Grande, enorme, Daniel Barenboim el sábado pasado en el Auditorio al frente de una West-Easter Divan que es una agrupación muy sólida, con un sonido fantástico y con la que el músico vivo más importante del mundo hace y maneja a las mil maravillas. El programa lo protagonizaban tres franceses: Debussy, con el "Preludio a la siesta de un fauno", que sonó de escalofrío, y cerraba la primera parte una obra de Pierre Boulez que tocaron en cámara diez de los músicos de la Divan (que eran... no sé cuantos, descomunal formación). Esto fue un autentico suplicio, por mucho que Barenboim y esos diez músicos se viera y notara q se dejaban la piel y horas y horas de trabajo para montar una obra que resultó inacabable (casi una hora y sin división de movimientos) y en la que no se escuchaba otra cosa que un constante intercambio de infumables sonidos de incomprensible seguimiento y bajo el lema de un lenguaje musical que es todo menos agrabable y desde luego tan incomprensible para un mortal como un monólogo en un dialecto de Papua Nueva Guinea. Calculo que uno de cada tres personas del auditorio, que estaba a reventar, aprovechó para echar una siestecilla ya que el concierto era a las 22.30. Tras eso, y un merecido descanso, las riendas de la segunda parte son para la música de Maurice Ravel, con la Rapsodia española, y tres obras más, finalizando, como no, el Bolero. Aquí volvió la orquesta con toda su plantilla, y Barenboim a hacer música más que a pelearse con la ejecución de la misma. Idem los componentes de la orquesta, y el publico, respondió como respondió. Como anécdota, comentar que el bueno de Barenboim al inicio de la segunda parte, echó una semi-bronca irónica a uno del publico situado en la parte de coro por una foto que en ese momento lanzó: "No hagan fotos, por favor, y menos con el flash, ni ahora ni tampoco luego cuando finalice el concierto, por tres razones: una, está prohibido; dos, nos molesta a los ojos, y tres, si está sacando una foto tiene ocupadas las manos y no puede aplaudir" No es, ni mucho menos, Barenboim un tio con un desparpajo, don de gente y humor de echar para atrás, pero ahí estuvo brillante, aunque al pobre al que se dirigiera le haya supuesto un mal trago que dudo vaya a olvidar jamás. Centrando en Ravel la cosa, las obras iban sucediéndose y los momentos de exquisiteces orquestales y sonoras iban dándose a granel. Que belleza, que contrastes de dináminas, que empaste, que brillantez, qué aristas orquestales, qué claridad de matices y expresiones otorgadas por el argentino-israelí (y creo que más nacionalidades, no?). La Divan es además de su carácter pacifista, un grupo muy joven, muy ilusionado, al sensacional concertino no le echo yo mas de 25 años y era un fiera de cuidado. Grandiosos e impecables los percusionistas que protagonizan el Bolero, que sonó de muerte, y en que Daniel Barenboim dio rienda suelta a los músicos hasta que empieza más en plan tutti y alguna indicación de subida de intensidad cada vez que acababa uno de los ciclos que lo componen. Impecables todos los solistas que van sucediéndose, ni un fallo, pulcros, brillantes. Grandiosos el saxofonista y el trombón. Final, ovacion de gala, mucho braveo y mucho entusiasmo en un concierto que terminaba pasada la 1.00 de la mañana, pero siendo sábado, tampoco pasa gran cosa.
Me quedé con dudas sobre la admisnistracion del concierto: ponía obra social de la Caixa por todos lados, pero la Ibermusica aparecia en el programa de mano pero no la fundación ibermusica si no otra... vaya... un lío, pero bueno, a algo obedecerá todo.
_________________ Harmoniously, NICO
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