Les adjunto aquí la entrevista de Clarín 2003 que les comentaba en el hilo de Agatarco (lo pongo aparte para no sobrecargar con mensajes largos)
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¿Por qué el Colón es considerado acústicamente el mejor teatro de ópera del mundo? ¿Qué hace que algunas salas suenen mejor que otras? ¿Por qué la Scala de Milán es un teatro especialmente bueno para la ópera pero no para la música sinfónica? ¿Por qué hay teatros que fracasan? ¿Cómo llegan a nuestros oídos los sonidos de una orquesta? ¿Cuándo la acústica de una sala dejó de ser un producto del azar y comenzó a ser pasible de un diseño?
Ingeniero electrónico, violinista de la Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata y profesor titular de Acústica en las Universidades de La Plata y Buenos Aires, Gustavo Basso conversa con Clarín y revela algunos secretos del sonido con la autoridad que le confiere su doble condición de músico y científico. Gustavo Basso es responsable del diseño para el mejoramiento acústico del Argentino de La Plata —proyecto que aún no se ha implementado y que básicamente tiene como propósito corregir los defectos de audición en las plateas bajas— y forma parte del equipo de diseño arquitectónico y acústico del Auditorio de Buenos Aires, la ambiciosa sala de conciertos que el Gobierno de la Ciudad proyecta construir en la vieja usina de la Italo.
¿Qué es la acústica?
Los instrumentos, equipos de audio, altoparlantes generan vibraciones en el aire. El sentido del oído nació evolutivamente para captar vibraciones. El oído es un detector alucinante, aunque las nuevas teorías fisiológicas sostienen que, más que un detector, el oído es un intérprete, que decide qué cosas van a pasar o no al cerebro, y esas decisiones se toman en base a elementos físicos y también culturales. Hay cosas que no oímos porque la cultura nos enseñó que no hay que oír.
¿Cuáles?
Los ruidos cotidianos. Son más evidentes cuando desaparecen que cuando están. Podemos habituarnos a dormir en un ambiente muy ruidoso, y un sonido diferente, por más leve que sea, nos despierta. Tenemos un detector de vibraciones muy sensible. Entonces la acústica es una ciencia que estudia lo que recibimos, que son los campos acústicos, que son muy complejos matemáticamente, y estudia también cómo percibimos eso: la física, la percepción, y el nexo entre una y otra. El problema es que cuando uno diseña una acústica de sala el juicio final tiene que ver con el oído y con el gusto, con alguien que dice: "me gusta o no me gusta". En los años 70 dos acústicos muy importantes hicieron un estudio que llegó a la conclusión de que no hay un solo oyente standard sino, en todo caso dos: dos grandes grupos, dentro de una misma ciudad y una misma cultura. Uno que prefiere un sonido más envolvente, y otro que prefiere algo más claro y detallado. Así como hay gente que prefiere equipos más envolventes o, por el contrario, de una definición de sonido más precisa.
¿Y usted de qué grupo forma parte?
Como soy un técnico tengo necesidad de los dos. Pero depende del repertorio. Si es una sinfonía de Brahms, prefiero un sonido más envolvente, si es La consagración de la primavera de Stravinski, no. Aquí necesito oír claramente cada cosa, como un cuarteto de cuerdas.
¿De forma que hay salas ideales para la ópera, salas ideales para la orquesta romántica y salas ideales para la orquesta moderna?
Absolutamente. El Colón, que podría considerarse ideal en todos los géneros, es un caso único en el mundo. El Colón es un patrimonio musical de la humanidad, por todos reconocido. Tal vez interese saber que en una encuesta entre músicos y cantantes de distintas partes del mundo publicada por Journal of the Acoustical Society of America en el año 2000 el teatro Colón salió primero y, como se dice en el lenguaje de los burros, el segundo ni siquiera apareció en la foto. El Colón es, sin lugar a dudas, el mejor teatro de ópera del mundo, pero también es una excelente sala para la música sinfónica. Oír música sinfónica en la Scala de Milán no es algo muy grato.
¿Cuál es la diferencia?
El parámetro acústico más importante, establecido a partir de los estudios de Wallace Sabine, el primer gran acústico, es lo que se llama "tiempo de reverberación". Es el tiempo que tarda el sonido en extinguirse, después de cesar la fuente. Pensemos en un acorde de la orquesta: lo que tarda en irse esa colita. En un teatro de música sinfónica tarda entre un segundo y medio y dos segundos. En el Colón es 1,6, que es muy bueno para la música sinfónica y también es bueno para la palabra. Los teatros italianos, como La Fenice de Venecia, la Scala de Milán, el Reggio de Torino, están hechos para la palabra, con menos reverberación, porque a los italianos les interesa escuchar, entender lo que dicen las personas. Para ellos la ópera es teatro lírico.
¿Sus teatros son más secos?
Mucho más secos. La Scala tiene una reverberación de 1,2, contra 1,6 del Colón. La música pierde envoltura. Pero para la ópera italiana está muy bien. Yo tuve la oportunidad de escuchar a Verdi en Milán y me pareció fantástico. Esos acompañamientos verdianos tipo banda tienen que ser un poco secos. Si se estiran, suenan mal. Con Puccini ya no tanto: me gusta más en el Colón, es más suntuoso. Supongo que los belcantistas Bellini y Donizetti suenan fantásticos en la Scala. La coloratura vocal necesariamente se oye mejor en la Scala.
¿Cuál es el secreto del Colón?
Aquí volvemos a un hecho cultural. Nosotros prácticamente no oímos ópera en español, y es probable que en nuestra cultura el texto juegue un papel menos decisivo. El tiempo de reverberación del Colón privilegia la calidad del sonido musical a costa de una reducción de la inteligibilidad del texto. Y la difusión del sonido es inmejorable.
¿Cómo se difunde el sonido?
De modo parejo y en todas direcciones, gracias a la disposición de los palcos y a la profusa decoración en altorrelieve. Los modelos matemáticos consideran que el sonido viaja en línea recta. Imaginemos una línea directa entre Martha Argerich y nuestro oído. Si estás en una plaza, a medida que te alejás, el sonido disminuye. En un teatro no tiene que pasar eso. Hay además una serie de reflexiones que se producen en zonas del escenario, techos, pisos, palcos, balcones, bandeja. El sonido llega por vía directa y también con retardo, por otras vías. No como eco; si es así está mal. Uno debe sentir que todo llega de la misma fuente. En el Colón ese retardo es de un poco más de 80 milisegundos. Eso produce un gran embellecimiento de la fuente.
¿Eso fue planeado en la construcción del Teatro?
El proyecto del Colón comenzó a bosquejarse en la última década del siglo XIX y participaron sucesivamente en su diseño tres arquitectos: Tamburini, Meano y Dormal. Sabemos que la relación entre ellos no era precisamente cordial. También sabemos que la ciencia acústica aplicada a la arquitectura nacería recién en los primeros años del siglo XX gracias a los trabajos pioneros de Sabine, profesor de física en Harvard, y que su difusión fue prácticamente nula hasta los años 20. El único camino era, entonces, copiar alguna sala de prestigio que sonara bien. El modelo fue la Scala, el modelo italiano de herradura, pero el resultado fue distinto. La diferencia de dimensiones y de materiales dio otro matiz.
¿Podría definirse ese matiz?
El Colón pertenece a una estética bien del siglo XIX, como la Opera Garnier de París o la Opera de Viena. Son teatros que tienen, primero, mucha absorción. Mucha cortina, alfombra, tapizado, además de público en las paredes. Eso hace que el tiempo de reverberación en agudos sea menor que en los graves. Eso la da al Colón su distintivo tono mate. Por otro lado, el Colón tiene una estructura de superficie muy compleja, mucho más compleja que la de la Scala, por ejemplo, y eso es muy bueno porque desparrama convenientemente las ondas acústicas. Los relieves, las molduras, las estatuas, todo eso es muy bueno para la acústica. En el Colón, especialmente arriba, uno siente que está inmerso en un mar de sonido.
En la polémica acerca de la pertinencia o no de ciertos géneros populares en el escenario del Colón suele aparecer el argumento de que amplificación excesiva puede producir daños en la sala. ¿Qué hay de cierto en esto?
Me han consultado más de una vez sobre el asunto y siempre respondo lo mismo: sin un estudio adecuado no puede asegurarse nada. Es cierto que la excesiva vibración en baja frecuencia, en la zona grave, teóricamente puede llegar a afectar estructuras muy delicadas, pero es difícil que las vibraciones de la música amplificada sobrepasen el fortísimo de una orquesta. Una medición acústica serviría para marcar un límite de decibeles tolerable y para despejar malentendidos.
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