19. Arthur Honegger (1892-1955) Comienzo de la CANTATA DE NAVIDAD
Honegger nació el 10 de marzo de 1892 en Le Havre, pese a lo cual conservará la nacionalidad suiza durante toda su vida, ya que sus padres son helvéticos y protestantes. Con 19 años, se inscribe en el Conservatorio de París. Llega a una ciudad en plena efervescencia artística, con las actuaciones de los ballets rusos de Diaghilev y la música francesa dominada por Fauré, Debussy, Ravel, Dukas y Roussel. En el conservatorio conoce a Milhaud y a Ibert, y traba amistad con ellos. Entra en la clase de composición de Widor, y después de Vincent d’Indy para la dirección de orquesta. Además, conoce a diversas personalidades importantes: Apollinaire, Max Jacob, Blaise Cendrars, Pablo Picasso, Erik Satie, Jane Bathori, etc, y sus obras son interpretadas, especialmente en los conciertos de los “Nuevos jóvenes”, término inventado por Satie y que incluye ya a los futuros miembros del Grupo de los Seis, salvo Milhaud, entonces en Brasil como secretario de Paul Claudel.
En enero de 1920 nace el famoso Grupo de los Seis: para dar a conocer a los jóvenes compositores se organiza en el domicilio de Darius Milhaud una soirée musical con la concurrencia de Louis Durey, Georges Auric, Germaine Tailleferre, Francis Poulenc, Arthur Honegger y Darius Milhaud, a la que también asiste Jean Cocteau. “El Gallo y el Arlequín”, publicado por Cocteau en 1918, tiene tintes de manifiesto, pero las personalidades reunidas están lejos de ponerse de acuerdo sobre una estética común: se encontrará, en cada compositor, obras que acrediten el espíritu de los “Seis” a base de una sintaxis musical depurada, al mismo tiempo alejada de Wagner y del impresionismo, mirando tanto hacia los clásicos –Bach sobre todo-, como hacia el music-hall y el jazz, pero todos ellos desarrollarán su estética propia. El 20 de septiembre, Honegger confía al crítico Paul Landormy su estética musical, a la que permanecerá fiel toda su vida:
“No rindo culto a la feria, ni al music-hall, sino al contrario: a la música de cámara y a la música sinfónica, en lo que tiene de más grave y austera. Concedo una gran importancia a la arquitectura musical, que nunca quisiera ver sacrificada a razones de orden literario o pictórico. Tengo una tendencia quizá exagerada a buscar la complejidad polifónica. Yo no busco, como algunos músicos anti-impresionistas, una vuelta a la simplicidad armónica. Yo encuentro, al contrario, que debemos servirnos de los materiales armónicos creados por esta escuela que nos ha precedido, pero con un sentido diferente, como base para la línea y los ritmos. Bach se sirve de los elementos de la armonía tonal como yo quisiera servirme de las superposiciones armónicas modernas.”
Dos obras de esta época, bien diferentes por cierto, son testimonio de esta estética: “Horacio victorioso”, pieza sinfónica, concebida originalmente como ballet, que figura entre las más originales y austeras del compositor, y, en un lenguaje más simple y tradicional, “El rey David”: en enero de 1921, el compositor recibe el encargo de una música para un espectáculo de René Morax, el director del Teatro du Jorat en Mézières, Suiza: se trataría de un vasto fresco sobre la vida de David en una veintena de cuadros. Compuesto en un tiempo record para un coro mixto y una orquesta reducida, la música del “Rey David” alcanzó un gran éxito. Después, Honegger la reorquestó para gran conjunto y unió los fragmentos dispersos de música mediante un narrador, resucitando con ello, y modernizándolo sin querer, el género del oratorio. Presentado de esta forma en París en 1924, “El Rey David” logra un triunfo que asegurará la reputación del compositor.
En el plano sinfónico, dos obras de comienzo de los años 20 habrán también mucho por su celebridad: “La pastorale d’été” escrita en 1920, que obtendrá el Premio Verley, y, sobre todo, en 1923, “Pacific 2.3.1”.
A mediados de los años 20 Honegger tiene motivos para estar orgulloso de su situación como compositor. Mientras compositores de la talla de Milhaud y de Poulenc aún no han conseguido que sus obras sean apreciadas por el público y reconocidas por la crítica, Honegger es ya un compositor reconocido y célebre. Pero se le plantea un dilema: ¿debe seguir en la misma línea y correr el riesgo de repetirse, o por el contrario, lanzarse a nuevas vías más exigentes, aun a riesgo de desconcertar al público?
Morax y Honegger renuevan su colaboración para “Judith”, en 1925. Más trabajada y más difícil que la de “El Rey David”, la partitura logra un éxito menor el día de su estreno, con Claire Croiza en el papel titular. Concebida también como una música para la escena, la obra pronto es transformada en oratorio según el mismo principio que para “El Rey David” y el compositor, a petición de Raoul Gunsbourg (director de la Opera de Montecarlo), realiza una versión de ópera seria, lo que, después de muchas transformaciones, acaba convirtiéndose en su primera ópera. Pero ninguna de estas versiones alcanza la popularidad del “Rey David”. En el plano orquestal, Honegger compone un segundo movimiento sinfónico, “Rugby”, y su 1ª sinfonía, que, a pesar de sus innegables cualidades, tendrá que luchar para entrar en el repertorio sinfónico de las orquestas.
Honegger puso música a otra obra lírica mucho más radical y original que Judith: “Antígona”. Se trata de una adaptación del drama de Sófocles por Cocteau que fue creada en 1922 con una música de escena de Honegger. Después, retomó esta pieza para hacer “su” ópera, una obra radical en la que trabaja durante más de tres años, para sólo 45 minutos de audición. La música es áspera, dura, difícil, funcionando más por motivos que por temas.
En 1929, Ida Rubinstein, exbailarina de los ballets rusos y mecenas, pone en contacto al poeta Paul Valéry con Honegger para componer « Amphion », melodrama que constituye, en realidad, una especie de espectáculo total de inspiración simbolista y neoclásica, cercana al ballet. Esta colaboración continuará en 1933 con “Semiramis”. Poco después, el compositor se lanza a una empresa que parecería bastante alejada de su temperamento: una opereta, “Las aventuras del Rey Pausole”, adaptada de un poema de Pierre Louys por Albert Willemetz. Con ella conseguirá un gran éxito y mejorará provisionalmente su situación financiera. (Podemos escuchar su obertura, por gentileza de Delaforce, aquí (buscarla en el hilo de fragmentos sinfónicos)
A finales de 1930, Honegger recupera la inspiración más seria mediante un oratorio profano, “Gritos del mundo”, donde evoca, a partir de un texto de René Bizet, la angustia del individuo frente a un mundo en crisis, amenazado por la nada, la guerra y el maquinismo. Por primera vez aparece ese pesimismo que se manifestará tan frecuentemente en el compositor antes de la II Guerra Mundial. De hecho, al comienzo de los años treinta, tenía algunas razones para estar desanimado. Tras la gloria de mediados de los años veinte, no ha conseguido del todo recuperar el afecto unánime del público. Las obras donde ha puesto más de sí mismo, como “Antígona” y “Amphion”, no han tenido éxito esperado, y la mala acogida con que el público parisino recibe “Gritos del mundo” en 1931, le hiere vivamente.
El deseo de “nuevas formas estéticas” se manifiesta en la cantidad de música que compone para el cine o para la radio: la banda sonora del film “Rapt” (febrero, 1934) dará lugar a un artículo significativo de Honegger sobre la utilización de la música en el cine y, algunos meses después, compone la música de “La idea”, film de animación de Bertold Bartosch. Seguirá “Los miserables” de Raymond Bernard, y 23 bandas sonoras más que nacerán entre 1934 y 1939.
Es la colaboración con Claudel lo que va a sacar a Honegger de su estado de crisis; Honegger descubre en él un colaborador literario con una destacada compresión de la música. Ida Rubinstein iba a ser de nuevo el hada madrina que pondría en contacto al hombre de letras con el compositor. ¿Por qué no proponer al dramaturgo que escriba un libreto sobre Juana de Arco, y confiarle la música a Honegger? La composición de “Juana de Arco en la hoguera” ocupa la mayor parte del año 1935; Ida Rubinstein comienza los ensayos, pero las fechas de la representación van a ser constantemente aplazadas y el proyecto acaba siendo abandonado.
En mayo de 1938, después de múlitples cambios, “Juana de Arco en la hoguera” es estrenada en Basilea gracias a la tenacidad del director de orquesta suizo Paul Sacher. La obra logra un triunfo que anima a Claudel y Honegger a renovar su colaboración, fruto de la cual es “La danza de los muertos” oratorio constituido por un inteligente ensamblaje de textos bíblicos. Entre 1939 y 1940 compone otro oratorio: “Nicolas de Flue”, mientras que “Juana de Arco en la hoguera” es estrenada en Orleans en mayo de 1939, con un éxito comparable al de “El Rey David” en su momento.
Cuando los alemanes invaden Francia, el compositor suizo permanece en su ciudad adoptiva. En estos tiempos difíciles compone los “Tres poemas de Claudel”, “Tres Salmos” y, sobre todo, la “Sinfonía nº 2 para cuerdas y trompeta ad libitum”. Este encargo ya antiguo de Paul Sacher iba a convertirse en un testimonio particularmente duro de la angustia humana reencontrada al comienzo de la ocupación alemana, y el tercer movimiento, que concluye con un coral sostenido por la trompeta, es un acto de fe en la esperanza de la liberación.
Aunque tras la ocupación Honegger se une al Frente Nacional, movimiento de la Resistencia cercano a los comunistas, hay quien le reprocha que su música no deja de ser interpretada. En particular, se le critica el haber participado, como periodista de la publicación “Comoedia”, en el Festival Mozart (Viena, 1941), que es un acto de propaganda organizado por Goebbels. En 1943, es expulsado del Frente Nacional. Tras la liberación, la música de Honegger se verá retirada de las programaciones durante algunos meses, lo que le sume en una profunda amargura. Desde enero de 1945 a abril de 1946, compone la “Sinfonía litúrgica” y en este último año, la 4ª Sinfonía (“Delicias de Basilea”), dedicada a Paul Sacher..
En 1947, durante una gira por Estados Unidos, sufre un ataque cardíaco, y un mes más tarde, un triple infarto con múltiples complicaciones. El compositor consigue recuperarse y en noviembre vuelve a Francia. Durante algún tiempo, parecerá totalmente recuperado. Desde abril de 1948 retoma la pluma, tratando de componer una suite orquestal sobre “Amphion”. Llega pronto el “Concierto de cámara” para corno inglés y flauta. Pero su agenda está llena de múltiples conciertos y viajes y apenas puede componer. Sus últimas obras serán duras y trágicas, especialmente la 5ª sinfonía (“De los tres reyes”), y la “Monopartita” compuesta a comienzos de 1951. Un nuevo proyecto de colaboración con Claudel, la “Cantata de Pascua”, no verá nunca la luz. Su última obra es “Una Cantata de Navidad”, de 1953, compuesta a partir de un antiguo proyecto de “Pasión” abandonado desde 1945.
A partir de 1951, su salud no cesa de degradarse. Pese a los múltiples honores que recibe, Honegger no sale de un pesimismo absoluto, seguro de estar viendo cómo se derrumba la civilización y la música. Sin embargo, su obra se interpreta más que nunca, y “Una cantata de Noel” obtiene el triunfo desde su estreno, mientras que “Juana de Arco en la hoguera” es represetnada regularmente desde 1950 en la Opera de París. Muere el 27 de noviembre de 1955 muere Paul Claudel. En su funeral, Cocteau dijo estas palabras:
“Arthur, llegaste a obtener el respeto de una época irrespetuosa. Tú unías a la ciencia de un arquitecto de la Edad Media la simplicidad de un humilde obrero de las catedrales. Tus cenizas son ardientes y no se enfriarán, aunque nuestra tierra haya dejado de vivir. Pues la música no es de este mundo y su reino no tiene fin.”
(Fuente:
http://www.arthur-honegger.com/francais/biographie.php –Traducido y extractado-)
La última obra de Honegger (y una de sus preferidas) es una “Cantata de Navidad” compuesta en 1952-53 para el coro de cámara de Basilea y su director-fundador Paul Sacher, gran benefactor de la música del siglo XX, quien, con el correr de los años, le había encargado numerosas piezas. Esta fue terminada en enero de 1953 y, si bien Honegger debía vivir aún casi tres años, fue incapaz de continuar con su trabajo creativo. El estreno tuvo lugar en Basilea bajo la dirección de Sacher, el 18 de diciembre de 1953.
Para escribir su cantata, Honegger se apoyó en realidad sobre una música esbozada a comienzos de 1941 para un proyecto abortado, un misterio de la Pasión que debía ser montado en la ciudad suiza de Selzach. (De este esbozo nacerán también tres salmos para voz y piano publicados en 1943) El texto de la cantata proviene de la liturgia y del canto popular, enlazando notablemente canciones navideñas tradicionales en francés y en alemán –adaptación a la Suiza multilingüe y posible símbolo de la paz entre las naciones, siete años después de la II Guerra Mundial-. Honegger concibió esta cantata para barítono solo, coro mixto, coro de niños y orquesta con órgano.
Kunitachi College of Music, Tokyo broadcasting children chorus, En-Aichi-Kay Symphony Orchestra. Director: Charles Dutoit. 25-12-1996http://www.youtube.com/watch?v=xHsN-IVtpZsEl órgano domina la lenta introducción inicial. Las primeras intervenciones corales son sine littera, como en una lamentación, y crecen hasta un pasaje basado en las palabras del Salmo 130, el “De profundis”. La música va creciendo hasta una lúgubre marcha, llegando a un apogeo disonante, el cual suscita un grito coral (“¡Oh, ven!”) que se despliega en una puesta en música del himno “Oh, ven, ven, Emmanuel”. El coro de niños proporciona consuelo (hasta aquí llega la primera parte), y después el barítono, acompañado por el órgano y las trompetas, anuncia el nacimiento de Cristo retomando las palabras de la proclamación bíblica del ángel. Le responde una sucesión de canciones navideñas alemanas y francesas, al cual se une también el Gloria latino.
El tempo se ralentiza hasta el Adagio y, cuando el barítono canta el Gloria, un soprano solo retoma el Salmo 117 (“Laudate Dominum”) utilizando la melodía tradicional. El coro mixto canta seguidamente todo el salmo en ritmo ternario, mientras que las voces de niños y las trompetas añaden el piano. La lenta coda ofrece un nuevo pot-pourri de villancicos finalmente reducidos a frases dispersas apagándose en la serenidad de la noche de Navidad.
(Fuente: Notas de Calum MacDonald para crítica de disco en
http://www.hyperion-records.co.uk/dw.as ... 7688&vw=dc –Traducido-)
Antes de preparar la cesta navideña, yo no conocía esta obra, y me ha sorprendido muy agradablemente, especialmente esta primera parte, de las tres en que se presenta en youtube. Confío en que a vosotros también os haya gustado.