Yo entiendo que no son los cantantes, sino nosotros los que los que cambiamos con el tiempo. Me explico: no es lo mismo dejarse deslumbrar por las exhibiciones de Del Monaco o Corelli en nuestra juventud, que dejarse seducir por la maestría de Bergonzi o Kraus cuando hemos aprendido a valorar la técnica y el fraseo. En ese sentido, también volvemos, con los años, a aprender a tener a cada uno en su sitio, sin exclusiones.

A mí, qué quiere que le diga, estos reyes del sobreagudo, tipo Blake y Matteuzzi, no me dicen nada. Blake podrá ser un gran cantante, pero su timbre me echa para atrás y me parece insoportablemente feo; Matteuzzi lo canta todo igual, sin matizaciones, sin atractivo, siempre esperando a soltar el pepinazo, el re y hasta el mí. Les escuchas una vez y es como si les hubieras escuchado todas.