A propósito de Così fan tutte, Ponnelle escribió:
Me gustaría señalar, sin falsa modestia, con orgullo, que a menudo he tenido que defender los intereses del compositor frente a los directores musicales. Existe una cosa llamada „tradición musical“, que para los músicos es sacrosanta e inamovible, como por ejemplo los cortes. Estoy pensando ahora mismo en la llamada „tradición vienesa“ de interpretación de Mozart. Sus dioses tutelares son Strauss y Mahler, geniales compositores. Por qué y cómo hacían cortes, lo desconozco. Y sobre esta base siguen presentándose obras llenas de mutilaciones. Los cortes tradicionales en Così son bárbaros, criminales, amusicales. Un director que los acepta debería ser castigado con el calabozo.
La apuesta es una excusa para una demostración carente de toda moral. Es algo único en toda la historia de la ópera. […] En esta apuesta de Così fan tutte se trata de hacer posible la demostración y de crear las condiciones requeridas. Para ello, los personajes deben moverse en una especie de vacío, libres de ataduras religiosas y sociales. De esta manera podrá salir a la luz lo animal del hombre, sin trabas. Esta apuesta hay que tomársela muy en serio, y me parece un error escenificarla como si fuera un antojo de tres buenos amigos que se han pasado la noche anterior tomando copas...
[...]
Così va de una apuesta. Esta apuesta fue sólo un paréntesis en la vida de estas personas. El paréntesis ha sido cerrado, y el orden debe ser restituido. Por „orden“ no entiendo el orden social, sino la situación del punto de partida. Y da igual las lágrimas que se vayan a verter. Es un final completamente lógico.
Cuando escenifiqué Così hace unos años en Salzburg, descubrí en mis trabajos preparatorios cuán equivocado es creer que Mozart fue un niñito inocente y genial. No conozco en toda la historia de la literatura (con la excepción de Las amistades peligrosas de Laclos) una fábula más perversa, más cínica que Così. Que el libreto fue compuesto por Mozart con una gracia casi demente, me parece obvio. Sin embargo, es difícil ver en esta ópera algo que no sea un salvaje canibalismo de los sentimientos.
Così es una obra que me ha acompañado toda mi vida. Y cuanto más penetra uno en ella, más entiende uno cuán humano (y no lo digo en sentido positivo) era Mozart.
Si pudiera, haría ahora mismo Così en un escenario vacío con personajes desnudos. Desgraciadamente, no puedo.