Ghiaurov escribió:
Hemos oido la grabación de principios de los 70 de "I puritani" dirigidos por Julius Rudel con Beverly Sills, Nicolai Gedda, Louis Quilico y Paul Plishka.
Mira que el tipo le pone voluntad pero a Rudel no le salen del todo las cosas. Claro que intenta contarnos algo, pero no se decide entre plegarse a las necesidades de los cantantes o del drama y le sale una cosa rara que a veces suena a Puritani, a veces a carrusel de feria (el Son vergin vezzosa llevado en allegro a tutta forza) y a veces a algo muy alejado del ambiente belliniano. Además la orquesta tampoco está en su mejor momento con unas flautas y viento madera asmáticos que cortan la frase aquí y allá.
Sills está al final de su apogeo. La verdad es que el papel no le va mucho a la consumada tragedienne que fue la Sills y el drama de Elvira le da un poco de lado. La grabación comienza a mostrar de forma poco clemente los signos de fatiga en la voz. Si bien la Sills exhibe sus armas con vehemencia, una coloratura vertiginosa y musical a prueba de cualquier ritmo, también es muy evidente el color aniñado y filiforme de la voz de la soprano, un extremo sobreagudo que ya suena tocado y algo abierto y un vibrato más que ostensible. Una Elvira voluntariosa pero a veces a medio gas.
Gedda llevaba casi 20 años de carrera al momento de la grabación de este disco y la verdad es que se nota bastante. Se nota tanto en un exceso filológico como en lo vocal. En lo vocal no es que esté tieso, es que está seco. Es un Arturo valeroso, que se lanza sin red a todos y cada uno de los agudos (incluido esa cosa imposible del último dúo) y que aguanta como un campeón la inclemente tesitura, pero es que suena viejo y leñoso. Realmente el problema está más en lo "exótico" de su acercamiento al papel y al estilo. Conoce a Bellini pero de lejos. Ejemplo perfecto el "A te o cara", que está bien despachado y legateado pero la cercanía con el belcantismo belliniano y su discurso musical es lejanísima. Está bien y variado en el andantino del tercer acto pero el problema de la inadecuación sigue ahí.
El Riccardo de Quilico presenta una voz de feo color, nada flexible, legato altisonante y fragmentario (al par que el de la orquesta en su aria de salida) y coloratura de regüeldo.
Plishka ofrece un retrato paternal del Giorgio y da lo que da: una buena línea de canto y la consabida voz de bajo cantante con esa fonación tan particular.
A Sills le aburría el papel de Elvira y si hemos escuchado la versión live con Pavarotti, vemos que a ella, la versión de estudio le sale más redonda, más profunda que en el lives de 1972.
A parte de ésto, yo quisiera comentar una serie de cositas a su interesantísimo mensaje:
Sills es cierto que está ya al borde del comienzo de su decadencia en el 1973, pero aún tiene mucho que ofrecer - y bien que lo hace - haciendo un personaje muy vivo y con detalles expresivos de altísima calidad que logran hacer un personaje tridimensional realmente conmovedor. Mire usted: yo he escuchado a las Elviras discográficas de Sutherland - con la voz con esa veladura en su centro vocal y esa dicción ininteligible - dramáticamente inexiste; a la pasadita Elvira discográfica de Caballé - lenta en agilidades y con agudo problemático - o a las de voces no tan bellas como las Elviras de Callas o Gencer y para mí, a pesar de los peros - no tan evidentes como en su Gilda de Rigoletto - es referencial precisamente porque su voz tan aniñada, metálica o incluso con su puntito de estridencia, pega por libreto al personaje infantil y psicológicamente inestable de Elvira.
Sólo era eso lo que quería añadir: mi opinión. Nada más que eso.
En el terreno del puro ejercicio de vocalidad, da una lección de bel-cantismo, haciendo - en mi opinión - uno de sus mejores logros bellinianos, junto con su Giulietta.
saludos.