allí salen.
Como pasa en tantas manifestaciones artísticas (pongamos el teatro serio) los espectadores son menos, pero más globales y mejor comunicados. Pero la crisis también está en el cine (las películas actuales son habitualmente basura, la literatura, el teatro, la música pop y rock -sustituida por el rap y el reguetón)
Entonces, ¿son peores los cantantes actuales que los de hace cincuenta u ochenta años? Por lo que voy escuchando, sin duda. ¿Son peores que los de hace cien o doscientos años? Harnoncourt explica en su libro que en alguna conferencia o cursillo que ha dado ha reproducido grabaciones centenarias y que el público, muchas veces estudiantes de música, se morían de risa considerándolos ridículos. También he leído comentarios muy poco elogiosos sobre muchos cantantes de los inicios de Bayreuth, estáticos, barrigudos y gritones.
Y aunque es evidente que muchos montajes son horripilantes y traicionan al autor, hay muchos otros que son más que aceptables y permiten una visión de la ópera más actual, como pasa en el teatro.
¿Puede aficionarse el gran público actual a la ópera? Evidentemente no, simplemente porque es imposible que un espectador actual de menos de 30 años soporte un espectáculo que dura dos, tres o cuatro horas, con poca acción y música lenta. El espectáculo actual son impactos de minutos, si no segundos, recibidos a través de una pequeña pantalla, con auriculares, en una experiencia individual. Y por eso no hay cine nuevo bueno, no hay casi teatro, la literatura contemporánea es en general una birria, y casi todos ellos están condenados a desaparecer, tal como lo entendemos, en menos de un siglo (la ópera incluida).
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