Luisa Miller: Come tacer le smanieLa fonografía tardó mucho en conocer en su integridad uno de los números musicales más audaces, inspirados, bellos y difíciles que compusiera Giuseppe Verdi: el cuarteto "Come tacer le smanie" del acto II de Luisa Miller, que sigue a la falsa confesión de amor por Wurm por parte de una Luisa coaccionada para renunciar al amor de su vida. Todos los personajes sienten en ese momento cosas distintas a las que han expresado, cantan solo para sí, y la genial forma de Verdi de plasmarlo es escribir un hermosísimo y sugestivo número… para las voces solas.
Las dificultades de la pieza son muchísimas. La principal es que se trata de un número
a capella, y tras más de sesenta compases sin acompañamiento, concluye con la orquesta entrando en
ff sobre los últimos acordes cantados. Por eso, si, durante la pieza, los cantantes calan la afinación o se van de tono, ello es imposible de disimular. Además de ello, armónicamente es una pieza bastante inestable, que oscila entre Sol menor y Si bemol Mayor antes de establecerse con claridad la tonalidad de Sol Mayor, y una vez hecho, emprende una melodía sincopada de la soprano, que la somete a grandes variaciones dinámicas (de
pp a
ff) y a una tesitura agudísima, con varias subidas al Sib4 y al Si4 (en dos vertiginosas escalas de fusas que muchas suavizan sustituyéndolas por semicorcheas) y al resto de cantantes a articular de forma muy clara pero en agógicas más suaves, todo ello sin perder tempo ni correr, es decir, escuchando permanentemente a la soprano para marcar a la vez. Poco antes de terminar, también hay una frase espinosísima para las voces graves, una progresión ascendente de segundas descendentes a gran velocidad que hace primero un bajo y después ambos al unísono, muy difícil de cuadrar y de hacer que todas las notas suenen afinadas. Y finalmente, se trata de un número tan simétrico, que sigue una estructura tan lógica, que es muy difícil de cortar sin que parezca que la construcción musical se escora o pierde su sentido.
Una pieza tan difícil, y que pertenece además a una obra que está lejos de ser de las más populares de Verdi, por lo común ha sido sustancialmente "simplificada" en las representaciones de la obra, a veces de las formas más variopintas. Pero antes de verlo, creo que es importante presentar el número en su integridad, al menos, en las grabaciones comerciales que se han realizado de la ópera.
(Comienzo los audios en la frase de la Duquesa "Dell’arcano squarcia il manto se un arcano in sen tu chiudi", para escuchar el final de la escena hasta la esencial frase de Luisa "Lo stesso da Luisa udrete ognor: che alimento sol per esso fido, immenso, ardente amor", que enlaza con el cuarteto).Moffo, Verrett, Tozzi, Flagello (Cleva, 1965)Más actriz que cantante (y estando todo lo expresiva que puede), a Anna Moffo el número la agobia muchísimo, y se nota bastante, en lo que le cuesta girar al Si4 en cuanto comienza la frase sincopada de "Se qui rimango esanime", en lo difuminadas que le quedan las escalas de fusas (aunque respeta la medida) y en el sonido abierto y sin brillo de los agudos. Sensacional Verrett, siempre en el sitio, mejor Tozzi que Flagello y no muy bien Cleva, que escoge un tempo un poco apresurado, inexpresivo y demasiado complaciente con la soprano.
Caballé, Reynolds, Giaiotti, van Allan (Maag, 1975)Montserrat Caballé tuvo la voz ideal para el papel de Luisa Miller, un rol que le dio grandes satisfacciones. En su grabación en estudio de la obra, vocalmente se erige como la Luisa de referencia, dominadora del bagaje belcantista requerido y poseedora, asimismo, del "cuerpo" para dar sentido a la melodía verdiana. El cuarteto es, para mi gusto, el más brillante que se ha grabado. Si bien ya no jovencísima, Caballé crea escuela con la tremenda liquidez y belleza de su canto (es excusable que ascienda al Si4 en semicorcheas si el agudo va a tener esa luminosidad) y Maag dirige espléndidamente el número, con un tempo vivo y teatral, el rubato justo y una articulación elegantísima de las síncopas. Reynolds, Giaiotti y el pérfido Richard van Allan cantan sus notas más o menos en su sitio y sin molestar.
Ricciarelli, Obraztsova, Howell, Ganzarolli (Maazel, 1979)La voz de Katia Ricciarelli también era una maravilla, y aunque detrás de ella no hubo una vocalista del talento de Caballé (los dos Si4 después de la escala ascendente, también en semicorcheas, quedan abiertos, blanquecinos y dudosos de afinación -y es una grabación de estudio-), la soprano se esmera en ser sincera y conmovedora, cosa que logra en gran medida porque Maazel dirige la pieza con muchísima pulsión teatral (aunque el final orquestal se pase de frenada en su grandilocuencia). Obraztsova no se desmadra y Howell y Ganzarolli, aunque tienen voces bastante feas, marcan bien sus notas.
Millo, Quivar, Hootering, Plishka (Levine, 1991)La vocalidad de Aprile Millo (ligeramente víctima del sambenito de ser considerada "la última soprano verdiana") no es netamente belcantista, y eso lo comprende muy bien James Levine, que plantea el número para ella como lo hubiesen hecho Zinka Milanov o Leontyne Price, más dirigido a exhibir la carnosidad de las voces (también Quivar, globalmente bastante inadecuada para el papel, está en esta pieza notoriamente más presente que lo que suelen estarlo las Duquesas) que a articular las filigranas vocales (en las ascensiones al Si4, las semicorcheas son bastante pesadas y alguna se pierde por el camino, pero los agudos de Millo tienen metal y calidad). Rootering y Plishka están medianillos.